Caos y desgobierno

Columna
El Montonero, 91.04.2022
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano

El camino más corto hacia el precipicio

Sería sensato y realista que la controversial causal constitucional de vacancia por “incapacidad moral permanente” se reformulara para tipificar con mayor objetividad la conducta presidencial que todos observamos diariamente: incapacidad para gobernar.

Cuando fue entrevistado por Fernando del Rincón, de CNN, el señor Castillo confesó, con fingido candor, que estaba aprendiendo a ser presidente. Con inmensa preocupación percibimos que no era consciente de la enorme responsabilidad que implica conducir el destino de la Nación ni del complejo desafío de administrar un país tan difícil como el Perú.

Como debe comprobar todos los días, el presidente no cometió un pecado venial sino uno de extrema gravedad. Porque su fingido candor de maestro rural no podía disimular su incompetencia para desempeñar con eficiencia un cargo, incompetencia que tendría un impacto directo en la vida diaria y el futuro de todos los peruanos. Ocho meses de gestión han sobrado para demostrar los desastres que la incapacidad puede producir.

Al votar por él, nadie pensó que designaría a personas con su mismo nivel de (in)competencia para gestionar la mayor parte de sectores de la administración pública, ni que sus ministros harían lo mismo en cada uno de sus campos de acción, cesando a funcionarios idóneos para reemplazarlos con allegados sin calificaciones profesionales ni morales.

Sus votantes tampoco pensaron en las desastrosas consecuencias que tendría el incontenible copamiento del aparato gubernamental ni sus efectos en otros poderes del Estado. La destrucción de la minería, el desaliento a la inversión privada, la violencia de los reclamos de minorías radicales, los destrozos irrecuperables en una empresa como Petroperú –que todos financiamos– y la debacle progresiva que percibimos en la vida y la economía del país son evidencias dolorosas que anuncian una devastación aún mayor.

Los Estados y gobiernos se han inventado para evitar el libertinaje y asegurar el orden público. Sin embargo, el caos provocado por la indiferencia y el temor del gobierno para evitar o controlar los desmanes y la violencia que sufrimos a lo largo y ancho del Perú son la prueba más palpable de una incompetencia y una carencia de voluntad que rayan en la complicidad.

Quien no castiga el mal, ordena que se haga” es una frase que escribió hace siete siglos el genial italiano Leonardo da Vinci.

No hay comentarios

Agregar comentario