“Decálogo” de la Presidenta durante su primer mandato (07.06.2006)

Autor: Jaime Undurraga M.

Los siguientes comentarios no tienen otro objetivo que aprovechar el “Decálogo del Nuevo Estilo” leído por la Presidenta a todos sus colaboradores de mayor nivel del Gobierno, el día 7 de Junio, en el Palacio de la Moneda, en un acto público inusual y momentos antes de partir en gira al extranjero.

Dado que los 10 temas aparecen como muy concretos, por lo menos a mí, cada uno de ellos me lleva a pensar en algunos otros necesarios derivados que incorporar en el análisis o, por lo menos, en preguntas que se me vienen a la cabeza y que por mucho tiempo no he visto respuestas que me satisfagan.

En primer lugar, y a modo de comentario general, me llama poderosamente la atención que el decálogo mencionado lo haya dado la Presidenta en público a un alto número de funcionarios de su Gobierno. ¿Cuál fue la razón?

Si fue en público y con pleno acceso de la prensa pienso que quiso dar una señal (¿O varias?). A lo menos, me imagino que la Presidenta quiso dar una señal a todo el País acerca de “quién está al mando”. Y, en segundo lugar, le quiso dar la misma señal a sus colaboradores sobre el mismo tema. Que no quepan dudas. Extraño estilo, lo cual no quiere decir malo o bueno. Eso está por verse según sean los resultados políticos futuros del Gobierno.

Me imagino las diversas emociones que deben haber recorrido las entrañas de varios políticos avezados en la vida pública nacional, acerca de esta lección “sobre el nuevo estilo” de hacer política (léase A. Zaldívar, ex parlamentarios hoy funcionarios de Gobierno, etc. Viejos zorros de la política recibiendo lecciones…).

Pero vamos al Decálogo:

1.- El que quiera estar en el servicio público debe entender que éste es un trabajo para servir a la ciudadanía, para beneficiar a las personas con buen trato y cercanía.

¿Realmente la Presidenta pensó en esos términos cuando elegía las diversas plantillas de cargos de su exclusiva confianza? ¿Efectivamente pensó que nombrando a viejos políticos, mezclados con otros no tan viejos, pero políticos al fin y al cabo, iba a lograr que cambiaran radicalmente su perspectiva ancestral de mirar los cargos públicos como el trampolín necesario para otros escalones mayores en el mapa político del País, especialmente el Senado? ¿En algún momento pensó la Presidenta que la tremenda presión de los diversos partidos de la Concertación para los nombramientos de Gobierno, se originaba en una presión por poner a los mejores servidores públicos de cada partido, en el sentido que ella entiende el Servicio Público?

Si así fuere, estaríamos ante una clara muestra de ingenuidad política que puede llegar a asustar. O ante altos grados de audacia que aún debemos descubrir.

Surgen otras preguntas al respecto, pero hay una que me ronda inmediatamente la cabeza: ¿Por qué esta afirmación sobre el estilo del Servicio Público que a ella le interesa es la primera regla del decálogo? ¿Alguna queja sobre su equipo?

2.- Hay que asumir a tiempo, con celeridad y eficiencia los problemas.

Preocupación absolutamente legítima. No hay nada peor para cualquier organización, cuando su agenda pública se la establecen otros y distinta a lo esperado.

El resto del comentario en esta segunda regla del decálogo me suena casi como obvio. “Si no se asumen las dificultades a tiempo se pueden escapar de las manos” “Creo que tenemos que actuar un poco más activamente” “el Gobierno tiene suficientes tareas para estar agregándole otras porque no hemos sido capaces de preverlas”. Etc.

En cuanto a la agenda, me da la impresión que si ésta es sólo la contemplada en las 36 medidas, no es suficiente para movilizar al País y menos al aparato público, que ya debe llevar un millón de medidas en el cuerpo de todos los gobiernos anteriores, incluido el militar, y no les ha pasado nada por la falta de implementación. Hay que recordar que el grueso del aparato público es inamovible.

Por tanto ¿De qué agenda estamos hablando? ¿De un Gobierno inclusivo? ¿De escuchar a la gente? ¿Qué agenda realmente movilizadora ha puesto el nuevo Gobierno arriba de la mesa que sirva para que el grueso del País pare el paso y mire hacia esa dirección, como algo que realmente vale la pena?

Había una agenda realmente movilizadora que se le quedó afuera al nuevo Gobierno, debido a una pésima capacidad de diagnóstico de lo que ocurre en el País: la calidad de la Educación. En una semana fue capaz de movilizar 500.000 estudiantes secundarios, ante lo cual no hubo ninguna fuerza o grupo político que no fuera cogido por sorpresa y que no tratara de subirse a ese carro con posterioridad. ¡Incluso se les fue a Ominami, Girardi y Navarro!

