Permanencia del neoconservadurismo en la clase política estadounidense

Matías Salazar H.[*]

Con la caída de la Unión Soviética y el término de la Guerra Fría se pensó, erróneamente, que los argumentos neoconservadores en Washington caducarían. Con posterioridad, y tras ser sentenciados como incitadores de la costosa y duradera guerra en Irak, pareció que perderían su influencia en la formulación de la política exterior de la Casa Blanca. Sin embargo, los ‘neocons’ llevan más de 40 años en la esfera política norteamericana y, con la proximidad de las elecciones presidenciales de 2016, no planean todavía bajar los brazos.

El concepto de ‘neoconservadurismo’ en los EE.UU., floreció como reacción a la derrota en la Guerra de Vietnam y sus efectos negativos en la política exterior a fines de los años 70, con el fin de estigmatizar a un grupo de intelectuales neoyorquinos, entonces centrados en asuntos domésticos del momento (eran críticos de los movimientos sociales izquierdistas), foco que más tarde volcarían hacia la agenda de la política externa.

Reconocidos inicialmente como los ‘Scoop Jackson Democrats’ (por el nombre del senador demócrata conservador), pretendían reaccionar contra el surgimiento de la nueva izquierda norteamericana y la impronta neoaislacionista que marcaron en la política exterior. Sus objetivos ideológicos eran volcar al partido demócrata más hacia el centro, implementando programas progresistas y adoptando una renovada agenda internacional anti-comunista, con énfasis en la promoción y defensa de los DDHH y en el cambio de los regímenes totalitarios (Vaisse, 2010).

A raíz de esto, los 'Scoop Jackson Democrats' dejaron a los demócratas, cruzaron la divisoria partidista y se acercaron al republicano Ronald Reagan (también un ex demócrata), quien colocó a varios personeros neoconservadores a cargo del manejo de su política exterior con su célebre retórica del Evil Empire ("imperio perverso") para ilustrar a la URSS y la expansión mundial del comunismo. En Reagan, vieron un líder carismático y fuerte capaz de no sólo contener sino combatir el comunismo mundial a través de lo moral en la política exterior y su respaldo en fuertes gastos en defensa (Grondin, 2006). A luz de lo anterior, esta segunda camada se considera como la fundadora ideológica de la asertiva política exterior neoconservadora norteamericana actual.

Los neoconservadores actuales se remontan al surgimiento de una tercera ola en los años 90. Con figuras populares entre los pensadores norteamericanos tales como: Douglas Feith, Bill Kristol –hijo de Irving Kristol, reconocido como el padre fundador del pensamiento neoconservador–, Robert Kagan y Max Boot, entre otros. Estos surgen bajo un contexto internacional distinto, dado el posicionamiento de poder sin precedentes de EE.UU. como consecuencia del desmoronamiento del Imperio Soviético. El resultado es un sistema mundial unipolar basado en el gran potencial militar y económico de los Estados Unidos (Pax Americana).

El individuo neoconservador es fiel admirador de la ‘grandeza’ estadounidense en el mundo y busca propagar tanto los valores fundacionales del país (excepcionalismo norteamericano) como también evitar un cambio en la balanza de poder. Esta ideología se puede resumir en 4 grandes principios de una activa política internacional intervencionista:

  • Internacionalismo, dogma básico del neoconservadurismo. Promueve un rol activo de los EE.UU. en el sistema internacional y evitar a toda costa el aislacionismo que el "síndrome" de Vietnam y la nueva izquierda impulsaron en el pasado;
  • Primacía, en cuanto a un ordenamiento global bajo la tutela de EE.UU. Por ello, plantean que EE.UU. es la única nación indispensable, así como el concepto de ‘imperio benevolente’ (Kagan), donde la hegemonía norteamericana es benigna y favorable para el bienestar de los demás estados, porque se busca liberalizar y propagar la democracia en vez de dominar y explotar terceros países;
  • Unilateralismo/Militarismo, como predisposición para utilizar la fuerza. La presencia de unas FF.AA. potentes sirve para promover el poderío militar como un medio para conseguir fines, aunque invalidando -simultáneamente- la legitimidad del derecho internacional y de sus instituciones cuando éstas se interponen a los intereses estadounidenses; y
  • Moralismo, en la promoción y defensa de los valores integrales que fundan la cultura norteamericana (democracia y derechos humanos). Este principio es reconocido por algunos como el ‘Wilsonianismo en botas’, al intentar liberar y democratizar mediante el uso de la fuerza si es necesario.

