Bahía de Cochinos, la gran herida en el legado de JFK

Columna
Infobae, 13.04.2021
Ricardo H. Bloch, consultor y columnista argentino

El dictador cubano Fidel Castro

Hace hoy exactamente 60 años la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia estaba más caliente que nunca. La disputa iniciada poco tiempo después del fin de la Segunda Guerra Mundial abarcaba tanto la competencia por la conquista del espacio exterior, como el desafío a la revolución comunista anunciada por Fidel Castro en enero de 1959 tras la toma del poder en la isla situada a solo 530 kilómetros de los Estados Unidos.

El 12 de abril de 1961 el astronauta ruso Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en viajar al espacio exterior durante 108 minutos a bordo de la nave Vostok 1. Ese mismo día el presidente norteamericano John F. Kennedy debió desmentir el fuerte rumor sobre una inminente invasión militar a la isla de Cuba. Durante una conferencia de prensa afirmó que el gobierno a su cargo, “hará todo cuanto le sea posible, y creo que puede cumplir sus responsabilidades, para garantizar que no haya norteamericanos en cualquier acción desarrollada dentro de Cuba”.

El 17 de marzo de 1960 el presidente republicano Dwight Eisenhower había aprobado, a propuesta de su vicepresidente Richard Nixon, el denominado “Proyecto Cuba”, asignándole un presupuesto de 13 millones de dólares. El planeamiento y la ejecución del plan, llamado en código “Operación Pluto”, estuvo a cargo del director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Allen Dulles, y de su segundo en las oficinas de Langley, Richard Bissell Jr.

El 19 de abril de 1959 Nixon se había reunido con Fidel Castro en Washington, y posteriormente el 3 de enero de 1961 (a solo 17 días de la asunción presidencial de Kennedy), los Estados Unidos romperían formalmente las relaciones diplomáticas con Cuba. La tensión política con el régimen soviético encabezado por el premier Nikita Khrushev alcanzaba entonces su máximo nivel.

Tras haber triunfado frente a Richard Nixon en las elecciones de noviembre de 1960, Kennedy envió una señal política hacia los republicanos y el establishment militar confirmando en sus cargos al frente de la CIA y del FBI a los veteranos funcionarios Allen Dulles y a Edgar J. Hoover.

Este último trabajaría a las órdenes (que no siempre cumplía) de Robert Kennedy, quien fuera designado por su hermano al frente de la Secretaría de Justicia. Otro ferviente anticomunista que estuvo en la mesa de decisiones fue el Secretario de Estado de Eisenhower, John Foster Dulles, hermano del director de la CIA y cerebro de la fallida operación sobre Playa Girón ocurrida hace seis décadas.

La “Operación Pluto”, así conocida por un selecto grupo de funcionarios de primer nivel y cuyo objetivo central era el derrocamiento de Fidel Castro, consistía en la invasión de Playa Girón y Playa Larga, ubicadas en la Bahía de Cochinos, a unos 180 kilómetros al sudeste de La Habana. El objetivo final era instalar un gobierno aliado que diera por tierra con los sueños socialistas del castrismo. Los combatientes nucleados en la Brigada de Asalto 2506 se organizaron en un ejército de más de mil trescientos exiliados y mercenarios, financiados y entrenados bajo la supervisión de las máximas autoridades de la CIA.

En agosto de 1960 el gobierno norteamericano había decidido la instalación de un campamento militar en una zona cercana a la ciudad de Retalhuleu en Guatemala que estaba en contacto permanente con otro contingente de exiliados cubanos establecido en Opa-Locka, pequeña localidad del condado de Miami-Dade.

El 15 de abril de 1961 una flotilla de viejos aparatos B-26 despegaron de Nicaragua piloteados por cuatro norteamericanos, miembros de las Guardia Nacional de Alabama que habían sido reclutados por la CIA, con el objetivo de bombardear los aeropuertos militares cubanos.

