¿Cancillería sin rumbo o la fuga hacia adelante?

Columna
El Líbero, 20.09.2022
Jorge Canelas y Juan Salazar, embajadores (r)

Transcurridos los primeros seis meses del gobierno de Gabriel Boric, y teniendo a la vista los resultados del plebiscito de salida del proceso constitucional, es pertinente hacer un análisis objetivo de la conducción de la política exterior, así como de los contenidos que la orientan.

Los tropiezos en el terreno internacional comenzaron muy tempranamente y fueron de variada índole, desde la imputación de la mala organización de la ceremonia de transmisión del mando al Rey Felipe VI de España, hasta el nombramiento de embajadores rodeado de controversias, como la fallida designación del jefe de misión en Brasil, hasta ahora no aceptada por el país receptor, y otras designaciones que no hacen honor a la promesa de que este gobierno no se basaría en el amiguismo ni en el cuoteo para los nombramientos en funciones diplomáticas.

Las críticas se dividen entre los que hablan de los “errores” cometidos por una generación de militantes jóvenes y sin experiencia en el poder y aquellos que creen que las equivocaciones no son tales sino decisiones exprofeso que resultan de visiones extremadamente ideologizadas. Si, en el plano interno, el presidente y su grupo de amigos más cercanos siguen comportándose como los activistas de antaño y no como políticos modernos (ni hablar de estadistas), en lo externo plantean con no poca arrogancia la imagen de románticos revolucionarios empeñados en cambiar el mundo, las reglas del juego y, en sus sueños, alterar el orden internacional.

Entre los numerosos errores que se advierten en la coyuntura diplomática del actual gobierno, convendría analizar algunos de sus síntomas más evidentes:

Prioridades de la Convención en política exterior y contactos de la Cancillería para un diálogo con Bolivia.
Lo primero es fijarle un “corsé” a nuestra política externa, que ha sido tradicionalmente exitosa, gracias a su carácter flexible y esencialmente multidimensional. Y, lo segundo, es volver a recorrer un camino que nos ha reportado toda suerte de problemas con nuestros vecinos del norte. La explicación de ambos desaciertos no sólo sería atribuible a una falta de expertise (en el caso de los convencionales), sino al hecho de que el gurú de la extrema izquierda chilena hoy no es Lenin sino el sociólogo boliviano/bolivariano García Lineras. En suma, ya no nos identificaríamos con países afines del primer mundo, como Dinamarca, Finlandia o Nueva Zelanda, sino con el tercermundismo populista de Bolivia.

Nombramiento de embajadores.
Mucho ha llamado la atención la falta de calidad de los embajadores políticos nombrados por este gobierno en países claves. Con ello, tiende a agudizarse la vieja práctica de las embajadas como “pago de favores”. El caso más notorio y lamentable es la persistencia del gobierno en designar para la misión en Brasil a un dirigente frenteamplista que ha atacado pública y reiteradamente al presidente Bolsonaro (síndrome Cataldo), lo que habría sido motivo justificado para que el gobierno brasileño nunca haya cursado su beneplácito para ejercer el cargo. En este caso, no hay falta de competencia, pues cualquier funcionario de nuestra Cancillería sabe interpretar la señal que nos está dando Brasilia. El motivo para insistir no es otra que apostar a que Lula será el vencedor en la próxima elección presidencial brasileña y, por ende, otorgará el respectivo agreement. Tratar de imponer un embajador a un país receptor no tiene parangón en el derecho internacional y, por mucho que vuelva Lula y finalmente acepte la designación, el nombrado quedará como representante ante el PT, pero no tendrá llegada con el resto del espectro político y las grandes instituciones (Itamaraty). Los embajadores representan al Estado de Chile ante el estado receptor y toda la situación creada no cae bien en una Cancillería profesional, en un país tan importante para Chile.

Grossman y la Corte Internacional de Justicia.
No está claro todavía qué pasó con la fallida postulación del prestigioso abogado chileno Claudio Grossman a la CIJ en La Haya. Tuvo que salir la Canciller a explicar lo inexplicable: Que Chile no está en condiciones de hacer campaña por dos candidaturas internacionales al mismo tiempo (CIJ y Comisión de Derechos Humanos de la ONU), a pesar de que la primera es a título personal y la segunda de carácter nacional. Tal parece ser, entonces, un “arreglo de cuentas” entre distintos sectores de la izquierda chilena. Y, ello, a costa del interés nacional chileno, porque Grossman hubiese sido un candidato muy fuerte y con opciones en una instancia internacional que es muy importante para el resguardo de la soberanía chilena.

Chile y los acuerdos de libre comercio.
El avance de la economía chilena en las últimas décadas estuvo dado, en gran medida, por los evidentes beneficios de nuestra política de libre comercio. A pesar de todas las evidencias al respecto, el nuevo gobierno chileno, con base en el PC y el Frente Amplio, llegó al poder con el objetivo ideológico de poner fin a ese modelo de desarrollo liberal. El subsecretario de Relaciones Económica Internacionales de la Cancillería partió por anunciar que se revisarían todos los acuerdos de libre comercio suscritos y, de hecho, el gobierno dejó en suspenso la aprobación de otros dos instrumentos que eran vitales para el país: la modernización del Acuerdo de Asociación con la UE de 2003 y el ingreso de Chile al Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TPP11). Hasta ahora, ni el gobierno ni la Cancillería han sabido explicar cuál es la nueva estrategia comercial, o bien, con qué se pretende reemplazar a los acuerdos de libre comercio como motor del crecimiento económico chileno.

En fin, la lista de los fallos de la Cancillería es larga y no disponemos del suficiente espacio para abordarlos todos. Sin embargo, tal vez lo más evidente sea concluir que, tanto el presidente Boric (formulador de la política exterior) como la Canciller Antonia Urrejola (ejecutora de la misma) se enfrentan tanto a desafíos de gestión (manejo de la coyuntura internacional) como a problemas de tipo estructural (la herramienta diplomática). Y, hasta aquí, el resultado ha sido muy pobre.

El presidente quisiera convertirse en un nuevo referente de la izquierda latinoamericana y valora la solidaridad ideológica en la región, pero fuera de los partidos y colectivos de su coalición de gobierno no dispone de una herramienta adecuada (profesional) para acometer esa tarea. Para ser líder regional, él debe tener una visión del mundo, que hasta ahora desconocemos. Por otro lado, Boric intenta ser el presidente y el Canciller a la vez, pero también fue jefe de campaña del reciente plebiscito, tiende a ser el vocero del gobierno y sigue siendo un activista de las grandes causas (síndrome Maestro Corales).

La ministra Urrejola es cuento aparte. Se ve como una persona seria, responsable, dialogante, todas condiciones para una buena diplomacia. Lamentablemente, no parece tener poder: no tiene un partido que la respalde oficialmente, la Cancillería -desde algún tiempo- carece de poder burocrático (no pesa en el gobierno) y a ella le falta carácter. En definitiva, la ministra no consigue detener todos los desaguisados de la presidencia, de los partidos del oficialismo, e incluso de su propio subsecretario económico. La fallida presentación de credenciales del nuevo embajador de Israel (inaudito en las relaciones internacionales) es un “fiasco” que debió haber provocado la renuncia de cualquier Canciller.

En una próxima entrega, intentaremos analizar en detalle el tema largamente pendiente de la modernización del ministerio de RREE chileno, que también perjudica a este gobierno.

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