Cambio Climático: un nuevo desafío

Columna
El Mostrador, 26.01.2017
José Luis Balmaceda, embajador (r) y director (Fundación Help for the Andes)

Últimos estudios indican que la quinta región era una de las más afectadas por el cambio climático, fenómeno causado por la actividad humana a través del descontrolado aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmosfera (CO2, metano, óxido nitroso y otros). Entre sus principales manifestaciones destacan eventos climáticos extremos y el incremento de las temperaturas, sequias, inundaciones y la acidificación de los océanos.

Al reciente incendio que consumió  250 casas de Valparaíso concurrieron casi 8 años de sequía y temperaturas que sobrepasaron los 30 grados, inusual para esa zona del país. Es una realidad que el hombre se ha transformado en un gran depredador y dilapidador de recursos naturales sin medir sus consecuencias, afectando todos los espacios que conforman la tierra. De mantenerse esta conducta, un grupo de científicos formado por Naciones Unidas determinó que la temperatura media de la tierra se elevará entre 1.4 y 5.8 grados centígrados en el periodo 1990-2100. Si consideramos que el umbral tolerable no debería superar los dos grados, arriesgamos seguir aumentando la frecuencia de los desastres naturales con las características arriba indicadas. Aparte de la intensificación de las temperaturas, las consecuencias del cambio climático consignan un aumento promedio de entre 20 y 88 centímetros del nivel del mar durante el presente siglo; un progresivo deshielo de los Polos; la desaparición y mutación de varias especies; la erosión de la tierra y el consiguiente aumento de la desertificación, sequías y olas de calor; aumento de inundaciones en zonas húmedas, mientras los lugares más secos quedaran expuestos a mayores incendios.

Anualmente se queman 120 mil kilómetros de bosques en el planeta, cerca de un 50% más que hace una década. A las citadas se añaden problemas en la producción de alimentos; y, aparición de nuevas enfermedades.

En dicho contexto es del caso relevar que hoy los océanos están siendo impactados por tres cuartas partes del CO2 que depositamos en la atmosfera, aumentando su acidificación, lo que  daña la reproducción de peces. Lo anterior junto a la sobreexplotación de diversas especies, constituye un grave peligro para una importante fuente de proteínas y de trabajo. De allí la necesidad de efectuar todos los esfuerzos posibles para asegurar la salud del océano, como la creación de nuevas y mejores áreas marinas protegidas, fortalecer el combate a la pesca ilegal y detener la polución marina. Más de 300 mil personas mueren anualmente producto del cambio climático. En tanto no seamos capaces de reducir la concentración de gases de efecto invernadero a través de una legislación global que entre otras medidas considere gravar a los emisores, persistirá la destrucción de los ecosistemas y más rápido actuará dicho flagelo.

Chile viene realizando ingentes esfuerzos en tal sentido, liderando diversas iniciativas regionales, acompañadas de medidas internas entre las que destacan el establecimiento de áreas marinas protegidas. En esta línea de trabajo, resulta del todo indispensable reforzar la campaña de educación y concientización de la ciudadanía sobre la importancia del respeto y protección del medio ambiente.

Lo anterior adquiere especial relevancia cuando vemos que las llamas que en estos momentos devoran más de 150 mil hectáreas ubicadas entre la quinta y sexta región, son en  gran medida provocadas de manera intencional, sin reparar en sus dramáticas consecuencias. Cientos de familias de escasos recursos han perdido sus hogares, animales y fuentes de trabajo. Dado que el cambio climático llegó para quedarse, resulta del todo indispensable definir una política de largo plazo  que permita precaver y no seguir lamentando. Varias naciones desarrolladas han expresado su disposición a colaborar con implementos y capacitación. Aprovechémoslo de manera oportuna. Es hora que Chile deje de ser un país reactivo frente a las calamidades que nos azotan a diario y transformarse en proactivo. Solo así podremos contribuir a garantizar una mejor calidad de vida de las nuevas generaciones.

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