Dos días después la Brigada 2506 desembarca en Playa Girón y en Playa Larga. Fidel Castro había movilizado alrededor de veinte mil soldados y voluntarios civiles, quienes empezaron a palpitar la victoria cuando los aviones T-34 cubanos hundieron varios buques con materiales logísticos de primera necesidad que habían sido preparados por los brigadistas de acuerdo a la planificación de la CIA.

Por orden del secretario de Defensa Robert McNamara, el gobierno tenía desplegadas 22 naves de guerra y dos mil marines en una zona cercana al conflicto. La flota a las órdenes del Almirante Arleigh Burke era encabezada por el portaaviones Essex, a la que se sumaban doce destructores y un submarino.

Luego de tensas reuniones de consulta política con los integrantes del Consejo Nacional de Seguridad, el presidente Kennedy decidió no hacer uso de esa fuerza, la que en menos de 24 horas podría convertir en cenizas la totalidad del armamento, en su mayoría soviético, estacionado en la isla cercana al estado de Florida.

Finalmente, unos 1.200 combatientes anticastristas, integrantes de la Brigada 2506, fueron hechos prisioneros, estimándose en más de 300 combatientes de ambos bandos las víctimas fatales. Alrededor de un año y medio más después del fallido derrocamiento del régimen castrista la mayoría de ellos regresaron a Miami a cambio de 53 millones de dólares en alimentos y medicinas para el régimen cubano.

 

Rodolfo Walsh, informante de Fidel Castro

En agosto de 1977 el escritor colombiano Gabriel García Márquez publicó en la revista Alternativa de Bogotá un texto titulado, “Rodolfo Walsh, el escritor que se adelantó a la CIA”. El argentino, oficial de inteligencia de la organización terrorista Montoneros, fue asesinado por un grupo de tareas de la Escuela Mecánica de la Armada en el mes de marzo de 1977.

Portada de Time con el retrato del entonces director de la CIA, Allen Dulles

En realidad, fue Rodolfo Walsh quien descubrió – desde muchos meses antes – que los Estados Unidos estaban entrenando exiliados cubanos en Guatemala para invadir a Cuba por Playa Girón en abril de 1961”, afirmó el colombiano que obtendría el Premio Nobel de Literatura en 1982.

Según el autor de la novela Cien años de soledad, Walsh junto a otro argentino, Jorge Ricardo Masetti que era el fundador y director de la agencia periodística Prensa Latina, encontraron una información encriptada en un teletipo de la agencia.

Fue entonces que Walsh pudo descifrar el contenido del despacho, el cual en palabras de García Márquez señalaba que, “el cable estaba dirigido a Washington por el jefe de la CIA en Guatemala, adscrito al personal de la embajada en ese país, y era un informe minucioso de los preparativos de un desembarco en Cuba por cuenta del gobierno norteamericano. Se revelaba, inclusive, el lugar en donde empezaban a prepararse los recluías; la hacienda de Retalhuleu, un antiguo cafetal al norte de Guatemala”.

En una conversación con su estrecho amigo y asesor político, Arthur Schlesinger Jr., Kennedy realizó una dura autocrítica sobre el gran fracaso de Bahía de Cochinos utilizando la frase (mal atribuida a Napoleón Bonaparte) que afirma que la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana. El joven mandatario demócrata absorbió personalmente el costo de la derrota, y pocas semanas después anunciaría en un discurso ante el congreso nacional su plan de competencia espacial contra la Unión Soviética. “Creo que este país debe comprometerse a poner un hombre en la Luna y traerlo de regreso sano y salvo antes del final de decenio”.

No pudo ver en persona el alunizaje de julio de 1969, ya que el 22 de noviembre de 1963 sería asesinado a los 46 años en la ciudad de Dallas. Al día de hoy continúan las fuertes sospechas sobre la participación de militantes anticastristas vinculados al fiasco de Bahía de Cochinos en el magnicidio de Texas.

El director de la CIA, Allen Dulles, integró la Comisión Warren que dictaminó que Lee Harvey Oswald fue el único asesino del presidente norteamericano. El informe oficial destaca, además, que ningún agente del gobierno ha estado involucrado en conspiración alguna respecto a los hechos investigados por la comisión.

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