El presidente Boric y la política exterior

Columna
El Líbero, 13.03.2023
Juan Salazar Sparks, embajador (r) y editor

El reciente cambio de gabinete mostró dos hechos bien relevantes: un giro del gobierno hacia la centroizquierda y un cambio completo de la cúpula de la Cancillería para un supuesto nuevo enfoque de la política exterior. Ambas cosas son buenas noticias, aunque debemos detenernos en un análisis más fino.

El primero se desprende por el nombramiento de nuevas figuras de la ex Concertación, que vienen a sumarse a las ministras Tohá y Uriarte. Además, si bien en su mayor parte corresponden a ministros sectoriales, lo cierto es que los nuevos son de mayor peso y experiencia que sus antecesores (Ej.: Antonia Urrejola por Alberto van Klaveren). En el segundo caso, el remezón de la Cancillería fue total, pues salieron la ministra, dos subsecretarios, el secretario general y la jefe de gabinete. Pero, algunos comentaristas destacan que en el ministerio de RREE hubo cambios no solo de personas sino de influencias: el grupo Nueva Política Exterior o NPE (socialistas-bacheletistas y frenteamplistas jóvenes que hablaban de una nueva política exterior turquesa, feminista y latinoamericana) habría sido desplazado por el del Foro Permanente de Política Exterior o FPPE (expolíticos y exfuncionarios de centroizquierda que enfatizan la política de Estado). En otras palabras, después del fuerte ideologismo impreso durante el primer año de gobierno ahora estaríamos volviendo al pragmatismo tradicional de la diplomacia chilena.

Ahora bien, todo lo anterior no es más que otra manifestación de “las dos almas que cohabitan en el gobierno”, disyuntiva que el presidente Boric ha venido explotando permanentemente. Se ha hablado harto de las volteretas presidenciales, pero hay que reconocer que, en el fondo, estamos ante un político intuitivo e impulsivo y, por ende, contradictorio. Él es todavía un activista antes que un estadista: pareciera ser antinorteamericano y antisemita, pero defensor de Ucrania frente a Rusia; es un gran defensor de los derechos humanos en Nicaragua, pero indiferente a las violaciones en Cuba y Venezuela.

La opinión general sobre van Klaveren es muy favorable. Hay quienes incluso lo tildan de embajador de carrera, pero el nuevo Canciller es más bien un destacado académico, con una larga trayectoria profesional en las relaciones internacionales bajo el amparo del PPD y la Concertación, que ahora deberá lidiar con todas las improvisaciones y desprolijidades del presidente, a la vez que solucionar la profunda crisis institucional que viene arrastrando desde hace tiempo el Servicio Exterior chileno y que ha tocado fondo durante el gobierno Boric.

Vamos a ver si van Klaveren consigue influir más que su antecesora sobre el presidente para evitar sus exabruptos. Lo del servicio diplomático es aún más crítico, porque está inserto en un contexto general relativo a la postergada modernización y reforma del Estado chileno. El Estado en Chile ha seguido creciendo, pero es cada día más ineficiente, porque no tiene un “Civil Service” o servicio de Administración Pública profesional: pasan los gobiernos, la administración sigue llenándose de distintos operadores partidistas y el Estado solo brilla por su clientelismo político.

En la Cancillería, este problema se ha agudizado a medida que la clase política chilena no ha decidido profesionalizar la diplomacia nacional. Presidentes, ministros y políticos -transversalmente- hablan de afianzar y mejorar la carrera diplomática, pero en la práctica no quieren entregar poder o ceder facultades. Todos los directores de la Cancillería y los jefes de misiones diplomáticas deberían ser funcionarios de carrera y, solo muy excepcionalmente, nombramientos políticos debidamente justificados. No se trata de porcentajes más o porcentajes menos entre unos y otros, sino de empoderar -de una vez por todas- a los diplomáticos profesionales. De lo contrario, tendremos políticos cometiendo desprolijidades o diplomáticos “politizados” preocupados únicamente de sus destinaciones y ascensos.

Solo una Cancillería profesional puede resguardar los intereses nacionales y mantener la continuidad en nuestra política exterior.

No hay comentarios

Agregar comentario