Brasil: política o responsabilidad fiscal

Columna
El Libero, 06.07.2024
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Necesitamos que a Brasil le vaya bien; que no se introduzca más inestabilidad en el ya confuso panorama mundial, y que las expectativas y sueños de la política no erosionen los fundamentos económicos de gobernabilidad de este gigante.

En julio del 2011, con motivo del Bicentenario del Congreso Nacional, tuvo lugar en Cerro Castillo una reunión entre el presidente Sebastián Piñera y el entonces expresidente brasileño y actual Mandatario, Luis Inácio Lula da Silva. Aparte de conversar sobre temas políticos regionales, un asunto era crucial para Lula: convencer a Piñera de la necesidad política de impulsar el Corredor Bioceánico Aconcagua, que implicaba construir un túnel de 20 a 30 kilómetros que atravesaría desde Los Andes en Chile, a Luján de Cuyo en Argentina. Participaría también el BNDES de Brasil.

El problema no era el túnel en sí, sumamente positivo para evitar los constantes cierres en épocas invernales, para integrar tráficos y reducir costos de transporte, para generar mayores encadenamientos productivos y de servicios a ambos lados, un desafío a la ingeniería, etc. El problema era su costo real y, sobre todo, aunque fuera un proyecto privado, determinar qué país serviría de aval para el crédito internacional que necesariamente había que pedir. Poco antes se había hablado en la prensa de un costo de US$ 3 mil millones por la obra, pero el aval era Chile.

El expresidente Piñera le habló sobre la reconstrucción en curso y, en términos amables, le indicó que entendía la naturaleza y beneficios del proyecto que lo estudiaría en profundidad. En realidad, no quería comprometerse con una obra gigantesca que involucraba la capacidad crediticia de nuestro país, a esas alturas único sujeto internacional de crédito.

El túnel San Gotardo en Suiza, de 57 kilómetros, el doble del que cruzaría la cordillera comenzó a estudiarse en 1963 y se prevé que se complete en su segunda etapa en 2029. Los suizos han gastado hasta ahora US$ 12 mil millones. Es decir, es perfectamente posible que nuestro proyecto hubiera costado el doble de lo que originalmente se proyectó.

La obra sigue siendo necesaria pero bien pensada, sin prisas políticas, ya que es fundamental -sea en Brasil o en Chile- mantener la seriedad fiscal, presupuesto de cualquier desarrollo sostenible.

Traigo este episodio a colación porque en estos días se ha producido en Brasil una fuerte subida de la moneda norteamericana, que llegó a 5,70 reales por dólar el martes, una distancia sideral desde que se introdujo la divisa brasileña hace 30 años a una tasa de 0,60 por dólar. El mismo Lula asumió hace año y medio con una tasa de cambio de 5,07 reales por dólar. El alza del “greenback” sería producto de varios factores, entre los que está, por cierto, la arraigada creencia en el presidente brasileño de que la voluntad política está por encima de los equilibrios económicos, y no es así.

La depreciación del real en estos días se debió a los siguientes elementos:

Una lucha sorda entre Lula y el presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto (a punto de cumplir su mandato), por el nivel de la tasa de interés aplicada por el BC (10,5%) para contener la inflación en un 3%, que obliga al Mandatario a ser restrictivo en el gasto. Se ha entablado un duelo entre ambos, pero, en el trasfondo, también había (y sigue existiendo) un intento por intervenir la autonomía del Central, lo que agregó incertidumbre al mercado.

En el raciocinio del Mandatario lo peor que le podía pasar es que sea éste, el mercado, el que le obligue a aplicar recortes fiscales. Por ello, tildó las políticas del BC de “juego especulativo”.

Lula decía que no quería repetir el ejemplo de la expresidenta Dilma Rousseff, que colocó a un banquero al mando de la política monetaria (Joaquin Levy), desnaturalizando las políticas del PT. De ninguna manera pasaría por esa humillación, y menos en un año electoral.

Sin embargo, era y es imprescindible cumplir con la Ley de Responsabilidad Fiscal (LRF) dictada durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, el 2000. La LRF estableció normas para el equilibrio de las cuentas y la gestión responsable de los recursos, controlados por los diversos Tribunales de Cuenta.

En tal sentido, hace unos días el Instituto Fiscal Independiente, órgano asesor del Senado Federal, creado para monitorear y asegurar la transparencia de las cuentas públicas, puso una luz de alerta al señalar que el déficit primario este año sería de un 0,7% del PIB, por encima del presupuesto aprobado, a pesar de las mayores recaudaciones.

Cabe recordar que entre los distintos factores que llevaron a la destitución de Dilma en 2016 estuvo la violación a la ley presupuestaria.

En este escenario, los elementos técnicos del gabinete de Lula (ministros Haddad de Hacienda y Tebet de Planificación y Presupuesto) presionaron internamente para contener el gasto a la brevedad. Es decir, en estos días han abundado en el propio Ejecutivo señales confusas.

Dado que la economía se mueve por expectativas, todas las declaraciones presidenciales en contra del Central y de la necesidad de limitar el gasto debilitaron la confianza en la moneda y fortalecieron el dólar.

Ante el rápido empeoramiento de la situación cambiaria, que amenazaba con liquidar la meta inflacionaria en el segundo semestre, Lula y Haddad salieron a declarar, finalmente, que el marco fiscal se mantendría, se recortarían los gastos públicos en 26 billones de reales y se respetaría la celosa autonomía del Central. Con ello, lograron bajar de inmediato la presión sobre el dólar, que se situó en 5,45 el pasado jueves. ¿Un movimiento táctico?

La amenaza del deterioro de la economía, que es por donde el voto transita en gran medida, había que contenerla. De no haberlo hecho, los precios de los alimentos habrían subido durante el segundo semestre con efectos desastrosos sobre la popularidad de Lula y el PT, justo cuando el reconocimiento a su gestión será puesto a prueba en las elecciones municipales del próximo 6 de octubre en primera vuelta, y el día 27 en segunda (en ciudades de más de 200 mil habitantes). Se elegirán alcaldes y concejales en 5.570 municipios de este país. Evidentemente, Lula no podía insistir en su visión de las materias económicas, pero la retractación, más parece surgir de las circunstancias electorales y no de una convicción.

Necesita que el PT y sus aliados obtengan buenos resultados en octubre, pero las proyecciones no se presentan tan auspiciosas. Según datos del sitio Brasil de Fato, reproducidos por la revista de izquierda Carta Capital, en 14 de las 26 capitales estatales los partidos del centrão (agrupaciones de centro instrumentales al poder) serían los ganadores. La derecha triunfaría en 7 capitales y la izquierda en 4. Una capital de menor tamaño no participó en la encuesta.

El episodio del dólar y la responsabilidad fiscal no es menor al tratarse de Brasil, novena economía del mundo, hogar de 210 millones de personas, la mitad de América del Sur. Para Chile, Brasil no sólo es un socio en materias políticas, culturales o científicas. También es el país al que exportamos casi US$ 4.300 millones, de un total de intercambios por poco más de US$ 13.000 millones.

Por ello, necesitamos que a Brasil le vaya bien; que no se introduzca más inestabilidad en el ya confuso panorama mundial, y que las expectativas y sueños de la política no erosionen los fundamentos económicos de gobernabilidad de este gigante. En resumen, que no se haga realidad una frase del exministro de Hacienda brasileño, Mario Henrique Simonsen, muy citada en estos días: “La inflación te deja lisiado, pero la tasa de cambio te mata”.

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