¿Qué hace Chile sin cobre?

Jaime Undurraga M.[1]

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(www.radio.uchile.cl)

¿La respuesta? En realidad al día de hoy muy poco. Y en el mediano plazo también muy poco.

Para entender bien el contexto de esta pregunta, veamos primeramente algunas cifras (Patricio Meller en La viga maestra y el sueldo de Chile, Uqbar Editores, Santiago 2013):

Si se toman los datos entre 1990 y 2011, las exportaciones de Cobre aumentaron 11 veces, alcanzando casi 44 mil millones de US$

Su aporte al Fisco subió de 1.000 millones de US$ a 12 mil millones en 2011

El incremento de las exportaciones cupríferas ha permitido un enorme aumento  de las reservas internacionales hasta el 2011 a casi 22 mil millones de US$

El 2011, la Pequeña Minería exportó 3.505 millones de US$. Más que cualquier otro sector de la economía nacional, fuera del cobre(salmón US$2.197 millones; vino US$1.696 millones; uva US$ 1.444 millones)

Según cálculos de Meller a 2011, si el aporte al fisco del sector Cobre bajara a la mitad y se quisiera mantener el mismo nivel del gasto público, se debía aumentar la recaudación de impuestos en un 2% del PIB, esto es un aumento del IVA al 23% y un aumento del impuesto a las empresas al 35%. Gracias al Cobre los chilenos pagan menos impuestos. Me imagino que dichas cifras no cambian radicalmente a la fecha.

Se podrían citar una serie de otros indicadores que demuestran la importancia clave del Cobre en nuestra economía.

En resumen, hoy día la industria del Cobre es mucho más importante para Chile que hace 20 años. Y lo seguirá siendo.

Por eso es importante analizar los diversos escenarios respecto del precio del Cobre. Con precios altos del Cobre la sociedad chilena puede consumir cada vez más bienes, demandar mayores servicios al estado y pagar menos impuestos.

Si pensamos en un Chile con un precio del Cobre a US$4 c/libra o en un Chile con un precio de US$1c/libra, estamos pensando en dos países diametralmente distintos. Y el último, dramáticamente distinto.

En el libro de Meller, se demuestra que los efectos del Cobre sobre la macroeconomía son fundamentales. Es el principal generador de divisas y el segundo componente de los ingresos fiscales. Además es el proveedor de los recursos para lograr los equilibrios macroeconómicos y de los Fondos Soberanos. Las exportaciones de Cobre constituyen  y seguirán siendo, el motor del crecimiento de la economía chilena.

Sin embargo,  como ya lo dijimos en otra oportunidad (OG Review, Julio Nº12) estamos frente a un fenómeno extraño: pese a ser el Cobre el que nos ha permitido crecer al ritmo de los últimos 30 años y permitiría dar el salto hacia el desarrollo, la sociedad chilena no lo sabe, no se da cuenta o no le da importancia. Es más, se piensa negativamente de la industria del Cobre. La ignorancia de la mayoría de los chilenos sobre esta industria es abismante, a todo nivel.

Y ello no sólo ocurre en la sociedad en general. También en los gobiernos pasados y presente. Basta ver la irrelevante posición y presupuesto que tiene el Ministerio de Minería dentro de la estructura del Estado. Para los gobiernos de turno la gran política respecto al Cobre ha sido, sin excepciones, aumentar la recaudación fiscal y punto.

A todo lo anterior, se suma una inexistente o muy deficiente política comunicacional del sector y de las empresas que lo componen. Siempre las grandes empresas extranjeras han buscado el bajo perfil, lo cual es como esconder un elefante debajo de una pantalla de lámpara. Basta observar las discusiones a raíz de la imposición del Royalty en el Congreso (Mayo, 2005). ¿Quién defendió al sector? Nadie.

Pero el objetivo de estas reflexiones es otro. Volvamos al título.

¿Qué es Chile sin Cobre? ¿Qué podemos hacer Chile para reemplazar al Cobre? ¿Estas reflexiones sólo nos van a surgir cuando estamos en el ciclo de precios bajos o deberíamos tener una discusión a fondo y permanente sobre el tema? ¿Quién puede dirigir dicha conversación? Sin duda que esta sería la discusión política más de fondo que los chilenos deberíamos enfrentar sobre el futuro; sobre el País que queremos.  Además, creo que  no va a ser como la histórica  y tradicional discusión política sobre el manejo de los recursos del Cobre en Chile, que ha sido siempre ideológica: sobre la propiedad del recurso.  Será una discusión nueva, porque los problemas que enfrenta la gran minería y el País son distintos a los que enfrentaba hace muchos años atrás. En 30 o más años, el tema de la propiedad de los recursos no será el centro de la discusión. La discusión estará más centrada en los procesos, independiente de la propiedad, y de qué hacer con los excedentes (OG Review, Julio 2015, Nº12). Pero dicha discusión no existe ni tampoco se ven muchos actores preparados o interesados en llevarla adelante con una visión de País. Eso es lo grave.

