La preocupante situación de Chile y de su imagen internacional

Editorial
OpiniónGlobal, 05.05.2015

El país está experimentando una compleja situación interna, fruto de la crisis de confianza creada por la extendida corrupción política, que está afectando también a nuestra imagen internacional. Frente a ello, da la impresión que el gobierno y la Nueva Mayoría (NM) está aplicando la "política del avestruz"; esto es, de acuerdo al refrán popular, esconde la cabeza bajo tierra para rehuir una situación peligrosa o no enfrenta un problema.

En el ámbito interno, queremos consignar un hecho obvio pero poco perceptible: el amplio triunfo conseguido por el gobierno en las elecciones presidenciales de 2013 (62%), no fue un cheque en blanco de los votantes para el programa de la NM, sino más bien un apoyo a la figura entonces inmensamente popular de Michelle Bachelet. Hay que reconocer que los electores no se preocuparon de "leer la letra chica" del programa y se dejaron llevar por la buena imagen de la ex presidenta. De lo contrario, no se entiende que ahora el apoyo y la confianza en la presidenta haya experimentado un significativo retroceso.

Otro punto que ahora se advierte con mayor claridad es que, si en su primer mandato la presidenta fue "blindada" por dirigentes experimentados de la Concertación, en el segundo ella se ha rodeado de gente de su entera confianza (más joven y menos experta), que le permiten imponer su propia agenda. Es por eso mismo que ella no ha querido hacer un cambio de gabinete, ya que colocar figuras de mayor peso y de la "vieja guardia" (Concertación?) la debilitaría en lo personal y podría abortar su plan original.

He aquí la clave de la cuestión. Lo que hoy conocemos como la NM, no es otra cosa que el intento político de una izquierda rupturista por refundar el país (la "retroexcavadora"), no solo cambiando todo lo bueno que se había hecho en los gobiernos anteriores, sino emprendiendo (con mucha improvisación) varias reformas estructurales simultáneas. El frenesí del gobierno por proponer proyectos de ley en distintas áreas (tributación, educación, electoral, laboral y constitucional), ha significado hasta ahora la mayor apuesta por cambiar el modelo de desarrollo que tantos beneficios le ha reportado al país.

Y, cuál ha sido el resultado? En menos de un año, el país se encuentra casi estancado económicamente, con poca confianza de sus empresarios y de los inversionistas extranjeros, en un ambiente de creciente polarización política y de crispación social, así como paralizado ante una corrupción que campea por todas partes. Al principio, la NM azuzó la denuncia pública del caso Penta ("caiga quien caiga"), pero -al ampliarse la investigación a otras empresas y sentirse también afectada- llamó a cuidar la honra de las personas y ahora aplica un "pacto del silencio".

Es más, el discurso presidencial por cadena nacional para tratar el tema de la financiación de la política en qué terminó?  No obstante asumir una serie de medidas propuestas por la comisión Engel, se ha buscado desviar la crisis de confianza hacia un "proceso constituyente", sin especificar si estamos hablando de reformas constitucionales o de una nueva  Constitución, de si el procedimiento será a través de una Constituyente o del Congreso. Se abre una incógnita en el peor momento para volver al punto de partida de la NM: Hay que cambiarlo todo.

Qué nos está pasando? La verdad sea dicha, el gobierno está tan empecinado con la retórica de sus reformas que ha perdido contacto con la realidad. No transa con sus objetivos ("no hay paso atrás") y tampoco enmienda sus errores. La NM se mantiene rígida, porque no escucha la voz de la gente en las encuestas y rechaza tanto los planteamientos opositores como los consejos de sus propios pares más avezados. La cuestión que no entiende es que los chilenos no quieren el cambio por el cambio y no quieren perder lo que una pujante y empoderada clase media ha ganado en las última décadas. Además, inmensa mayoría de los chilenos están aburridos de las ideología y quieren soluciones a cosas prácticas y tangibles: fuentes de trabajo, acceso a una buena educación, mejor salud, mayor seguridad, Estado de Derecho en la Araucanía, atención de las peticiones de pascuenses, energía más barata, más embalses para afrontar la sequía, mejor infraestructura para mitigar las catástrofes naturales y rapidez en la reconstrucción de las mismas, combatir la corrupción y los abusos, y liderazgo para salir de la presente crisis.

En el plano internacional, la gestión de gobierno no ha sido mejor, reflejando las mismas dudas planteadas en el ideologizado proceso interno. Lo peor es que la mala situación chilena está mermando el bien ganado prestigio internacional del país. Nuestra Cancillería tampoco ayuda a neutralizar los problemas de imagen, porque -en los hechos- ha dado un giro ideológico a la política exterior. Veamos algunos ejemplos:

(i) Una dedicación casi exclusiva a los problemas vecinales ("vecinización" de las relaciones exteriores), porque ello reditúa políticamente en el plano interno;

(ii) Una confusión conceptual y práctica entre el aperturismo de la Alianza del Pacifico y el proteccionismo del Mercosur, pretendiendo una convergencia más retórica que real y empleando el eufemismo del "Atlántico y el Pacífico";

(iii) Un gradual desperfilamiento de Chile en la región, marcado por la irrelevancia de la OEA, la falta de peso de la Celac y nuestro sometimiento a una Unasur "chavista"; y por sobre todo

(iv) Un abandono de los principios más caros de la política exterior chilena (la defensa de la democracia y la protección de los derechos humanos), cuando la Presidenta recibe a la hija de Raúl Castro o añora su estadía en la RDA y se niega a recibir a las esposas de los dirigentes venezolanos encarcelados o a una famosa bloguera cubana.

Para remate, con el gobierno de la NM se está experimentando una creciente y continua politización del Servicio Exterior chileno, a consecuencia de lo cual se observan cosas inauditas: Un embajador político, que dijo algo políticamente incorrecto, fue ratificado en su puesto; un agregado deportivo que dijo algo políticamente correcto, fue destituido;  una defensa chilena frente a la demanda boliviana en la CIJ excesivamente "legalista" no cuenta siquiera con una buena asesoría de funcionarios de carrera; y una  política exterior chilena totalmente pasiva frente a la violación sistemática de los derechos humanos y de las libertades fundamentales en América Latina. En el caso extremo de Venezuela, la política exterior chilena pareciera estar condicionada por el rol del PC en la NM, o bien, no ha tenido el coraje para seguir la lección española de encarar a un gobernante "matón" (Maduro).

Es de esperar que nuestra presidenta muestre liderazgo para salir de la actual crisis política, que la NM no se olvide de la importancia de los consensos y de la política de acuerdos, y que el espíritu fundacional que los guía no se traduzca también en una reforma intervencionista y definitiva del Servicio Exterior chileno.

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