Guerra del Pacífico

Reseña de libro
Cuadernos de Historia, N*46 (junio 2017)
Sergio Villalobos R., Premio Nacional de Historia y profesor (U. San Sebastián)
  • William Sater
    Tragedia andina. La lucha de la Guerra del Pacífico (1879-1884)
    Centro de Investigaciones Diego Barros Arana. Santiago (2016)

En un grueso volumen de más de 415 páginas, William Sater continúa su preocupación por el evento militar de 1879. Esta vez entra en la guerra misma y con una minucia sorprendente entra en campañas, batallas y combates, como asimismo en la organización o falta de ella en los tres países involucrados, y la falta de preparación. Los altos mandos son juzgados con dureza, no pocas veces con exageración, como ocurre con Juan Williams Rebolledo, que queda a la altura del suelo, calificado como "esclerótico", apático e inepto, cuyas deficiencias para el mando son conocidas desde hace mucho tiempo. Pero Sater agrega opiniones de su propia cosecha que nos dejan abismados, como ocurre al describir la incursión al Callao: "Al parecer no planeaba seriamente atacar a la flota peruana en su ancladero. El almirante era un hombre que se había puesto cada vez más protector de su propia salud y reputación, y se negaba a realizar cualquier acto que pusiese en peligro a cualquiera de las dos. Como ya se ha observado, esperaba sacar provecho de su historial de guerra para convertirse en Presidente de la República. A mediados de junio se hacía cada vez más evidente que su estrategia de perder el tiempo en el puerto de Iquique había empezado a causar hostilidad en el público. Por lo tanto tenía que hacer algo para salvar su carrera política en ciernes. El ataque al Callao tenía dos objetivos: le permitía presentarse como agresivo sin exponerse a sí mismo ni a su flota al peligro. También aumentaba su reputación como héroe de guerra. En pocas palabras, la incursión en Callao era una estratagema de relaciones diseñada para persuadir a la nación a creer que estaba dedicado de manera activa a la guerra cuando de hecho no lo estaba haciendo".

Atribuir una actitud tan bastarda al almirante parece una exageración. Simplemente es una opinión personal de carácter sicológico y moral basada en información ambigua, como es la de unas cuantas fuentes históricas. Si en la vida corriente es discutible calificar sicológica y moralmente a una persona, cuánto más lo es en el pasado brumoso.

Puede ser que además de las actitudes personales discutibles, hubiese habido circunstancias generales o específicas del momento que determinaron las decisiones y que no han llegado con claridad hasta nosotros. El profesor Sater en los comienzos de su obra se refiere a los avances efectuados en la segunda mitad del siglo XIX en el armamento y la táctica de los países europeos y de Norteamérica, mostrando que Chile, Perú y Bolivia habían permanecido ajenos a esos cambios y seguían con las viejas tendencias. Así era en términos generales, pero no puede desconocerse, según su propio relato, que algo se había hecho, aunque no de manera significante. Debió referirse de manera más específica al propósito de introducir en el campo de batalla el orden disperso en lugar del ataque en línea, el empleo de zapadores y en el caso chileno, las tareas diligentes en cuanto a máquinas y elementos ferroviarios del ingeniero Federico Stuven. Tampoco menciona la innovación de fuerzas anfibias en los desembarcos; pero en cambio se refiere de manera detallada al empleo de torpedos y al inverosímil suceso del Loa y la Covadonga.

Una preocupación especial de Sater es el recuento de soldados en los grandes choques de armas y describir hasta con detalles inverosímiles la actuación de los soldados, llegando a referirse a actos individuales.

Acertadamente el autor caracteriza a los soldados peruanos y bolivianos reclutados en forma violenta en levas forzadas, pero no insiste en forma especial en igual modalidad en el caso de los chilenos, que en una publicación anterior había caracterizado de manera un poco injusta.

Desgraciadamente, Sater no utilizó a fondo las memorias de Hipólito Gutiérrez y algún otro escrito de soldados chilenos, donde se encuentra la clave de una categoría nacional que es en gran parte la explicación del éxito chileno.

En unas apretadas conclusiones, el historiador norteamericano explica las causas del éxito chileno, que no se deberían tanto al despliegue militar como a las condiciones generales del país, lo que es bastante acertado: "Chile derrotó a sus enemigos gracias a su ubicación geográfica [cercanía del estrecho de Magallanes, que facilitó la llegada de armas], su infraestructura civil superior y sus instituciones políticas – que lograron funcionar aun durante el estrés de la guerra – y, más importante, las habilidades intelectuales y la experiencia práctica de su cuerpo de oficiales".

Faltó agregar la solidez económica y el ethos de sus dirigentes y la elite. También, la unidad racial y cultural de su población, que hacía posible la existencia de una nación- Estado.

Es indudable que el libro es un aporte, aunque a veces engorroso, a la compresión de lo que fue la Guerra del Pacífico.

Solo resta hacer una crítica a la traducción de Cristina Labarca por sus fallas en el conocimiento del castellano. Ahí están el manido "de que", el "hubieron" del verbo haber cuando se refiere a cantidad de cosas en el pretérito, la traducción de troops por tropas cuando se refiere a soldados o efectivos, y algunas otras menudencias.

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