‘Vivimos en una hegemonía cultural del progresismo que somete a mucha gente’

Entrevista [Agustín Laje, escritor argentino]
El Muro, 18.11.2016
Redacción

Polémico, el trasandino asegura: “Hay una nueva izquierda que deja de lado la lucha de clases para mirarla de manera culturalista, a través del feminismo, ecologismo e indigenismo”.

Certero, polémico y a contracorriente, el escritor argentino Agustín Laje suele levantar polvo con sus análisis y planteamientos. Laje es un joven ensayista cordobés que ha publicado cuatro libros y cuya creciente fama lo ha llevado a dar conferencias en las principales ciudades del continente.

Por estos días, el cordobés está promocionando su más reciente texto, El libro negro de la nueva izquierda (Grupo Editorial, 2016), escrito en coautoría con Nicolás Márquez.

Laje está en Chile estos días para participar en conferencias en Valparaíso, en Los Lagos y también en Santiago, donde el miércoles debatió con la historiadora nacional Valentina Verbal en dependencias de la Fundación para el Progreso. Todo, en el marco de una invitación hecha por la Fundación Ciudadano Austral.

El libro negro de la nueva izquierda ha resultado ser una provocación que ha terminado por sacar ronchas en varios sectores argentinos. El mismo Laje lo explica: “Nunca nadie escribió en contra de la ideología de género”, planteamiento que, según él, no es más que un plan del “marxismo cultural” por trasladar la lucha de clases hacia la lucha de sexos.

Después del derrumbamiento de la URSS, el progresismo debió buscar nuevas adhesiones, representar nuevas minorías y de ahí su inmediato apego al feminismo, al homosexualismo y al indigenismo, colectivos estos mismos drásticamente reprimidos y aniquilados en todos aquellos territorios de gobierno comunista. Es un cambio de estrategia”, afirma.

Laje se encarga de explorar más en esta lucha feminista.  “La violencia de género esconde la intención de implantar la idea de que existe un odio por parte del hombre hacia la mujer como tal y que lo mismo fue programado por el mismo Friedrich Engels para trasladar la lucha de clases a la lucha de sexos. Según Engels, en la familia la mujer es el obrero y el hombre es el burgués”.

En su texto, el escritor trasandino plantea algunas ideas que han hecho saltar a las defensoras de los derechos de las mujeres. Este es parte de su contenido:

Otras excentricidades que afectan libertades individuales también se han insertado en el plexo de demandas políticas del feminismo de los países desarrollados. El Partido de Izquierda de Suecia, por ejemplo, ha presentado una propuesta de ley que obliga a los hombres a orinar sentados, como lo tienen que hacer las mujeres. El Partido Liberal de este mismo país, por su parte, ha propuesto legalizar el incesto y la necrofilia (tener sexo con muertos).

La presión ideológica y política sobre la empresa de juguetes TOP-TOY ha sido tan fuerte, que la condenaron socialmente por presentar en sus catálogos a los niños vestidos de superhéroes y a las niñas de princesas; debieron a la postre reacomodarse a las exigencias hegemónicas y ahora ilustran sus publicidades con niños jugando con muñecas y niñas disparando ametralladoras.

En Suecia podemos también encontrar una fuerte presión para cambiar el lenguaje mismo desde el Estado: recientemente se incluyó un nuevo artículo “neutro” en la lengua sueca, hen, el cual no tendría carga de género como han (él) y hon (ella). En Alemania no sólo se está experimentando con el lenguaje en los centros de educación preescolar, sino también con el modo de vestir y, así, se insta a los niños a que elijan ropa de niña y a las niñas a que escojan ropa de niños, a quienes además no se los puede tratar de “él” o “ella” para no “inculcar estereotipos de género”.

En Canadá, el primer ministro Justin Trudeau dice que las familias deben “criar hijos feministas” y se está considerando un proyecto para cambiar el mismísimo himno nacional con el fin de extirparle elementos “patriarcales”.

Además, de este país es la famosa activista feminista Anita Sarkeesian, quien querría prohibir videojuegos de Nintendo argumentando que la compañía “usó las fantasías de poder de los adolescentes y hombres heterosexuales para vender más videojuegos”; el célebre “Mario Bros” sería uno de los más “patriarcales” puesto que “de todos los juegos de la saga Mario, la princesa aparece en 14 escenas y es secuestrada en 13”. Vale agregar que Sarkeesian se suele pasear por la ONU peticionando que Internet sea censurada para luchar contra quienes no adhieren al feminismo.

