El interminable decálogo de dislates populistas

Columna
El Líbero, 11.12.2023
Iván Witker, académico (U. Central) e investigador (ANEPE)

Un reciente Memorándum de Entendimiento firmado entre Paraguay y Estados Unidos de Kailasa se ha convertido en el más reciente capítulo de las extravagancias que sacuden a América Latina con insistente regularidad desde sus mismos inicios. Consecuente con tal aserto, es razonable pronosticar que no será el último caso de estas características y la región seguirá inmersa en aquello que más sabe: producir escenas de realismo mágico.

Es verdad. Pocas zonas del mundo ofrecen un espectáculo tan estridente. Han sido dos siglos de jefes de Estado y de dirigentes políticos marcados por conductas estrafalarias, decisiones delirantes, personalidades volcánicas, trastornos sicológicos evidentes, visiones fanáticas, irresponsabilidades procedimentales, hábitos desbocados, ignorancia obscena, megalomanía desatada, manipulaciones groseras. En fin. Una lista inacabable de rasgos demasiado frecuentes.

Ya hacia finales del siglo 19, un dictador boliviano, con trazos barbáricos, como Mariano Melgarejo, nombró ministro a su caballo favorito y le declaró la guerra a Francia, ordenando una movilización total de la infantería para ocupar tierras galas. Su biógrafo Max Daireaux relata cómo, debido a las secuelas de una orgiástica semana, no estuvo en condiciones ni deseos de recibir a unos emisarios brasileños que querían dialogar sobre delimitaciones limítrofes. Tomó un lápiz y le regaló miles de kilómetros a su vecino. Décadas después, ya a mediados del siglo 20, una turba irrumpió en el palacio presidencial boliviano apuñaló salvajemente al presidente Gualberto Villarroel y luego lo colgó de un farol en la plaza Murillo. Sus tres principales colaboradores corrieron similar suerte.

¿Qué se puede decir del papelón de Paraguay con Keilasa? Poco. Salvo que sirve para confirmar que personajes y conductas desopilantes cubren todo el espectro imaginable. Que no pertenecen a un sector determinado. Sin embargo, es claro que ese populismo melancólico y mesiánico, desprendido de la debacle ideológica de los 90, es el más sustancioso. Al menos, en estos últimos años.

Nadie duda. En Chávez, Maduro, AMLO, los Castro, Ortega, y en tantos otros, se entrelazan, de manera proverbial, aquel caudillo antiguo (del tipo Melgarejo), con los personajes emblemáticos del nuevo populismo de redención social que vive la región.

Algunos de los más llamativos han sido Hugo Chávez y Nicolás Maduro, quienes incardinan con la historia venezolana de una manera bastante impresionante. Ambos son herederos de Cipriano Castro, quien protagonizó un caso ya olvidado, pero alucinante. Aquejado de una grave enfermedad, se embarcó rumbo a Europa y dejó el gobierno en manos de su compadre y amigo Juan Vicente Gómez. Imposible mayor confianza. Sin embargo, apenas llegó a alta mar, recibió un telegrama urgente. Su amigo le recomendaba no volver más al país si quería mantenerse con vida. Castro pasó sus últimos años en solitario. En la pobreza más absoluta. En Puerto Rico, y en la mira de compinches de su antiguo compadre.

Como se sabe, Chávez fue un lengua suelta de marca mayor. Sus groseras invectivas contra funcionarios de organismos internacionales y contra varios mandatarios estadounidenses, o sus disparates referidos a que el imperialismo habría acabado con la civilización en Marte, son algunas de sus grandes perlas retóricas. Su heredero, por su parte, conversa con su fallecido mentor a través de un pajarito. Durante sus apariciones en ruedas de prensa suele dar muestras de una ignorancia absoluta en cuestiones elementales de geografía o matemáticas. Es habitual escucharle afirmaciones agresivas y vergonzosas. Sin límites. Ni siquiera con su propia dignidad personal. En más de una ocasión ha indicado (literalmente), que se le está fundiendo lo poco de cerebro que le queda. En 2015 dijo apelar a su inteligencia “para hacerme el estúpido y de esa forma ser noticia a nivel mundial” (sic).

