Columna Realidad y Perspectivas, N* 106 (junio 2022) Milos Alcalay, embajador (r) y exviceministro de RR.EE. venezolano (1994-1996)
La IX Cumbre de las Américas no fue milagrosa, pero tampoco borrascosa, tal como muchos predecían. Fue una Cumbre más, similar a las ocho anteriores, con acentos agridulces que arrojaron luz y sombra en los resultados.
Entre los aciertos podemos destacar que reunió a gobiernos democráticos y excluyó a los gobiernos autocráticos de Venezuela, Cuba y Nicaragua; que enfocó problemas puntuales de gran importancia para el hemisferio, tal como se recoge en el documento final; que se recibieron los aportes de Foros paralelos de la sociedad civil, los empresarios, los trabajadores y los jóvenes; que no se vieron las protestas callejeras de las anticumbres organizadas en encuentros similares anteriores, orquestadas por instituciones tipo Foro de Sao Paulo.
Entre los desaciertos caben señalar que el presidente Biden no presentó una estrategia hemisférica para definir su política con América Latina; que los países de la Región tampoco lograron coordinar una propuesta común, porque hoy se encuentra fragmentada y desarticulada; que no se notó una voluntad política para reconstruir o sustituir las instituciones de integración política, económica y social de la región como la OEA, el Pacto Andino, Unasur o Mercosur, resquebrajadas por los efectos desestabilizadores de los países del ALBA; y que hubo falta de preparación, pues la mayor discusión giró en torno a los invitados.
Para quienes creemos en la Libertad, los Derechos Humanos, el Desarrollo y la Democracia, aplaudimos el que se excluyera de la Cumbre a aquellos mandatarios que aspiran introducir en eventos pluralistas a los Caballos de Troya del odio y la dominación. En las Cumbres anteriores, esos tres mandatarios no han tenido una actuación constructiva, franca y sincera, sino una permanente provocación contra los que piensan distinto a ellos. Como no creen en el pluralismo hemisférico, han ido a esas Cumbres a boicotear cualquier alianza estratégica.
Para aquellos que repiten afirmaciones sobre el fracaso de la Cumbre, es conveniente destacar que el verdadero fracaso fue el de los tres Gobiernos excluidos. La Cumbre del ALBA en Cuba, convocando a mandatarios anticumbre, fue un fracaso; México y Argentina no lograron realizar una anticumbre como boicot; las acciones de presión ejercida sobre miembros de CARICOM para que no asistieran no tuvieron éxito. A su vez, el presidente de Chile Gabriel Boric, y el de Argentina Alberto Fernández, acudieron y privilegiaron desarrollar sus agendas bilaterales con Washington, mientras que el presidente del Perú Pedro Castillo, en su condición de país anfitrión de la Cumbre anterior, hizo una presentación muy institucional con respaldo a los alcances de la Cumbre.
Tan solo faltaron los presidentes de México, Bolivia y Honduras, pero la ausencia de esos mandatarios pasó sin pena ni gloria. Tampoco acudieron presidentes de derecha como Guatemala y El Salvador distantes de Estados Unidos por otras razones de enfrentamientos bilaterales. Ante esta exclusión, esos mismos días, Maduro quiso demostrar no estar aislado al visitar a regímenes como Irán, Turquía, Argelia, Emiratos o Azerbaiyán, muy distantes de la alternativa integracionista regional.
Si el reto de la Cumbre era poder definir una nueva arquitectura hemisférica, entonces fue un fracaso. Pero si se trataba de apuntalar un rumbo futuro de gobiernos democráticos, se marca un enfoque acertado para perfeccionar el principio de la unidad en la diversidad y dar cumplimiento a la Carta Democrática Interamericana.
Esta Cumbre podría ser un punto de partida para asegurar la vía democrática, tal como hizo la Unión Europea en su momento, al excluir a la España de Franco, al Portugal de Salazar, a la Grecia de los coroneles, y a los países detrás de la Cortina de Hierro. Todos ellos ingresaron a la Alianza multilateral actual al alcanzar la democracia en sus respectivos países. Ojalá sigamos por ese camino en nuestra región en las próximas cumbres.