Derecha sin relato

Pero Laje también explora y analiza el escenario político, por ejemplo, lo que ha sucedido con el triunfo de Trump en Estados Unidos. Así lo explica a El Muro: “Creo que ha sido el punto de inflexión para la hegemonía de un pensamiento políticamente correcto y que se ha visto resquebrajado en sus propias raíces. Vivimos en una hegemonía cultural del progresismo lo que ha terminado por meter a mucha gente en lo que llamo una espiral del silencio que las ha mantenido creyendo que lo que pensaban era incorrecto e inmoral. Trump ha articulado un discurso populista que ha llegado a las clases medias versus un discurso de élites impulsado por Hillary Clinton. También enfrentarse al establishment fue un discurso que atrajo mucho. Hay una crisis de la partidocracia".

-¿Cuando habla de populismo lo hace en términos críticos o más bien como una potencialidad?

-Bueno, lo que espero es que lo que fue una campaña populista no se transforme en una política populista, sino que retome el cauce institucional normal. Como sea, soy un crítico del populismo como política de Estado. Al final, los populismos se acercan mucho al totalitarismo.

-Muchos se preguntan, más que el triunfo de Trump, en las razones que ha tenido el progresismo de Hillary Clinton para no haber encantado a la gente...

-Porque hay una serie de problemas sociales que el progresismo no ha sabido abordar. También ha quedado patente la hipocresía de ese discurso. Si bien pretendía rebeldía y radicalidad, hoy es un discurso propio del establishment y de la partidocracia. El progresismo con su oxígeno inicial hoy aparece cada vez más conservador. Y es algo que se vive no solo en Estados Unidos, sino en Europa.

-Y parece que un fenómeno similar enfrenta el progresismo en América Latina...

-Sin duda. Hay que ver lo que pasa en Argentina, Venezuela, Brasil o Bolivia. Incluso la crisis que enfrenta la propia Bachelet en Chile. Hay un péndulo que se mueve hacia la derecha. Lo importante, en todo caso, es que ese movimiento debe ser apuntalado con un discurso intelectual. El problema es que, hasta ahora, ese discurso derechista solo ha sido tecnocrático. La derecha necesita una revitalización ideológico-intelectual.

-Precisamente ésa es una de las cuestiones que se le critica a la derecha chilena: la carencia de un “relato”...

-Y es porque en la derecha existe un apego por el tecnicismo, el economicismo y no entender el relato de la política. Una nueva derecha debe reconstituirse a través de relatos que no sean puramente técnicos.

-Cuando uno observa lo que pasa en Chile, hay señales que dan cuenta de que el mundo de la izquierda comienza a ser desplazado por instancias más inorgánicas expresadas en colectivos sin ideología muy clara y que se instalan a la izquierda de la izquierda…

-Todo ese proceso se enmarca en las estrategia culturales del neomarxismo. Hay una nueva izquierda que ha dejado de lado la lucha de clases para enfrentarla de manera culturalista. Se trata de grupos que no tienen sustancia clara, pero que ahora miran a través del feminismo, ecologismo e indigenismo. Estas nuevas causas de la izquierda son hegemonizadas y buscan lo mismo que el marxismo clásico, pero ya no desde los medios de producción. Hoy lo importante es una revolución a nivel de las conciencias. La revolución de hoy se hace en la mente del hombre y no en las cuentas bancarias.

-Bueno, y por estos planteamientos usted ha tenido choques muy fuertes con el feminismo en Argentina...

-Bueno, de hecho estoy amenazado de muerte. Debo moverme con mucho cuidado en mi país. Y eso se debe a que he intentado mostrar las miserias de ese discurso que dice estar en favor de la mujer, pero que lo que busca es destruir el sistema occidental, la economía de mercado y la democracia liberal, que han sido precisamente las plataformas sobre las cuales las mujeres han gozado de las más amplias libertades en su historia. Asistimos a un feminismo misógino que tiene más que ver con un discurso de la izquierda que con uno propiamente de la mujer.

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