Eufemismos chilenos seleccionados

Columna
El Mercurio, 19.12.2019
José Rodríguez Elizondo, abogado y periodista

En medio del "estallido" chileno, un amigo me advirtió, amargo, que vivir dos veces en una vida una crisis de alta intensidad "es un abuso de confianza". Es lo que nos está sucediendo a los chilenos mayores y tiene mucho parangón con lo que nos sucedió en 1973. Supersticiosamente no nos atrevemos a confesarlo y recurrimos a la vieja institución del eufemismo chilensis.

No es casual que hoy evoquemos a George Orwell, su distopía “1984” y esa “neohabla” que afirmaba la tiranía en la ignorancia del idioma. Lo hacía eliminando vocablos inconvenientes e inventando términos sustitutos, para “hacer impracticable cualquier otro modo de dar forma al pensamiento”.

¿Les suena esto?

Lo pregunto pues mi hipótesis de trabajo es que la neohabla es una variable del eufemismo chilensis.  Se le ocurrió a Orwell en una visita ignorada, que le permitió estudiar nuestra capacidad para soslayar, verbalmente, cualquier realidad ingrata.

Para muestra actualizada los siguientes ocho botones:

1.- A más de 50 días de destrucción empírica de Chile, muchos –sobre todo en la tele- siguen hablando de “manifestaciones pacíficas”. Calza perfecto con el primer lema orwelliano: “La Guerra es Paz”.
2.- En vez de “subversión” –voz lexicológicamente más certera- hemos escuchado, sucesivamente, “protesta social”, “resistencia” y “estallido”. Sólo una fuerza política se acercó a la franqueza, planteando que el Presidente debía renunciar.
3.- El adjetivo “complejo”, es el gran comodín del evento. Hoy todo es complejo: Reemplazar al supermercado incendiado. Saber dónde se detiene el metro. Atravesar calles sin semáforos. Retener a los delincuentes. Llamar a la policía en casos de apuro privado. Combinar una agenda social con una de seguridad. Sesionar en un Congreso rodeado por “manifestantes pacíficos”. Un político dio la nota máxima al decir que “sería complejo” destituir al Jefe de Estado.
4.- Algunos manifestantes no se caracterizan por el patriotismo. Arrastran la bandera nacional por el suelo, la pintan de negro, asaltan la embajada argentina, destruyen bustos y monumentos de héroes epónimos (palabra que tal vez ignoran). El paradigma es el monumento al general Baquedano que lo tienen hecho un asco. Tal vez por eso, en un alarde de eufemismo total, quieren que el lugar pase a llamarse Plaza Dignidad.
5.- Quienes promueven (de soslayo) la amalgama manifestantes-saqueadores, rechazan una tipificación penal que separe la paja del trigo. Equivaldría a “criminalizar la protesta social” y “el derecho a la desobediencia civil”.  En esa línea, las barricadas serían expresiones legítimas de “resistencia”. Ignoran que la palabra “resistencia” tiene una acepción beligerante, por lo cual también merece un eufemismo.
6.- La inepcia de quienes se ocuparon (despreocuparon) del tema “inteligencia política”, está ampliamente asumida. Dejaron pasar, colados, la bomba en una estación del metro, las bombas molotov de “los mamelucos blancos”, el colapso del Instituto Nacional, la disciplina militar de “los capuchas” y los funerales estruendosos de los narcos. Por lo mismo, tal déficit parecía imposible de esquivar semánticamente… ¡pero se pudo! Según una descripción del fenómeno, “Chile carece de un sistema institucionalizado de análisis prospectivo”.
7.- El eufemismo anterior se relaciona con la subestimación de quienes han diseñado, en modo dinámico, la estrategia y tácticas del “estallido”, incluso con métodos terroristas. Según eufemismo subordinado, serían pequeños grupos anarquistas que saben usar las redes sociales. Algo así decían el zar y sus agentes respecto a Lenin y Trotsky, quienes ni siquiera disponían de internet.
8.- Aunque la crisis macro de 1970-73 fue muy diferente en lo político, sería tonto ignorar que devino en ingobernabilidad, liquidó el Estado de Derecho Democrático y la crisis actual podría apuntar a lo mismo. Es una semejanza que se trata de ocultar con tres eufemismos funcionales: entonces estaba la guerra fría, los partidos políticos representaban corrientes de opinión y la economía socializada era una opción real.

DIAGNÓSTICO: asumiendo que la democracia no está asegurada y que las demandas sociales en curso son justas, masivas y acumuladas, la solución de la crisis exige un sacrificio supremo, aplicable incluso a Su Excelencia: hay que sincerar el lenguaje. Haciéndolo, será más fácil reconocer que la sociedad de mercado es incompatible con el humanismo, que cuidar la fuerza legítima del Estado es un deber político-patriótico y que debemos afirmar la institucionalidad vigente para no arriesgar una nueva dictadura.

Por último, como en Chile hay que hacer alguna cita para ser tomado en serio, termino con la siguiente de mi maestro Jorge Millas: “La enajenación del hombre, en la sociedad de masas, implica la destrucción de la sociedad misma”.

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