Columna PanAm Post, 04.03.2024 Arturo McFields Yescas, exembajador y periodista nicaragüense
Apenas en diciembre de 2023 el venezolano Ronald Ojeda había recibido asilo en Chile. Una nueva vida, en uno de los países más prósperos y seguros de América Latina. Un nuevo comienzo, lejos de la tiranía criminal de Nicolás Maduro y sus secuaces.
Casi 8 millones de venezolanos han tenido que dejar su patria y medio millón de ellos buscaron empezar de nuevo en Chile. Hace tan solo 35 días Maduro incluyó a Ojeda en una lista negra de militares que intentaba tumbar su tiranía. Una inevitable sentencia de muerte.
Al igual que los famosos anillos de espías que Cuba mantiene en el extranjero, la inteligencia de Venezuela habría aprendido muy bien estas técnicas. Los uniformes, logística y ruta de los secuestradores de Ojeda lo dicen a gritos.
El mensaje a los militares
Nicolás Maduro lo tendría claro. Quería enviar un mensaje fuerte a los militares disidentes. La traición se paga con la vida. Una maquiavélica pero exitosa estrategia que busca forjar lealtades a punta de pistola.
La opositora venezolana, María Corina Machado, fue categórica: el secuestro y asesinato de Ronald Ojeda “evidencia que el acoso trasciende las fronteras”. Machado instó al gobierno de Chile a investigar a fondo el crimen y castigar a todos los responsables.
El brutal asesinato del teniente Ronald Ojeda reveló lo que muchos sospechaban. Chile no es un país seguro para los que huyen de la dictadura de Nicolás Maduro, pero tampoco para sus ciudadanos. El crimen y las narcotiranías han penetrado y burlado la seguridad.
‘El anticomunismo visceral’
El presidente Gabriel Boric no exigió cuentas al dictador de Venezuela, no pidió perdón a los familiares de la víctima y mucho menos reconoció el fracaso de la seguridad en Chile. Su respuesta fue atacar a políticos y a la prensa por su “anticomunismo visceral”.
Lejos de responder a la defensiva e ideologizar el problema, el presidente Boric debería poner fin al doble discurso. Mientras critica frontalmente los crímenes de Daniel Ortega en Nicaragua, ha optado por ser complaciente con la dictadura Venezuela. Un error que pasa factura.
No se puede confiar en tiranos. Chile y Venezuela firmaron este año un acuerdo de cooperación en temas de seguridad. Un acto bochornoso y peligrosos en el que la democracia más sólida de América del Sur legitimó a la tiranía más antigua de la región, con 25 años en el poder.
En Costa Rica, la democracia más sólida de Centroamérica, también han optado por suscribir acuerdos de seguridad con Nicaragua. Los exiliados en ese país han sido víctimas de atentados, violencia e incluso extradición.
Las tiranías no contribuyen a la seguridad regional sino todo lo contrario. No son parte de la solución, sino la causa del problema. La tragedia de Ronald Ojeda tiene que obligar a replantear la relación de Chile con Venezuela. La seguridad de los exiliados y la de los chilenos mismos está en juego.