Nada de esto ha sido impedimento para instalar en Venezuela un autoritarismo con casi ocho millones de exiliados. Tampoco arruinar la economía. Mucho hablan las autoridades de varios países de la región sobre las víctimas del éxodo venezolano y la necesidad de reubicarlos por razones humanitarias, pero guardan silencio a la hora de ir a las causas.

Otro asunto que ha merecido baja atención mediática, pese a sus sabrosos ingredientes, es el populismo redentor de AMLO en México.

Quizás el episodio más excéntrico fue del avión presidencial. Este resume de manera jocosa, pero certera, el choque violento que suelen tener los populistas con la realidad.

Apenas asumió como presidente en 2018, anunció con grandes bombos que el avión presidencial, un Boeing 787-8 Dreamliner, sería vendido. No sólo por tratarse de una promesa de campaña y por sus anuncios de austeridad total, sino por sus frecuentes “baños de masas”. Bajo tal precepto, es obvio que no necesita un avión. “Se trata de un lujo para pequeños faraones acomplejados, es algo que no tiene ni Obama”, vociferaba. Junto a la venta, creó un curioso Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP), para distribuir el dinero a recaudar.

Sin embargo, los planes de este populista y redentor social se estrellaron en contra la realidad. Consultado sobre el retraso de la venta, admitió haber cometido un “error de procedimiento”, pues no hubo interesados. Anunció una modificación de su modelo de negocios.

Ordenó llevarlo a una subasta de vehículos oficiales mexicanos en California. Para su desgracia, allí tampoco apareció algún interesado. Se lo ofreció entonces personalmente a varios mandatarios latinoamericanos. La falta de receptividad de éstos hizo explotar su imaginación. Se lo ofreció en trueque al presidente Biden. Le propuso cambiarlo por helicópteros para la lucha contra catástrofes naturales. Biden, aunque decrépito, mantuvo distancia ante un ofrecimiento tan bizarro. Y como el populista-redentor también dice ser nacionalista, anunció que lo entregaría a una línea aérea estatal que estaba organizando. Triste sorpresa se llevó al enterarse que, por la estructura interna del avión, era inviable.

Como la incomodidad crecía y crecía, anunció luego que estaba ofreciendo arriendo para eventos privados o compañías de charters. Sin embargo, la maldición seguía presente. Nadie quiso disfrutar de la aeronave.

Los millonarios costos de mantención mecánica fue otro problema práctico a resolver. El avión debía mantenerse en hangares privados. Algo no precisamente barato.

Bordeando en la desesperación, su entusiasmo populista lo llevó a una solución descabellada. Corría ya 2020. Anunció que lo rifaría. Ordenó poner a disposición de las personas seis millones de billetes de lotería. Quien lo ganase, se lo podía llevar para su casa. Tal disquisición obliga a admitir lo evidente. Los populistas latinoamericanos -sean mesiánicos, melancólicos o postmodernos tipo woke– son verdaderas máquinas de ocurrencias y caen en absurdos sin ruborizarse.

La oferta pública se vio menguada. Logró vender sólo el 70% de los billetes. A partir de ese momento, el destino del avión entró en una nube gris. Algunas personas reclamaron haber sido los ganadores. Otros decían que lo había comprado un cartel de la droga.

En medio de tal revuelo, anunció haber encontrado finalmente un interesado verdadero, el gobierno de Tayikistán. Esa república asiática, exsoviética, pagó US$ 92 millones. Es decir, ni la mitad del precio original. Pese a ello, la satisfacción de AMLO era evidente. “Nos hemos sacado este pendiente”, dijo en una de sus últimas mañaneras.

Ahora bien. Sabido es que la realidad siempre es más poderosa y se termina imponiendo. Sobrevino un corolario fascinante. La Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) dispuso en el Programa de Adquisición de Inversiones para 2024 la compra de una Aeronave de Transporte Estratégico para uso Presidencial y del Estado Mayor.

Este decálogo de dislates populistas es un resumen muy breve. Bucaram, Morales, los K, y el propio AMLO lo engrosan con más sagas aún. Todas cautivantes. Todos engrosan un dramatis personae. Ese listado de figuras participantes del gran sainete latinoamericano: el realismo mágico.

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