¿Con quién va a cohabitar Macron?

Columna
El Líbero, 15.06.2024
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Ha pasado casi una semana desde las elecciones al Parlamento Europeo (PE) y se han hecho muchos análisis sobre sus resultados y repercusiones internas. Quiérase o no, cada elección al PE es también un plebiscito, pero no sobre la UE y su marcha, sino sobre el respectivo gobierno nacional.

En general, todos coinciden en que por márgenes cada vez más estrechos, Bruselas seguirá en manos del eurocentrismo de derecha o izquierda moderadas, en sus diversas variantes y colores, pero también en que la oleada nacionalista y euroescéptica es cada vez mayor.

El desenlace más dramático se produjo en Francia, donde Agrupación Nacional (AN), el partido populista y exponente del grandeur nacionalista dobló porcentualmente a los partidos que le seguían, entre ellos el del presidente Emmanuel Macron, Renacimiento. Frente a este fracaso, el Mandatario disolvió la Asamblea Nacional de 577 diputados y convocó a nuevas elecciones para el 30 de este mes en primera vuelta, y el 7 de julio en segunda. De este modo, ató su futuro político y su liderazgo regional a una elección llena de incertidumbres, con su popularidad a la baja.

La audaz jugada está contemplada en el artículo 12 de la Constitución. Fue usada con éxito por el General de Gaulle y por François Mitterrand en 1962 y 1981. Sin embargo, no siempre estos movimientos resultaron bien. En ocasiones dieron lugar a incómodas convivencias entre un presidente de la República de un signo político y un primer ministro opositor y con el control del legislativo. Las elecciones de 1986 obligaron a François Mitterrand a cohabitar durante dos años con Jacques Chirac como primer ministro. Igualmente, la disolución de la Asamblea por parte del presidente Jacques Chirac en 1997 desembocó en la cohabitación con Lionel Jospin, socialista, que fue constructiva y cortés al principio, pero conflictiva y obstructiva en sus dos últimos años.

Macron espera que Renacimiento y sus socios incrementen su votación en estas elecciones; pretende incluso crear un cordón sanitario en torno de AN y evitar a toda costa una cohabitación. En caso de que ella sea inevitable, hay quienes especulan con el desgaste de Jordan Bardella como primer ministro, brazo derecho y eventual sucesor de Marine Le Pen, y así enfrentar las presidenciales del 2027 desde una posición más cómoda. Incluso se conjetura que con los poderes presidenciales Macron podría erosionar la tarea del primer ministro. ¿Y qué pasaría si el presidente decide algún tipo de entendimiento con AN, por el bien de Francia, como ya ocurre en otros países de la UE con partidos nacionalistas?

Hay algunos temas de fondo que podrían, a mi juicio, hacer de esa mera hipótesis hoy, una posibilidad. La primera, es que Macron, al igual que AN, también es consciente de la gloria francesa y el peso de su historia; cree en la responsabilidad de Francia ante los desafíos geoestratégicos actuales, la gobernanza mundial o la defensa europea. Tanto Macron como Bardella creen en el “espíritu del Arco de Triunfo”, en el aporte de la cultura francesa al mundo y su carácter pionero.

Macron también propuso el 2018 una “refundación de Europa» para enfrentar desafíos como la inmigración o la seguridad interna y externa, temas que pertenecen a la esencia del programa de AN. Sospecho que, en el fondo, detrás de la “refundación” late en la idea del presidente que Europa se reencuentre consigo misma en un proyecto histórico, ya que el continente vive un visible desencuentro interior que se expresa dramáticamente en la vaciedad de las propuestas actuales. La mayor parte están centradas en el progreso y el bienestar, en la promoción de una sociedad más neutra en lo valórico, intrascendente, pero no en un planteamiento de futuro que conviva con el pasado y presente de cada uno de los Estados que componen la UE. Los sueños supranacionales son elucubraciones intelectuales, fantasías académicas asumidas por una burocracia, proyectos que en gran medida se hacen a costa de la personalidad de cada uno de los países miembros.

En Europa se hace urgente, a mi juicio, reformas profundas a sus instituciones. Hay que darle más cabida a la voz del ciudadano que recurre generalmente a su propio Estado para resolver sus problemas y a quien le agobia la lejana burocracia de Bruselas o la multiplicación de normas. Ahí están, para demostrarlo, las recientes protestas de los agricultores o la alta tasa de abstención a las elecciones al PE. Es necesario, igualmente, evitar que los elementos principales que cohesionan a la Europa de hoy se relacionen, básicamente, con el estado de bienestar, la convergencia de normas, la distribución de fondos estructurales, o la defensa de Ucrania. En resumen, está pendiente el diseño de una política que reencante al europeo con su futuro común en una nueva integración a base de los Estados y aparte por un momento la imposición de políticas supranacionales, raramente bien explicadas, que encuentran creciente oposición. La denominada “extrema derecha” es en gran medida una llamada de atención a tal extravío. Sin embargo, Emmanuel Macron tiene ideas, liderazgo, audacia, aunque carece de respaldo político interno. ¿Será capaz de liberarse de los prejuicios y cohabitar con Bardella? Giorgia Meloni, hoy cortejada por el centro político europeo, ¿no fue tildada antes de “ultraderechista”? El ejercicio del poder obliga a aterrizar en la realidad.

Por último, también hay que considerar que AN ha ido depurando progresivamente los puntos más controvertidos de su programa, dejaron atrás el “frexit” y convertido a la democracia representativa y el respeto de los derechos fundamentales en el centro y fundamento del mismo, junto a “toda afiliación, conexión o simpatía pasada o presente con cualquier ideología autoritaria o totalitaria”.

Si las urnas así lo decidieran el 7 de julio, ¿qué implicaría para Chile una cohabitación de Macron con Bardella? En primer lugar, un mayor interés de Francia por sus posesiones de Ultramar, incluyendo la Polinesia. Esto implica un plan diplomático, militar y económico especial. Además, un impulso a su soberanía marítima; a la economía azul; mayor vigilancia de la pesca y de la delincuencia; énfasis en seguridad, defensa e investigación en el océano. Pretenden una presencia más activa del Estado francés en el Pacífico (por razones internas y globales), el territorio donde se encuentra la mayor parte de sus 11 millones de kilómetros cuadrados de espacios marítimos, el segundo mayor del mundo. Anhelan la integración de 2,6 millones de habitantes de Ultramar a Francia. Esto implica la coordinación de políticas de inmigración, control de organizaciones criminales trasnacionales, mejorar el poder adquisitivo, combatir la cesantía, políticas de salud.

Igualmente, necesitamos tratar la inmigración irregular (en Francia representaba el 7,8% de la población total en 2022, en Chile un 6,6%); la expansión de homicidios; envejecimiento (en Chile el 18,1% de la población es mayor de 60 años, y en Francia el 25%); escasez de vivienda, etc.

Si en lo anterior se encuentran oportunidades para hallar convergencias, una eventual cohabitación del presidente Macron con un primer ministro de AN como Bardella también trae consigo riesgos considerables para Chile. Conceptos como la «defensa de nuestros agricultores”, “independencia energética”, “patriotismo económico”, “re-industrialización” y otros amenazan con la imposición de barreras a los intercambios y su eventual proyección al resto de la UE.

En definitiva, nuestra diplomacia debe barajar todas las opciones frente a las próximas elecciones francesas que, al igual que las que acaban de pasar al PE, tienen mucho de referéndum, pero también de emocionalidad. Probablemente, generarán más participación de la población, incluyendo la de jóvenes y el mundo trabajador, cada vez más encantado con la “extrema derecha” de AN.

No hay comentarios

Agregar comentario