Hambre y sed de justicia

Declaración pública
OpinionGlobal, 14.05.2015
Comisión Diocesana Justicia y Paz

En sintonía con lo señalado por el Comité Permanente de la Conferencia Episcopal en cuanto a la pérdida de confianza en las relaciones sociales y de credibilidad en las instituciones de la República, y también en nosotros como Iglesia Católica, la Comisión Diocesana Justicia y Paz declara:

1.-Estamos sintiendo vergüenza. Y también indignación, resentimiento, desprecio y desconfianza: una verdadera invasión de sentimientos negativos se ha apoderado del alma nacional, y hemos pasado del asombro inicial a un reconocimiento de la orfandad que en materia de principios morales ha caído el país. Pareciera que el eje central que durante nuestra historia republicana definió la cultura cívica –la honradez en la vida pública, incluyendo la política, la actividad empresarial, la prestación de justicia, el sistema educacional- se hubiera desviado radicalmente.

2.- Existe la percepción de que un gran número de los políticos y de empresarios de nuestro país, han violado normas de convivencia que creíamos eran respetadas. No nos referimos sólo a aquellos actos que son delitos tipificados por la ley, sino también a los de corrupción como el tráfico de influencias o la compra de conciencias. Al actuar de estas personas, inequívocamente incorrecto, muchas veces se ha agregado el agravante de la mentira o el ocultamiento, llevándolo a los tribunales, donde gracias a tecnicismos intrascendentes las partes intentan construir una verdad procesal que sirve para formas solapadas de impunidad.

3.- Descubrimos en esta mirada, centrada en los poderosos sin escrúpulos, un riesgo importante: en primer lugar, el de asignar responsabilidades que involucran al universo completo de un estamento: todos los empresarios se coluden y roban; todos los políticos son ineficientes y corruptos; todos los dirigentes gremiales son flojos y buscadores de prebendas. Eso no sólo no es cierto e injurioso: para sanar la política y la empresa, es ineficiente. ¿Qué político honrado o empresario honesto –y los hay- va a sumarse a la actividad, si deberá asumir una carga injusta para él y su familia? La madurez cívica nos exige separar y precisar quiénes merecen el repudio o quiénes el respeto y el respaldo ciudadano. Porque sin la renovación de los cuadros dirigentes, serán los mismos que causaron el desastre los que intentarán, a su modo, arreglarlo.

4.- Pero el riesgo de confinar las culpas en el estamento de los poderosos, de asimilar la corrupción sólo a los que no son como el ciudadano común, es más grave aún. Como dijimos antes, existe el peligro de anestesiarnos, y olvidar nuestras permanentes faltas a la honestidad, a nuestra escala: eludir impuestos desechando la boleta a cambio de descuentos; robar propiedad intelectual pirateando música o películas; aprovechar influencias para saltarse la fila; arriesgar vidas ajenas manejando con sólo una piscola; encareciendo el servicio al no pagar en el Transantiago. “El que es fiel en lo muy poco, también será fiel en lo mucho.” (Lc 16, 10-12)

5.- Sin embargo, lo ocurrido lleva en sí un gran signo de esperanza: la transparencia que impone la tecnología, y el más extendido acceso a la información, han permitido identificar, denunciar y empezar las diligencias para castigar a los corruptos. Si la conciencia moral no les alcanza, el temor a la justicia y al desprestigio propio y familiar hará su obra. El sentimiento de inmunidad y privilegio empieza a ser reemplazado por uno de temor y –esperamos- toma de conciencia. La determinación a denunciar las injusticias y la violación de las leyes es mucho más activa y alerta. No creemos que el problema esencial sea el de la falta de leyes: es el de decidirnos o no –todos- a cumplirlas. Y también a mejorarlas, por cierto.

6.- Nos hemos sacudido en parte la soberbia, que nos daña como personas y como colectivo social. Valoramos más a aquellos líderes de nuestro pasado, incluso bastante reciente, que hicieron de la austeridad y del auténtico servicio público una vocación, y esperamos que surjan seguidores.

7.- Una vez más, descubrimos en el Evangelio las claves para la recta conducta personal y como consecuencia, para establecer las bases de una sana convivencia cívica; Cristo insiste en centrarnos en lo esencial: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia… Felices los que tienen espíritu de pobreza” (Mt 5, 3 y ss) y “no pueden servir a Dios y al dinero” (Lc 16,13). La opción sigue abierta para todos.

Carlos Bravo, profesor universitario,  ex intendente Región de O´Higgins.

Alamiro Carmona, abogado, ex gobernador de Cachapoal, ex Seremi de Justicia.

Álvaro Covarrubias,

Gonzalo Díaz, arquitecto y presidente regional de la CCHC.

Francisco Duboy,

Luis Fernández, dirigente político.

Ramón Esteban Galaz,

Alejandro Goic, obispo de Rancagua.

Julio Jalil, dirigente sindical. Presidente Sindicato N°7, División El
Teniente

Carlos Klammer, embajador del Servicio Exterior de Chile

Mario Márquez, abogado, especialista en DDHH.

María Estrella Montero, alcaldesa de Olivar

Cecilia Piotrowski, médico geriatra.

Carola Quesney, periodista.

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