¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?

Columna
El Montonero, 18.03.2022
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano

Nuestro destino debe preocuparnos

Estamos a ocho meses de un gobierno sin rumbo, sin liderazgo, sin convicción, y con múltiples evidencias de corrupción. Un gobierno que sobrevive día a día cambiando de discurso, de tácticas y de propósito. Un presidente que no tiene un partido que lo sostenga con firmeza. Pedro Castillo se abstiene de confesar su adhesión a la ideología de Perú Libre –el partido que lo llevó a la presidencia–, con cuyo líder tiene ocasionales y casi furtivos encuentros para asegurar el apoyo de su bancada en el Congreso, sin la cual carecería de respaldo parlamentario alguno.

Es una situación retorcida y fatal, si se lee el “Ideario y Programa de Perú Libre” y el precipicio al que nos empujaría de la mano con el comunista Vladimir Cerrón y sus maestros cubanos –ahora reforzados con la activa presencia del Embajador de La Habana en el Perú–. Esos son los duros parámetros políticos que maniatan a Castillo en el ejercicio de la presidencia, y lo que está atrás de sus desgastadas cabriolas, su recurrente invocación al “pueblo” y sus múltiples discursos –mal dichos y peor hilvanados– que ya no convencen a nadie.

Nuestro pueblerino presidente se aburre en Palacio, lejos de lo que llama el Perú profundo. Sus visitas a comunidades provincianas o rurales son su actividad preferida para expresar sus (escasas) ideas, descuidando la administración del Estado, que es la principal obligación de todo presidente. Las reuniones de trabajo con los ministros tienen ese propósito, pero deben ser escasas. Y es de suponer que el tratamiento de la problemática de cada cartera es precario y superficial. Si esta presunción fuera correcta, la intervención real del primer mandatario en el manejo real del país sería deficitaria.

Esperemos que el periodismo de investigación escudriñe las agendas de la Presidencia y de cada cartera ministerial para verificar la atención que se dedica a problemas de vital importancia para el país, y provea a los ciudadanos de la información que necesitan y tienen derecho a conocer.

La temática en cuestión es más importante aún por la ofensiva falta de seriedad que se evidencia en la selección de los ministros porque, de alguna manera, ellos podrían suplir las escandalosas limitaciones presidenciales para la conducción de los asuntos públicos. Es de veras lamentable comprobar el pobrísimo estándar con que el presidente selecciona a la mayor parte de los secretarios de Estado, exponiendo a su gobierno a espectáculos patéticos como el ofrecido por el incalificable ministro de salud, en trance de ser merecidamente censurado.

Solo la presión de la vigilancia ciudadana y la constante observación de los medios de comunicación pueden contrarrestar la conducta, hasta ahora irresponsable, de un gobierno que debería estar a la altura de las imperiosas necesidades del Perú.

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