Desde sus comienzos, el neoconservadurismo ha alimentado, respaldado y mediatizados sus fundamentos mediantes ideas provenientes tanto de revistas (Commentary Magazine, WorldAffairs, entre otras) como de Think Tanks (American Enterprise Institute, Project for the New American Century o PNAC y el más reciente Foreign Policy Initiative). Sin embargo, entre éstos cabe resaltar el PNAC, debido a su activo rol durante el primer mandato de Bush hijo en la Casa Blanca. En efecto, el PNAC se convirtió en el ‘centro de operaciones’ de la corriente neoconservadora en un momento culminante tras los atentados del 11 de septiembre.

La publicación del trabajo “A Clean Break: A New Strategy for Defense Planning Guidance”, co-redactado por Paul Wolfowitz, marca los orígenes de los paradigmas ideológicos del PNAC. Dicho memorándum, estipulaba la necesidad de adoptar una política exterior asertiva, entre otras cosas derrocando al dictador Saddam Hussein para erradicar el ‘mal’ en el Medio Oriente. De hecho, durante la segunda administración de Clinton se publicaron dos cartas –una al presidente y la segunda al Congreso– sugiriendo la adopción de una política de prevención y abogando por la destitución de la dictadura en Irak.

Esta evidente cercanía con la lucha contra el terrorismo de George W. Bush, se tradujo -en definitiva- en que 9 de los 25 fundadores del PNAC fueran designados en altos cargos de su primera Administración, sobre todo en las áreas de política exterior y defensa: Abrams, Armitage, Perle y Wolfowitz (subsecretario de defensa). Así, los 'neocons' se instauraron como eje de la política exterior después de los atentados en Washington y Nueva York, poniendo en marcha sus doctrinas de 'guerra preventiva' y ‘Guerra contra el Terror’.

En el círculo íntimo de toma de decisiones que edificó dicho equipo en política externa, destacarían las cabezas de Condolezza Rice (Estado), Donald Rumsfeld (Defensa) y Dick Cheney (Vicepresidencia). Si bien estas figuras eran consideradas más bien 'realistas políticos', todas eran cercanas al mundo neoconservador: Rumsfeld contaba con la asesoría directa de Wolfowitz; Lewis Libby (prominente académico neoconservador) fue consejero del Cheney; y lo propio haría Stephen Hadley con Condolezza.

El neoconservadurismo se diferencia del realismo político de los conservadores ortodoxos, en que mediante el irrestricto respaldo al moralismo exacerba una aproximación internacional basada más en los ideales (Libby, 2015 y Muravchik, 2007). Además, en contraste a lo que muchos creen, el neoconservadurismo no cuenta con una plataforma electoral concreta, tampoco se cobija dentro de una premisa religiosa o económica sólida (Vaisse, 2010). Más bien, se trata de una elite político-intelectual que se caracteriza por sus lineamientos ideológicos en materia de política exterior (internacionalismo, primacía, unilateralismo/militarismo y moralismo). De hecho, Irving Kristol argumentaba que el término ‘neoconservador’ connota más bien una sensibilidad que una tendencia o un movimiento político sólido (Grondin, 2006).

