Chile y Perú: las nuevas cunas del comunismo cultural

Crónica
PanAm Post, 18.01.2022
Redacción

Chile y Perú caen en la farsa del comunismo cultural que altera los hechos con el fin de reformularlos con una ideología progresista

Irina Karamanos, novia del presidente izquierdista electo en Chile, Gabriel Boric, anunció que asumirá el rol de primera dama el 11 marzo cuando su pareja de los últimos tres años tome posesión. La joven feminista cambió de parecer a un mes de vociferar su rechazo al cargo, alegando que “reformulará” esta función para visibilizar a las minorías.

El giro drástico de “Chofi” –así la llama Boric por su fanatismo con las alcachofas– encaja entre las innumerables manifestaciones del comunismo cultural que convierte el ascenso al poder en una oportunidad para controlar la narrativa histórica falseándola o alterando los hechos con el fin de reformularlos con su ideología que castiga al mercado.

Ella promete que el puesto será una “nueva tribuna” de inclusión y diversidad “menos caritativo y más articulador” porque va a “adaptarlo a los tiempos”, “despersonalizarlo” y transformar “la relación entre el poder y las mujeres que hacen política”.

 

Una estrategia

Detrás de la decisión de Irina Karamanos está la posibilidad de influir con voz propia sobre los jóvenes con una concepción progresista, considerando que está a favor de legalizar el consumo de drogas «blandas» y el aborto.

Lo hará a su modo y con los recursos del Estado. El problema es que el comunismo cultural también denigra permanentemente de los aportes de la libertad económica en el desarrollo de sociedades más prósperas y la próxima “first lady” del palacio de La Moneda reniega de ello al promover una agenda donde el ecologismo, la interculturalidad y la diversidad sexual son los ejes de lo que considera bienestar social.

 

Perú en declive

Muy cerca de Chile, Perú también se inunda de esta retórica que comprueba cómo la revolución rusa tuvo un efecto dominó en América Latina. Si bien de ella surgieron los partidos comunistas en Europa y movimientos nacionalistas reivindicativos en la descolonización de Asia y África, hoy, lo que queda de las ideas del sistema comunista soviético en Latinoamérica es residual. Ahí calza esta tierra inca.

Desde los primeros días de la improvisación del presidente peruano, Pedro Castillo junto a la tardía y desordenada designación del cuestionado gabinete ministerial mostró su inclinación al populismo, comunismo, polarización y enfrentamiento con la oposición.

Aunque el comunismo parecía enterrado desde que en 1989 cayó el muro de Berlín y terminó la Guerra Fría, este término ha reaparecido en el léxico político latinoamericano, y en Perú volvió de la mano del mandatario izquierdista, quien a seis meses de haber asumido el Ejecutivo, se encamina a un aumento de la participación del Estado en las ganancias derivadas de la actividad minera como parte de su promesa a los pueblos originarios, potenciando así el indigenismo, mientras su desaprobación trepa hasta el 60%, según la última encuesta publicada.

 

Sin percatarse

El comunismo cultural acecha al mundo ante la dificultad de hacer revoluciones violentas en democracias consolidadas o en sistemas económicos relativamente funcionales. Este ha sido el método de los comunistas en los nuevos tiempos para hacerse con el poder.

Las limitaciones motivaron al filósofo marxista italiano, Antonio Gramsci, a proponer en las primeras décadas del siglo XX un original cambio de estrategia: en lugar de utilizar fusiles o movilizar grandes masas de gente para el combate, consideró más efectivo promover una revolución cultural basada en la educación de las personas desde un prisma comunista, asegura el filósofo español, José Ramón Ayllón.

Ahora, “el enquistamiento del comunismo cultural en los ámbitos culturales y educativos de América Latina constituye un enorme peligro”, advierte el columnista Rodrigo Cárdenas en un artículo publicado en CRHoy. Y los partidos de derecha en América Latina pierden de vista que están en medio de una batalla conceptual contra el comunismo, donde su manejo de la economía, con la creencia que va a ser suficiente, queda corta frente a la ola de simbolismo que descarga la izquierda.

El exministro de la presidencia de Bolivia, Carlos Sánchez Berzain, cree que:

“Estamos frente a un grupo que no es político sino delincuencia organizada transnacional liderado por Cuba, con todos sus aliados extracontinentales, China, Irán, Rusia, con su plataforma principal que es Venezuela, con Nicaragua, Bolivia, y con sus soportes en países que son todavía democracias, pero que tienen unos autoritarismos crecientes como son Argentina y México”.

Por ello, la senadora mexicana, Imelda Castro, exhorta a recuperar las palabras “izquierda y comunismo sin ningún rubor”.

Con su petición, la región imitaría a China, Vietnam, Cuba y Corea del Norte, donde la economía de mercado existe solo porque el Estado la permite.

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