No se trata sólo de analizar con qué reemplazamos el Cobre (que no será posible -hasta ahora- por los próximos 50 años) sino qué otras actividades podemos potenciar para que el metal no sea tan preponderante en nuestro futuro. Porque  se estima que el Cu seguirá siendo más del 40% de nuestras exportaciones en 50 años más (Meller).

Se habla de diversificar la estructura productiva del país, en sectores donde hay ventajas comparativas (acuicultura, energía, servicios). Y está bien.  Pero para poder hacer más sofisticada nuestra canasta de bienes exportables se requiere – según el Ministro de Economía – invertir en formación de capital humano, aumentar la Investigación y Desarrollo y fomentar el emprendimiento. Para ello, según el ministro, la reforma educacional es fundamental (La Tercera, 14/1/2016). Como declaración general, no podemos estar más de acuerdo. El problema es el cómo, con quién y con cuánto.

Cuando se instauró el Royalty para la gran Minería el 2005, su objetivo central fue financiar el Fondo de Innovación para la Competitividad que se crearía.

El Presidente Lagos mencionaba en su discurso al respecto: “Con este impuesto derivado de la extracción minera podemos generar un fondo para la investigación, la ciencia y la tecnología y ese recurso que estamos creando, de conocimiento, sí es renovable”.

Al 2015, la recaudación por el Royalty minero alcanzó a US$ 6. 639 millones. El presupuesto para la innovación que se utiliza por el Ministerio de Economía, CORFO, CONYCIT y Agricultura, llega sólo a los US$200 millones.

No es por nada que observamos la discusión en curso por la situación de la ciencia en Chile y los recursos e importancia que el Gobierno le ha dado.

¿Cuánto se ha invertido en el tema? Casi nada. ¿Quién se debiera encargar del tema? ¿El Ministerio de Minería? No tiene ninguna capacidad. ¿El Ministerio de Economía? Sí, pareciera que es el que lleva el tema de la Investigación y desarrollo. Pero  tampoco ha sido capaz de lograr los fondos del Royalty para dichos efectos. ¿Invertir fondos cuantiosos en la formación de capital humano? Sin duda que una reforma de la educación es absolutamente necesaria. Pero ¿Y la que está en curso con todas sus interrogantes, improvisación, debilidades de diseño y de gestión, se refiere en algo a este tema? Para nada. ¿No era el momento – durante “las vacas gordas” -  de desarrollar los mejores establecimientos de educación técnica-profesional, insumo clave de la minería de hoy y del futuro? Tampoco.

Si queremos potenciar otros sectores, como el de los servicios ¿Tenemos la orientación al cliente que dicho sector exige? A mi juicio ella es casi nula en Chile, salvo honrosas excepciones. Por tanto el cambio cultural requerido en este sector en Chile es monumental y la capacitación necesaria enorme. Sin duda se puede iniciar el cambio pero ¿Quién lo empuja? ¿Quién lo discute y propone? ¿Qué recursos se destinan al tema?

He llegado a la conclusión que el gran drama de nuestra dependencia fundamental del Cobre está en nuestras mentes. En nuestra actitud. En nuestra inveterada mirada de corto plazo. No se trata de dejar el Cobre de lado (por ser irreal y estúpido) sino de aprender a pensar y discutir en serio las otras opciones que deberíamos desarrollar simultáneamente, cuando contamos con los recursos que el Cobre aporta.

Cuando vienen los ciclos altos de precios como el que acaba de terminar, es cuando se deberían desarrollar las actividades que permiten contestar eficientemente la pregunta inicial. Cosa que no se hizo ni se hace.  Y cuando bajan los precios como ahora, es precisamente cuando deberían rendir los frutos de haber puesto  “fichas importantes” también en otros sectores. Pero ya no se hizo y ya no hay recursos para hacerlo. Escasamente alcanzan los recursos fiscales para las necesidades más urgentes.

En el Cobre no creo que se pueda aplicar el criterio tan usado en Chile de una “ley corta” del Cobre[2]. O se discute en serio el tema de largo plazo o seguiremos igual. O peor. Y la pregunta inicial podría tener una respuesta deprimente.

[1] Abogado (U. de Chile), consultor de empresas en temas medioambientales y colaborador de OpinionGlobal.-
[2] Eufemismo chileno que significa la elaboración de una  solución” parche” para salir del problema inmediato, o del error que se ha cometido al legislar mal, y que nunca va acompañada luego por una “ley larga” o discusión en serio sobre el verdadero problema a largo plazo.

 

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