El impacto geopolítico del Covid-19

Columna
El Montonero, 02.04.2020
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
La conflagración microbiológica que castiga a la humanidad

La gran peste del siglo XXI que asola al mundo es mucho más que un escalofriante problema de salud pública universal. Las décadas de temor por la proliferación de armas atómicas y el estallido de un conflicto nuclear han empalidecido frente a la conflagración microbiológica que castiga a la humanidad. Una bomba que ha explotado en medio:

  • del desmoronamiento del orden internacional de la post guerra, el anquilosamiento de sus mecanismos multilaterales y los estragos de las guerras comerciales de Trump (no solo contra China, por cierto);
  • de la emergencia económica, militar y política del Asia (China, India, Corea del Sur y otras nuevas potencias que compiten con Japón, la antigua estrella solitaria de esa región);
  • del resquebrajamiento de las alianzas occidentales capitaneadas por EE.UU. y la OTAN;
  • del fortalecimiento autocrático e internacionalmente desestabilizador de la Rusia de Putin;
  • de las explosiones del yihadismo terrorista y el activismo de Irán nuclear que complican los conflictos del Medio Oriente;
  • del extremo debilitamiento de la normatividad comercial de la OMC;
  • de la prolongada secuela de los desarreglos provocados por la crisis financiera del 2008/2009 generada en EE.UU.;
  • de la desunión y los entrampamientos de la Unión Europea;
  • del chavismo petrolero que financió al socialismo del siglo XXI y repotenció al comunismo castrista, que luego serían fortalecidos por la elección de Lula y el sistema de corrupción que organizó a través de Lava Jato y el activismo del Foro de Sao Paulo para propagar un proyecto político siniestro en América Latina.

El brote de la pandemia, entre los murciélagos y serpientes que aderezan la gastronomía de Wuhan, se agravó por el ocultamiento de los hechos al pueblo chino y la tardía notificación de Pekín a la OMS, retardando su intervención. Esta censurable actitud motivó las expresiones hirientes del señor Trump para estigmatizar a China como origen del virus. Pero lo real es que la pandemia nació en ese país y que EE.UU. encabeza largamente el ranking de los países más afectados. La opacidad de la dictadura de Xi Jinping se enfrentará a la arrogancia imprevisible de Donald Trump, en campaña por una reelección condicionada por la crisis en EE.UU. Lo probable es que ninguno de ellos juegue limpio y que se debiliten recíprocamente.

Las potencias asiáticas exitosas en el manejo del Covid-19 –como Corea del Sur, Japón o Singapur– ganarán en importancia y prestigio. Si la India evita una explosión del virus, puede jugar un rol decisivo en el balance de poder con Occidente. El Primer Ministro Narendra Modi, un nacionalista hindú conservador que acaba de renovar su alianza estratégica con EE.UU., comprándole US$ 2,600 millones de equipos militares, será un actor decisivo en la relación EE.UU.-China. Shinzo Abe, otro conservador que hace 12 años gobierna Japón (fuerte aliado de EE.UU.) gravitará en el mismo sentido.

La Unión Europea ha sido emplazada por Italia y España para enfrentar la crisis con decisiones eficaces y solidarias. La excesiva ampliación de su membresía y la posición de regímenes autocráticos como Hungría implica una diversidad que conspira contra la cohesión y unidad de propósito en uno de los experimentos políticos más trascendentales de la historia reciente. Las propuestas a debatir en los próximos días deberían superar el estancamiento con soluciones pragmáticas, como la posibilidad de avanzar a ritmos diferentes según la voluntad política integradora más o menos afín de sus miembros. La crispación de la realidad internacional que nos agobia necesita imperiosamente el robustecimiento del continente donde nacieron los valores de la civilización occidental, la libertad y la democracia.

¿Y América Latina? A la luz de la crisis humanitaria de Venezuela, es posible que el coronavirus haga su parte para terminar con Maduro y el cáncer castro-chavista. Las recientes acciones de Washington contra los narcodictadores y el despliegue de su fuerza naval para anular los negocios del Cartel de los Soles y de sus pares mexicanos podrían cambiar el horizonte de la región, donde la pandemia es combatida con estrategias diferentes.

La permanencia del Presidente Bolsonaro o la eventual ascensión de su Vicepresidente garantizan el mantenimiento de la política brasileña frente a Venezuela, así como la dirección de su economía. El Presidente Duque registra éxitos importantes en la lucha contra el virus (compra masiva de pruebas a Labotarorios Abbott y su coordinación personal con el Presidente de Corea del Sur). Argentina está complicada con una deuda impagable que se agrava por la epidemia. México seguirá adormecido por los diarios sermones matinales de su Presidente. Chile, Ecuador y Bolivia enfrentan situaciones singulares en nuestras fronteras de mayor intercambio de personas y servicios.

El Perú seguirá afinando sus acciones contra el Covid-19, la defensa de las conquistas económicas heredadas y la reactivación productiva sostenida por la inversión privada. No descuidará, por cierto, el papel destacado que le corresponde ejercer como coordinador del Grupo de Lima, precisamente cuando los días de Maduro parecen contados.

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