Las buenas expectativas en torno a PPK

Columna
El Líbero, 13.08.2016
Juan Salazar Sparks, cientista político, embajador (r) y director ejecutivo de CEPERI

pedro

El nuevo Presidente del Perú, popularmente conocido por la sigla PPK, no sólo destaca como un líder correcto, ilustrado y capaz, sino que ya -al poco tiempo de asumir- ha estado entregando señales positivas respecto de América Latina y de nuestro país.

 

Las banderas del liberalismo

Una primera señal dada por PPK es que ha llegado para rescatar la vigencia de la economía social de mercado, teniendo los atributos suficientes (pro empresa, pro inversión, pro crecimiento y pro país), para que ganemos todos en la región. Él está levantando hoy las mismas banderas del regionalismo abierto que Chile había liderado en las últimas décadas y que la Nueva Mayoría (NM) ahora está abandonando.

Como bien lo dice el laureado Mario Vargas Llosa, Perú va “por el buen camino”. Sí, porque ha sido una de las naciones latinoamericanas que más ha crecido y que más inversiones ha atraído, a la par de ser un país donde se respetan las libertades y donde “funcionan la diversidad política, el pluralismo y la coexistencia en la diversidad”. La imagen internacional de Perú nunca ha estado mejor que con PPK.

No cabe duda que el Perú de PPK le dará un renovado impulso a Alianza del Pacífico en su proceso de profundización comercial y de integración regional, siendo el acercamiento de Argentina y su futura incorporación un objetivo inmediato del referido bloque. Esto, obviamente, contrasta con la lamentable situación del Mercosur, aquejado por los últimos estertores del populismo chavista.

 

Una diplomacia profesional

Una segunda señal del nuevo mandatario peruano tiene que ver con su visión en materia internacional. Para ello, los primeros nombramientos de Canciller, Vicecanciller y principales embajadores peruanos (todos diplomáticos de carrera) es muy indicativo. La designación del experimentado Ricardo Luna Mendoza (ex embajador en Washington y ex representante permanente en la ONU) como canciller es una muestra clara de que se retornará a la institucionalidad de Torre Tagle, abandonada por arrebatos presidencialistas o por inoportunos humores anti-chilenos en razón de la coyuntura política interna (Humala). Ya, en su primer discurso, el embajador Luna ratificó que el Presidente había apostado por un servicio profesionalizado, al nombrar en puestos claves a distintos embajadores de carrera enfocados en la integración económica y en la concertación política con los países vecinos.

A Luna lo secundará como Vicecanciller el embajador Néstor Popolizio Bardales (ocupó antes el mismo cargo), quien explicó que el centro de su trabajo será “atender con más sensibilidad a la comunidad migrante peruana”, así como priorizar la meritocracia en la carrera diplomática. Todo esto suena a música celestial para muchos expertos nacionales que ven en la actual Cancillería chilena un fenómeno de alta politización y aguda desprofesionalización.

 

Defensa de la democracia y los derechos humanos

Una tercera señal dice relación con los principios de su política exterior. Como lo ha señalado también Vargas Llosa, frente a la cobardía de tantos gobiernos latinoamericanos que mantienen una neutralidad cómplice respecto de la tragedia venezolana, la posición de PPK podría definirse como de “mano férrea en guantes de seda”. Es decir, él estima que es obligación moral para todo gobierno democrático apoyar a la oposición y a los presos políticos venezolanos que luchan para recuperar su libertad contra “una dictadura cleptómana, de narcotraficantes, que representa un pasado de horror y de vergüenza en América Latina”.

El presidente peruano buscará apoyarse en colegas como Macri y Santos para empujar en esa dirección, a pesar de los intereses globales de Malcorra y los problemas de paz y seguridad del colombiano. El chavismo lo rechazará con su habitual vulgaridad y en compañía de monigotes como Evo y Ortega. Y, como es su costumbre, los gobiernos del Frente Amplio y de la Nueva Mayoría mirarán para el costado para así no comprometerse. Pero está claro que Kuczynski será un actor con convicciones que buscará empoderar a la OEA para velar por los casos más emblemáticos de violaciones en la región: la represión interna y los migrantes cubanos en Colombia y América Central; los derechos de la oposición frente al autoritarismo nepotista nicaragüense; y el revocatorio y los presos políticos venezolanos.

 

¿Hacia una integración bilateral profunda?

Por último, siendo también un hombre pragmático y realista, el mensaje de PPK es que buscará un punto de inflexión en la relación con Chile. Una suerte de borrón y cuenta nueva, o bien, un “reseteo” en los vínculos bilaterales (al decir de Álvaro Vargas Llosa). De ser efectivo aquello, dos de las tres piezas de nuestro rompecabezas vecinal (Macri y PPK) estarán en una posición favorable a la integración regional, ya que el tercero (Evo) es un bolivariano sin arreglo.

Nuestro ex embajador en Lima, Fabio Vio Ugarte, ha destacado en estas mismas páginas que ya existe una integración profunda entre Chile y Perú, expresada a través de la inmigración, las inversiones, el comercio, el turismo, las relaciones culturales y “las desconocidas pero significativas vinculaciones castrenses”, lo cual sería mérito especial de la sociedad civil en ambos países que ha sabido superar las diferencias políticas.

Hoy, se podría agregar la cooperación energética, pues como lo dijo el propio Presidente Kuczynski  en conferencia con la prensa extranjera “ya están avanzadas las discusiones de una línea de transmisión entre el sur del Perú y el norte de Chile que conectaría el sistema peruano con el chileno”. El embajador Vio nos recuerda que, hasta hace poco, éste era un tema muy sensible por razones de un mal entendido nacionalismo.

En conclusión, el interés del jefe de Estado peruano por la posible venta de energía a nuestro país y por alcanzar una relación fluida y amistosa con Chile, constituye un paso muy importante. Con ello, se podría abrir un nuevo y favorable escenario en la subregión, desde el momento en que nuestra frontera norte con Perú adquiriría (para el futuro desarrollo de nuestros países) un valor geopolítico muy superior al de negociar un eventual corredor boliviano, que significa interponer la soberanía de un tercero, que sólo afectaría la relación con el primero y acarrearía mayores problemas con el vecino que -precisamente- no cree en la integración.

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