Sin duda que la calidad de la Educación moviliza más que las pensiones. Y todos los políticos de todos los signos saben que el tema tiene una trampa mortal para la política tradicional: la agenda de la calidad de la educación es movilizadora políticamente hablando, pero enfrentar en serio el tema no es rentable políticamente, por ser de largo plazo por antonomasia. Debe entenderse que el que un tema sea un “tema-país”, significa que es de largo plazo y cuyos efectos los verán otros, y no que tiene amplia cobertura televisiva.

Pero, nuevamente, salvo la preocupación por fijar la propia agenda, el resto de este segundo punto del decálogo, es bastante de Perogrullo. Está a la altura de frases tales como: “…no hay nada peor para la salud que las enfermedades”. (¿Quién le estableció ésta agenda a la Presidenta?)

3.- Necesito un Gobierno que se anticipe a los problemas y no que reaccione ante ellos.

Pide hacer frente a los problemas en forma expedita y coordinada; no dejarlos estar, esperando que exploten. Sin duda, lo que todos queremos en todos los aspectos de nuestras vidas, tanto personales como institucionales. Pero ¿Cómo se logra?

Veamos la Educación nuevamente, como un ejemplo de lo anterior.

¿Es dable pensar que siendo la Presidenta tan cercana a un político “avezado” como Bitar, no tuvo ningún dato relevante sobre el problema que se le venía encima, con el tema de la calidad de la Educación, habiendo sido Bitar Ministro de Educación hasta pocos meses atrás? ¿O es que el mismo ex ministro realmente pensaba que lo había hecho estupendo? ¿Nadie le dio información al respecto o nadie la tenía, como para adelantarse a un problema real que se venía encima? ¿O se tenía, pero nadie de su equipo quería enemistarse con los profesores? ¿O alguien tenía la información correcta, la dio pero no se le tomó en cuenta por otras razones?

Si bien han pasado numerosos ministros de educación en los gobiernos de la concertación, y todos parecen que creen que lo han hecho estupendamente bien (ninguno ha opinado nada respecto del fondo de las movilizaciones estudiantiles) cabe resaltar que, al menos ha habido un solo funcionario clave a cargo de la parte medular de la llamada “Reforma Educacional” durante todos los gobiernos mencionados: un señor Cox. Él acaba de salir con el cambio de Gobierno. ¿Tampoco le advirtió a la Presidenta del problema latente en materia de calidad? No sólo parece que no, sino que – además – la Presidenta lo ha nombrado en la Comisión para la reforma de la educación. ¿Irá a aportar su experiencia de los últimos 16 años?

¿Cómo es posible que nadie del Gobierno haya planteado derechamente, a raíz del conflicto estudiantil, el escándalo de los profesores que rechazan su evaluación para no mostrar su total incompetencia en el cargo en el cual están inamoviblemente situados? ¿Cómo es posible que nadie del Gobierno haya dicho una palabra sobre el hecho insólito del Colegio de Profesores apoyando las manifestaciones estudiantiles? Es como el mundo al revés, pero ahí están.

¿Cómo es posible adelantarse a los problemas si el Gobierno, en general, ha mostrado una mala lectura de la realidad?

Por otro lado, y no es culpa del Gobierno, una cosa es querer un gobierno que se anticipe rápidamente a los problemas y otra cosa es contar con un Estado institucionalmente regido por normas incapaces de ir a tiempo con la necesaria flexibilidad que los tiempos modernos requieren; y la Presidenta también.

4.- Quiero un Gobierno trabajando en equipo. No quiero agendas propias.

¿Realmente la Presidenta piensa que es posible lograrlo? Si lo piensa de verdad, “me pongo de pié”. Si lo logra, sería una de las mayores revoluciones políticas de Chile, y estaríamos a un paso de ser desarrollados.

Pero ¿Pensó en eso cuando nombró a su equipo de Gobierno? Todavía no conozco un Gobierno en el cual no se incluyan muchos funcionarios de alto rango con sus propias agendas políticas y que actúan en función de sus propios intereses políticos. Se respeta el marco general del Gobierno respectivo pero, a su vez, éste también respeta el margen de maniobra que cada político pide para sí, pensando en su futuro. Si no fuera así, no habríamos visto los ejemplos de altos funcionarios públicos de los gobiernos pasados que, sin ningún pudor, aceptaban cargos en funciones absolutamente alejadas de sus competencias más elementales, con tal de “tener cámara” o presencia mediática. (Sería interesante investigar, por ejemplo, a los funcionarios de los gobiernos democráticos anteriores, y verificar sus salidas a terreno “por razones del cargo” y, luego, correlacionarlas con las circunscripciones por las cuales han aspirado a ser parlamentarios, o han sido elegidos parlamentarios). ¿Eso se acabó en el actual Gobierno?

