El México de Claudia y la sombra de AMLO

Columna
Realidad & Perspectivas, N*126 (junio 2024)
Germán Guerrero, exembajador de Chile en México

Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, asumirá su mandato para el sexenio 2024-2030 el próximo 1 de octubre, luego de obtener una aplastante victoria en las elecciones federales del pasado 2 de junio. Según los datos oficiales, obtuvo el 59% de los votos, superando largamente a sus competidores, Xóchitl Gálvez con un 27,4% y Jorge Álvarez Máynez con un 10,3%.

Sheinbaum, la carta del oficialista partido MORENA, se convertirá así en la primera mujer presidenta de ese país, pero también en uno de los mandatarios más poderosos con más de 35 millones de votos, casi doblando la votación de sus oponentes, con la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y con una amplia mayoría en el Senado.

A pesar de estos resultados abrumadores, la principal interrogante es, tal como adelantó el columnista Javier Risco en el diario El País: “¿Qué hará Claudia Sheinbaum con todo ese poder?”

Aún parece demasiado temprano aventurar una respuesta sobre cómo la nueva gobernante conducirá México, cuál será el destino del proceso de reformas iniciado por el presidente López Obrador, cuáles serán sus objetivos prioritarios, y, por cierto, cómo será la gestión de las relaciones internacionales y su política de alianzas. Mientras algunos se inclinan por una gobernante rehén del poder de AMLO y su proyecto con tintes totalitarios, otros apuestan sus fichas a un nuevo liderazgo más conciliador y respetuoso de las libertades y la democracia.

La portada de la revista Proceso augura lo primero con la fotografía de Claudia en primer plano y, tras ella, la figura omnipresente del caudillo de Morena con un título sugerente: “El Poder Total”. En palabras simples, es lo que en política se conoce, desde la época medieval, como “el poder tras el trono” o en algunas teorías conspirativas como “shadow government” (gobierno en las sombras), para indicar que el real y verdadero poder político no radica en los representantes electos, sino en una persona o grupo que ejercen el poder entre bastidores.

Sin embargo, para otros Claudia tiene su propio liderazgo y pensamiento político. En primer lugar, no es un caudillo populista y carismático, sino más bien una administradora tecnócrata que actuará buscando la conciliación y no la confrontación, haciendo honor a su formación científica y gobernando a partir de los datos. En este sentido, se recuerda que el lema de su campaña fue “continuidad con sello propio” y que en varias ocasiones ha demostrado sus diferencias con el presidente López Obrador.

Desde ya, al celebrar su triunfo en el Zócalo, Claudia Sheinbaum exhibió su propio carácter en lo que muchos llaman “el poder tranquilo” y su compromiso con las libertades y la democracia: “Garantizaremos las libertades de expresión, de prensa, de reunión, de concentración y movilización. Somos demócratas y por convicción nunca haríamos un gobierno autoritario ni represor”.

También, los que creen en su liderazgo destacan que salió a tranquilizar a los mercados, tras el anuncio de AMLO de apurar la reforma judicial, donde insistió que, de acuerdo con su estilo, no se tomarán decisiones apresuradas, que promoverá el diálogo y que se respetará el estado de Derecho.

También, en el área de las relaciones exteriores sus partidarios vislumbran cambios significativos.

Destacan que, tras su victoria en las urnas, una de las primeras conversaciones de la presidenta electa fue con Luis Almagro, secretario general de la OEA, con quien AMLO jamás dialogó y que ha mantenido un discurso apenas formal con el Grupo de Puebla. Estas señales indicarían que la nueva presidenta desea mantener una relación con todos, pero sin compromisos.

Igualmente, destacan el nombramiento como Canciller de Juan Ramón de la Fuente en lo que califican como “un guiño a Estados Unidos y los mercados”. El nuevo canciller es definido como “un hombre moderado” y “una señal de un talante dialogante” para el nuevo sexenio.

López Obrador ya anunció su retiro de la política sentenciando que terminado su mandato “me jubilo y no vuelvo a participar en ninguna actividad política”, aunque mantiene una gran influencia en las redes del partido MORENA y podría convertirse, según algunos analistas, en el “Gran hermano” de la novela 1984 de Orwell, una especie de vigilante del proceso de reformas.

Por esta razón, Yuriria Sierra en su columna “El dilema de Claudia”, publicado por Excelsior, reitera las dudas sobre el futuro gobierno: “Claudia Sheinbaum enfrenta uno de los dilemas más complejos de su carrera política: definir su propio liderazgo y estilo de gobierno, o permitir que Andrés Manuel López Obrador siga dictando la agenda”.

En este escenario de incertidumbre, sería razonable esperar un gobierno que navegue entre dos aguas, ni completa continuidad ni total ruptura, más bien una mezcla entre ambas, pero con una forma de ejercer el poder más dialogante y menos autoritaria.

En medio de la transición y con un presidente en ejercicio, parece lógico que Claudia Sheinbaum mantenga, en el corto plazo, su fidelidad con López Obrador y que su propio talante y sus objetivos políticos se comiencen a esbozar recién después del 1 de octubre. En el intertanto, subsistirán las dudas –la incertidumbre–, sobre su liderazgo y su autonomía como nueva presidenta de México.

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