El embajador argentino y el principio de la no intervención

Columna
El Líbero, 23.11.2021
Jorge G. Guzmán, abogado, exdiplomático y académico (U. Autónoma-AthenaLab)

Como si estuviera en una conversación privada con los “amigos de la relación con Argentina”, en una entrevista con un medio local el embajador Rafael Bielsa ha calificado al candidato presidencial José Antonio Kast como “rupturista”, “pinochetista”, “anti-argentino” y “xenófobo”, permitiéndose mucho más que un exabrupto: ha incurrido en una directa (e innecesaria) intervención en los asuntos internos chilenos.

El señor Bielsa ignora o pretende ignorar (o no le importa) que, entre las obligaciones del cuerpo diplomático, la propia Convención de Viena sobre las Relaciones Diplomáticas expresamente establece que estos agentes están “obligados a no inmiscuirse en los asuntos” del país en que están acreditados. Sobre esta obligación descansan no solo los privilegios y exenciones de los diplomáticos, sino también -muy importante- su inmunidad.

Tan burda e innecesaria ha sido la intervención en los asuntos internos chilenos del embajador argentino, que esta ha obligado a casi un inmediato Comunicado de nuestra Cancillería, en el cual el gobierno se ha visto en la incómoda obligación de rechazar su actitud y sus declaraciones. En contexto, esto debe entenderse como una advertencia: la próxima estación es -conforme con la misma Convención de Viena- que se le declare “persona non grata”. El impacto sobre la relación bilateral sería muy grave.

Todos sabemos que el principio de no intervención en los asuntos internos de otro Estado constituye un pilar del sistema internacional. Sin el respeto a este principio, las relaciones entre Estados serían no solo caóticas, sino que permanentemente favorables a “los más fuertes”. Por lo mismo, tanto la OEA (Art. 19 de su “Carta”) como Naciones Unidas (Resolución ONU 2131 (XX)) han reconocido a la no-intervención como un requisito sine qua non para el funcionamiento de las relaciones internacionales. Nada de este parece importarle al señor Bielsa.

Las relaciones bilaterales entre Chile y Argentina son demasiado importantes para quedar a merced de los exabruptos de un solo funcionario. Si bien es cierto que estas relaciones son complejas (y a veces difíciles y ásperas), lo concreto es que ambos países deben esforzarse por mantener abiertos los canales de comunicación para dialogar, solucionar problemas, colaborar y coordinar acciones de mutuo beneficio. Desde este ángulo, la condición a la que el señor Bielsa se ha sometido a sí mismo no contribuye al buen desarrollo de la relación chileno-argentina. Un asunto tan relevante para millones de ciudadanos a ambos lados del límite internacional no puede quedar sometido a las simpatías o antipatías de un solo funcionario, cuya obligación -además- no es la de dividir ni separar, sino que acercar.

En Argentina y en Chile hay todo tipo de opiniones respecto del tipo de relación que nos conviene. Incluso, la actual vicepresidenta de Argentina se ha permitido, por ejemplo, afirmar que su país “debe tener” una “salida soberana al Océano Pacífico”. Si Chile condicionara la relación bilateral a obtener una “aclaración” sobre este asunto, es posible que entráramos en un estado de statu quo que, entre otros efectos colaterales, produciría una fila de decenas de kilómetros de automóviles y camiones parados a ambos lados de la frontera. No es la idea.

Cualquiera sea el resultado de la segunda vuelta presidencial del 19 de diciembre, los funcionarios diplomáticos sobre los que pesan grandes responsabilidades deberían recordar que la prudencia es reconocida como “la reina de las virtudes”. En el caso que el señor Kast resultare electo como el próximo presidente de Chile, la relación entre nuestro país y Argentina deberá continuar. Probablemente con nuevos énfasis, pero, de todas formas, deberá continuar.

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