Ahora bien, lo anterior es respecto al no aceptar agendas propias, que en el mundo político es prácticamente imposible.

Pero vamos ahora al tema de las agendas institucionales dentro de cualquier Gobierno. Cualquiera que entienda algo de política sabe que los diversos organismos del Estado no son neutrales entre sí, por regla general, salvo ante las catástrofes, por ejemplo (muy chileno). Está bien que pese a esa realidad, los gobiernos avanzan igual gracias a las coordinaciones y a los liderazgos efectivos de altos funcionarios o de los gobernantes mismos. Pero las pugnas se producen en los terceros y cuartos niveles de los servicios, por ejemplo, donde da lo mismo qué gobierno está arriba; lo que importa es el Estatuto Administrativo que da estabilidad a toda prueba y la respectiva ley orgánica, que da poder. Por otra parte, no existe el alto funcionario (Jefe de Servicio, Ministro o Subsecretario) que no parta su gestión agradeciendo y ensalzando a los funcionarios del respectivo servicio. Es parte del ritual.

Señora Presidenta: el trabajar en equipo es una tarea sistemática y que requiere agendas claras, prácticas expeditas y mucho liderazgo, entre otros componentes. Este es un permanente desafío incluso en las empresas mejor organizadas del mundo. En el caso de un Gobierno como el suyo, con un corto plazo de duración, creo que el tema del equipo sólo lo logrará con un liderazgo suyo real y sacando del equipo a los que no quieren jugar el mismo juego que Usted quiere. Me parece importante que “lea” en la gente que ésta está absolutamente dispuesta a que Usted le pida la renuncia a cualquier funcionario alto que no tenga el estilo o las competencias que Usted está demandando legítimamente. Piense en el beneficio político de medidas de ése tipo ante la opinión pública del País, más que en el costo político dentro de los partidos de la Concertación, al ver que uno de los “suyos” es sacado del Gobierno por incompetente o por no calzar con el estilo que Usted busca.

5.- Yo espero que ustedes no se limiten a las respuestas de rutina. Debemos ser creativos, atrevernos a innovar, porque es lo único correcto ante los nuevos tiempos.

“…Vamos a ver muchas cosas que van a ocurrir por primera vez…” Y, honestamente, se hace cargo de la sorpresa con que pillaron al Gobierno - y a todo el País - las manifestaciones estudiantiles. Francamente, anota los grandes cambios de escenarios ocurridos en los primeros días de su Gobierno. Y lo anterior significa aumentar notablemente la necesidad de una capacidad de autocrítica; de predecir escenarios reales, no voluntaristas; una capacidad de análisis mucho más sofisticada que la mera lectura y disección diaria de toda la prensa o de los rumores circulantes alrededor de palacio. Pero, por sobre todas las cosas, es de esperar que sea estricta con aquellos funcionarios que dicen tonteras públicamente, pensando que realmente el grueso de la gente es tonta.

Algunos ejemplos:

El Intendente de la RM se lleva uno de los primeros galvanos, cuando se ha referido a la contaminación de Santiago. Si se quieren buscar respuestas de rutina y absolutamente irrelevantes (e irritantes) sobre el fracaso del Plan de Descontaminación de Santiago, hay que ir a sus declaraciones en los días anteriores a la huelga de los estudiantes, cuando la ciudad se ahogaba por falta de lluvias. Quedaba en claro que no entendía casi nada de lo que hablaba. Su asesor máximo era la misma autoridad ambiental de la RM, responsable del fracaso del Plan mencionado, ya que era la misma autoridad del Gobierno pasado (y sigue ahí como si nada). En una de las ocasiones, el Intendente se reunió con un grupo de metereólogos y, entre todos ellos, sacaron declaraciones sorprendentes: que la ciudad de Santiago no estaba ni ante el fenómeno de la Niña ni del Niño, por tanto estaba en una situación “neutra”. ¡Y es más, por tanto podía llover como no llover! (espectacular demostración de profunda formación teórica y practica en las ciencias de la meteorología). A lo cual el Intendente le agregó el detalle que faltaba: que la situación de Santiago en materia de contaminación dependía de la lluvia; que el verdadero Plan de Descontaminación era como tirar una moneda al aire. Y sigue en su cargo. Notable.

Que el Gobierno anterior le quitó 500 de los 800 millones asignados al mencionado Plan, y el funcionario ambiental de la RM nunca dijo nada, ni renunció indignado, por ejemplo. Y también sigue ahí, asesorando al Intendente.

¿Cómo va a ser capaz el Gobierno de anticiparse a los problemas si depende de tirar monedas al aire? ¿De que los problemas puedan tener solución o no? ¿O de respuestas de altos funcionarios que irritan a la gente con respuestas que ni ellos mismos se las creen?

