Columna La Tercera, 28.12.2023 Carolina Valdivia Torres, abogada, exsubsecretaria de RREE, e investigadora del CEP
El año que termina nos muestra una serie de tendencias en materia de política exterior. El común denominador ha sido el cuestionamiento, en los hechos, a las reglas e instituciones que han regido las relaciones internacionales durante las últimas ocho décadas.
El área más palpable de estas controversias, sin duda, ha sido el desdén por las normas que regulan el uso de la fuerza, así como las reglas que rigen durante la guerra. La invasión rusa a Ucrania y la guerra desplegada por Israel en la franja de Gaza, muestran que los principios de la proporcionalidad o la protección de la población civil han sido flagrantemente sobrepasados. Los organismos internacionales -a excepción de lo que pueda determinar la Corte Penal Internacional- han permanecido atados de manos, limitando su actuar a la emisión de resoluciones carentes de toda acción efectiva.
Otra tendencia que asoma durante este año que se acaba, es una novel ola de golpes de estado y profundizaciones de las autocracias. En África, Níger y Gabón se sumaron a los golpes en Burkina Faso, Mali, Sudán y Chad, quedando la estratégica zona del Sahel, en manos de juntas militares. En las Américas el desprecio por la democracia liberal campea, comenzando por el triste caso de Venezuela. Gobiernos de facto que, además, han tejido inquietantes lazos con organizaciones militarizadas y han hecho del rechazo a la influencia occidental una de sus facetas más populares.
El 2023 también nos muestra un reordenamiento de las alianzas del poder global. Ante la inacción de la ONU frente a dos crisis -Ucrania y Gaza- que han puesto en cuestión los pilares que sustentan a esa organización, los estados comienzan a crear alianzas más flexibles, que no exigen adhesión a principios rígidos y que, en lo posible, generen ganancias inmediatas. El G20 y los BRICS asoman como plataformas de poder con la voluntad necesaria para cambiar los ejes sobre los cuales se han estructurado los equilibrios políticos de las últimas décadas.
Observando a las grandes potencias, este año comenzó con la cancelación de la visita del secretario Blinken a China, tras el episodio de los “globos espías”, pasando por el congelamiento de las comunicaciones entre Washington y Beijing. Dentro de este tenso contexto, la reunión de los presidentes Biden y Xi en noviembre fue un respiro que, si bien no concluyó con compromisos sustantivos, al menos mostró que se busca evitar un mayor deterioro de la relación bilateral.
De cara a 2024, estos patrones se profundizarán. El fantasma de que la agresión rusa se extienda sobre otras de sus exprovincias campea en Europa, tal como los efectos de la guerra sobre Gaza amenazan con transformarse en globales. Naciones Unidas seguirá perdiendo poder ante mecanismos de coordinación pragmáticos libres de ataduras principistas. Las elecciones presidenciales en Estados Unidos -así como los referéndums que tendrán lugar en países que albergan al 50% de la población mundial- seguramente intensificarán las tendencias que observamos durante este agitado 2023.