Opinión OpinionGlobal, 12.05.2016
¡La pillamos! Así como usamos el eufemismo “chilensis” de las leyes “cortas” ¿Por qué no usar también el eufemismo de la constitución 'corta'? Claro. Por ahí va la cosa. Este es el plan.
Una constitución nueva de verdad requiere un esfuerzo enorme, una gran especialización en una serie de temas que pocos entienden aunque a todos impacta; requiere de mucho tiempo, concentración y comprensión de lectura, sobre todo de nuestros parlamentarios que la deberían votar en definitiva. También requiere de un diseño muy complejo donde hay que complementar una serie de conceptos, con reglas y prácticas jurídicas que obligan a ser muy cuidadosos en lo que se escribe y se propone. Se supone que una Constitución debe durar muchos años, porque andarla cambiando cada dos o tres años sería poco serio (aunque ya saldrán aquellos que pontifican que ahora las cosas duran mucho menos).
Además, es tan complejo el contenido de una constitución de verdad, que requiere de especialistas que sepan leer el contexto político de la sociedad toda; el signo de los tiempos; las tendencias mundiales en una serie de materias; la incorporación de diversos temas valóricos nuevos; la incorporación de los nuevos derechos y de las viejas obligaciones; las adaptaciones modernas de los tres poderes del Estado (si es que queremos tres); etc. En definitiva un tremendo y sofisticado campo de discusión que requiere mucha preparación y estudio para saber qué se puede proponer y cómo.
Por eso, y por norma general, las constituciones evolucionan en el tiempo, mediante la incorporación paulatina de los nuevos signos de los tiempos. Pero nunca haciendo borrón y cuenta nueva. Salvo en los países poco serios; con líderes populistas, poco democráticos (por decir lo menos); con generales agachados por el peso de las medallas ganadas en los salones y con pueblos sumidos en la ignorancia.
En resumen, una nueva Constitución como se debe, se traduce en un proceso muy complejo, especializado y de larga discusión.
Pero la promesa de una nueva constitución para Chile no ha sido lanzada al aire meramente. Hay que aterrizarla porque fue una “promesa de campaña”. Estaba en el Programa y punto. ¿Cómo hacerlo entonces? ¿Para qué?
Discutiendo y elaborando una Constitución Corta. Sí, tal como suena.
Primero, se forma un consejo de personas conocidas del País (mejor dicho de la tele, principalmente) de diversas actividades, para que “asesoren” a la Presidenta en la conversa general del tema (cualquiera sea lo que aquello significa).
Luego se fomentan reuniones entre vecinos, socios de clubes deportivos, familiares, vecinos del barrio, etc., para conversar sobre aquellas cosas que les gustaría que estuvieran en la Constitución. Hay que generar la percepción de que “todo Chile está conversando y preocupado del tema”. Son los llamados “sueños”. Sobre todo aquellos derechos que les mejorarían notablemente la calidad de vida a todo el mundo y sin mayores costos: derecho a la educación; al pago de una vivienda familiar; a un empleo estable; a la salud; a la justicia expedita y sólida; a la vacunación masiva de las mascotas; al derecho a soñar; al estacionamiento gratis en los malls; a la TV cable; a la energía domiciliaria (si las aguas van a ser del Estado también la energía que se genera con ellas debe ser del Estado y, por ende, gratis); al deporte y la cultura (incluyendo los grafittis); a los feriados con sandwich; al transporte; a los créditos comerciales; a la cirugía “correctiva” (como se dice hoy día); mitad más uno para cualquier ley; etc. ¡Tantas ideas que se nos vienen a la cabeza para realmente poder vivir en un país mejor! Y, como son derechos sociales (así se llaman ahora), deben ser garantizados por el Estado. Vale decir: gratis.
Todo lo anterior se va anotando en hojas en blanco, según explicó el Ministro especialista a cargo del tema y, una vez llenas, se hacen llegar a unas reuniones más ampliadas, provinciales y regionales. Y ahí tenemos una lista interminable de “visiones” y “sueños” de todos los participantes. Y en unos 4 meses ya tenemos las bases para una nueva Constitución. Unos 340 tomos de conclusiones. Y directamente desde la cabeza de la gente, no de los especialistas. Eso sí que es valioso.
Por supuesto que no se va a discutir en el Parlamento ni se va a votar en este período presidencial; ni tampoco en el próximo. Pero si va a acaparar a la prensa en forma sistemática; con discusiones políticas interminables si participar o no; si “nos restamos al proceso”; si es un fraude disfrazado; si es una estrategia de las elites y del “modelo extractivo” para evitar los cambios; etc.
Como resultado, el Gobierno presenta un borrador final sobre la Constitución Corta, para que sea votada en el Parlamento y de “cara a la ciudadanía”. La Constitución Corta por supuesto está llena de derechos sociales. De eso se trata. Pero se debe votar ahora, porque es lo que la gente pide en forma urgente (o sea, gratis).
Veo al Gobierno empujando la Constitución Corta, como símbolo de la modernidad, y a la oposición exigiendo más seriedad en el diseño y discusión de una Constitución de verdad (larga), como símbolo de lo retrógrado. Y ahí se produce una discusión fenomenal, mientras avanzan los plazos para la elección presidencial. Y esta discusión pasará a ser verdaderamente el tema de la campaña: los que están por la Constitución Corta, y los derechos sociales ahora (los Progre); o los que están por la Constitución Larga; por la discusión seria, con sus derechos y sus obligaciones (los momios). Blanco o negro.
Pero, entendamos de una vez por todas la parte clave del plan que proponemos: lo que importa es el proceso, no el resultado.
Y al proceso le llamaremos la Constitución Corta. Esto es, que sólo se discutirá en aquellos aspectos que el grueso de la gente entienda y los movilice. Para eso se requiere un nivel intelectual necesario que suele encontrarse en un reality o en un Matinal de la TV. Pero la Constitución Corta es por ahora. Ya vendrá la Constitución Larga. Como las leyes idem.
En otras palabras, la Constitución Corta será de verdad el próximo Programa Presidencial de la NM, discutido por un grupo menor de ciudadanos, ampliado por los medios, confeccionado por “todos los chilenos” y financiado por la vía de campañas de interés nacional, como el mosquito Zika. O sea, financiado por todos nosotros.
Genial de verdad. ¡Machiavelo se sentiría un inútil al lado de este plan!