Actualmente, la afiliación política se ubica formalmente dentro del Partido Republicano, aunque las características recién mencionadas facilitan cierta versatilidad política transversal; es decir, sus premisas pueden ser adoptadas por cualquier personaje del espectro político. Hillary Clinton, por ejemplo, actual candidata por el Partido Demócrata (presidenciales del 2016), repudia el supuesto apaciguamiento de la Administración Obama en asuntos internacionales (por la inminente decadencia norteamericana), tanto por ceder a presiones en Ucrania y en el Mar de la China Meridional como por emprender las negociaciones con Irán y Cuba.

Por otra parte, los neoconservadores condenan la negociación del acuerdo nuclear en paralelo con el autoritarismo árabe (anti-norteamericano y relacionado a redes terroristas) y, para ellos, es impensable ceder a presiones extranjeras que abran la puerta a nuevos rivales (Rusia y/o China) amenazando la preeminencia de EEUU en el orden global. Por ende, se pronostica que la ex Secretaria de Estado y actual candidata presidencial –quien votó a favor de la guerra en Irak, apoyó la moción de enviar armamento a los rebeldes en Siria, tiene un fuerte apego geopolítico con Israel, desdén por las negociaciones con Irán, y defiende la idea de promover la democracia en el mundo– escribirá su agenda de política exterior con tinta neoconservadora. Tanto así, que en un artículo del The New York Times, Robert Kagan –a quien lo tildan de posible funcionario en una eventual Administración de Hillary– ha declarado que se siente "cómodo con ella en materia de política internacional…".

Por otro lado, Jeb Bush –candidato republicano a la Casa Blanca para las elecciones del 2016– mencionó en unas declaraciones a Fox News en febrero del presente año, que dentro de su equipo especializado en política exterior incluiría a Paul Wolfowitz y a Stephen Hadley. Ambos son los polémicos burócratas que formaron parte del círculo íntimo de su hermano durante el proceso decisorio de invadir Irak en 2003.

Desde la emergencia del school of thought ("escuela de pensamiento") neoconservador en EE.UU. a fines de la década de los 70, éste ha permanecido presente como una voz en el Congreso en los debates sobre el manejo de la política exterior del hegemón norteamericano. Si bien han habido periodos en los cuales los 'neocons' se han mantenido marginados del cenáculo del poder político (ocupación de Irak), con todo esta ideología se ha mantenido presente como alternativa escuchada en Capitol Hill. Es más, desde el fin de la guerra fría, y ante la inevitable emergencia de nuevas potencias rivales, ciertos principios del neoconservadurismo se han constituido en parte integral del pensamiento geopolítico de Washington. Ahora, y ad portas de las próximas elecciones presidenciales (con Hillary y Jebb como los mejores argumentos para llegar a la Casa Blanca), el neoconservadurismo pareciera retomar la fuerza que una vez perdió.

 [*] Cientista político de la Universidad Diego Portales y co-editor de OpinionGlobal

 

Referencias Bibliográficas:

-Dolan, Chris J. y David B. Cohen (2006) “The War About the War: Iraq and the Politics of National Security Advising in the G.W. Bush Administration’s First Term” en Politics & Policy. 34, número 1, pp. 30-64.

-Grondin, David (2006) “Mistaking Hegemony for Empire: Neoconservatives, the Bush Doctrine, and the Democratic empire” en International Journal. 61, número 1, pp. 227-241.

-Heilbrum, Jacob (2014) “The Next Act of the Neocons” en The New York Times [04.05.2014]. En línea, disponible en: <http://nyti.ms/1oygaN5>

-Kristol, W. y Robert Kagan (1996) “Toward a Neo-reaganite Foreign Policy” en Foreign Affairs.75, número 4, pp. 18-32.

-Libby, Lewis (2015) “Neocons who once toasted success now under siege: Supporters of the war believe their Iraq plan was” en Defend Democracy [04.06.2015]. En línea, disponible en:<http://bit.ly/1MoCWoj>

-Vaisse, Justin (2010) “Why Neoconservatism Still Matters” en Foreign Policy at Brookings.Número 20, pp. 1-11.

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