Quizás la Presidenta debiera buscar, dentro del nuevo estilo, un estilo más directo de responder ante las preocupaciones de la gente y no la sarta de lugares comunes a que nos tienen acostumbrados los “altos funcionarios” de gobierno. Sería bueno que la Presidenta le explicara a todos sus altos funcionarios políticos que “tener el cuero duro en política” se refiere básicamente a soportar los cuchillazos y balazos de los colegas del mundo de la política, pero no a hacerse los lesos frente a las respuestas que pide la ciudadanía ante problemas que realmente les interesan.

No debe confundirse el “cuero duro” con ser “caradura”.

6.- Y quiero ser categórica. Yo estoy hablando de los cuatro años de Gobierno: no se justifican improvisaciones.

Se refiere básicamente a hacer bien el trabajo diario. No tengo mayores comentarios, salvo mi extrañeza que tenga que recordarle a todos sus altos funcionarios una regla como ésta, y mi sistemática duda de qué va a hacer cuando alguien haga el trabajo mal hecho. La tradición en el aparato público de Chile ha sido que, cuando alguien hace el trabajo mal hecho (o no hecho), no le pasa nada.

7.- Hay que prepararse para el diálogo ciudadano.

Al respecto debo hacer una afirmación que hace tiempo ronda por mi cabeza, si uno analiza una serie de señales que he podido observar en los últimos 16 años de gobiernos de la Concertación: creo sinceramente que en las altas esferas de los respectivos gobiernos siempre ha habido un gran miedo a la democracia real.

No a la institucional (elección de autoridades, separación real de los poderes públicos, etc.)

Me refiero al verdadero ejercicio de escuchar a la gente, sobre todo cuando le dicen cosas que a uno no le gustan; o le dicen que lo está haciendo mal; o le exigen respuestas más concretas ante determinadas inquietudes; etc. Al verdadero ejercicio de la democracia. A darse el tiempo de escuchar de verdad, sin escudarse en la “alta investidura”; o en la eterna percepción funcionaria de “falta de respeto”, cuando se le dice una crítica al Presidente de la República.

Tengo la sensación que éste va a ser uno de los ejercicios más costosos al interior del Gobierno, dada la larga tradición de los chilenos, en especial de su clase política de no decirse las cosas directamente con respeto y altura de miras.

Además, se requiere que el diálogo que la Presidenta exige se oriente a la acción y no a lo meramente formal (muchas reuniones con harta gente distinta).

Escuchar, dialogar y decidir. Suena como una excelente trilogía de conducta del Gobierno. Es su práctica la que está exigiendo la Presidenta con un estilo diferente de los gobiernos anteriores.

8.- La legitimidad de las demandas ciudadanas.

La Presidenta se refiere a escuchar dichas demandas, analizar su razonabilidad y dar curso o no a las respuestas respectivas. Si se puede, bien. Si no se puede, decir que no, a cara descubierta y frente a todo el País.

Qué difícil va a ser juzgar correctamente la legitimidad y viabilidad de las demandas ciudadanas, cuando el Gobierno tiene la billetera llena. Sobre todo, qué difícil va a ser tener que decir que no frente a algunas y tratar de explicarle Economía a la población en general.

Ya veremos la real capacidad de adelantarse a los problemas, porque éste va a ser uno grande y de múltiples facetas.

9.- Ningún funcionario debe actuar a la defensiva.

Sólo me cabe comentar que, supongo que este punto del decálogo se origina en manifestaciones claras de baja autoestima gubernamental de algunos altos funcionarios, en estos primeros días de Gobierno.

En numerosas ocasiones, y ocurre en las mejores empresas inclusive, se da una enorme importancia a escuchar lo que se dice afuera de la organización, y se da muy poca importancia a lo que se dice o se comenta al interior de ella.

¿No será el momento de comenzar a escuchar atentamente las razones de dicha baja autoestima de funcionarios de Gobierno en forma objetiva? ¿No tendrán algún porcentaje de razón? ¿Existe la cultura necesaria dentro del nuevo Gobierno para escuchar realmente las críticas internas y tomarlas como un beneficio a capitalizar?

De no ser así, toda organización termina transformándose en una organización cínica, en que los subordinados prefieren no decir nada que al jefe le moleste y tratan de pasar “piola”. Total, igual no les va a pasar nada, como ha sido siempre la tónica y el respaldo del Estatuto Administrativo.

Total, perder el tiempo en Chile aún se percibe como gratis; sin costo alguno.

10.- Chile es un país inclusivo. Caben todos.

No tengo dudas de su sinceridad y cuenta con todo mi apoyo. Por lo mismo, es que me atrevo a escribir todo esto con franqueza.

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