‘Encuestodemocracia’

Columna
El Montonero, 23.08.2019
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
  • Una creación de los medios

Gallup, el padre de las encuestas, pronosticó los inesperados triunfos de Roosevelt (1936) y la derrota de Churchill en 1945, a pesar de ser el artífice de la victoria aliada contra Hitler en la II Guerra Mundial. Los muestreos de opinión se han sofisticado hasta convertirse en mecanismos potentes no solo para ganar elecciones sino para formar e instrumentar opinión pública, preparar a los ciudadanos para decisiones importantes o para legitimarlas una vez adoptadas. Es una actividad generalmente regulada por los organismos electorales o, en países como Francia, por instituciones independientes y legalmente constituidas con ese propósito (http://www.commission-des-sondages.fr).

La omnipresencia de este fenómeno en la vida política del Perú parecería haberse convertido en un vicio epidémico, en una especie de “encuestofilia” que altera gravemente nuestro comportamiento ante un futuro que vemos con creciente preocupación, zarandeados por confrontaciones que amenazan la prosperidad de la Nación. La tranquilidad que nos daban la fortaleza macroeconómica, la inversión y el dinamismo del consumo han sido sustituidos por la incertidumbre y el temor provocados por esos datos angustiantes que proliferan mensualmente.

Según las encuestas la mayoría de peruanos no quiere beneficiarse de los minerales que son su principal riqueza; no quiere la democracia, o prefiere en una democracia sin Congreso (¿?); no quiere que se respete rigurosamente la Constitución; no quiere que los poderes del Estado sean independientes; no quiere que el orden prevalezca sobre el desorden y la violencia; no quiere una economía libre sino regulada por los gobiernos y sus burócratas; no quiere presidentes serios y con autoridad porque prefiere a populistas que cedan a las demandas “del pueblo”.

La facilidad con que se originan y enraízan estas percepciones me llevó a encontrar un lúcido comentario del profesor Tuesta Sobrevilla, afirmando que las encuestas son “…referentes obligados de gobiernos, candidatos y electores. Pero son aquellas publicadas por los medios, las que tienen características particulares, pues adquieren vida cuando son conocidas por el gran público. Esto hace que los grandes medios masivos de comunicación se vuelvan fundamentales para diseminar sus resultados. Pero en el proceso de publicarlas, los medios interpretan, convierten en noticia y espectacularizan sus resultados”. Por este motivo, dice, “en muchos países, desde la ley francesa de 1977, se trata de normar y formalizar el trabajo de las empresas encuestadoras” (19/6/2008).

El comentario precede en años a una práctica que no vemos en países como Chile, Ecuador o Argentina: el patrocinio de encuestas por los medios impresos. Si bien su lectoría es decreciente, las primeras planas se iluminan en los diarios colgados en todos los quioscos, con títulos y subtítulos para atraer compradores. Inmediatamente se multiplican por el Twitter y otras redes, además de la TV y la poderosa radio, entretenimiento favorito de miles de taxistas y microbuseros aburridos por el tráfico infernal de las ciudades más pobladas del país.

¿Cuántos leen detenidamente los sondeos, las crónicas que los presentan o los análisis que suscitan? ¿Cuántos piensan sobre la secuencia de las preguntas o el reducido número de encuestados que se declaran “enterados” del tema que se les plantea? ¿Por qué no aparece este último dato en la encuesta de El Comercio-Ipsos (18/8/2019) sobre un tema complejo como el adelanto de elecciones? En otro problema tan candente como Tía María, la encuesta EC-Ipsos (17/8) pide a los entrevistados escoger entre dos respuestas que contienen afirmaciones muy alejadas de lo que hemos escuchado en los audios de la reunión realizada en Arequipa a iniciativa del propio Presidente: 1. “En el audio no hay nada irregular.  Vizcarra solo está recibiendo el pedido de las autoridades locales. No asume ningún compromiso”. 2. ”Vizcarra pide tiempo y ofrece encontrar una fórmula administrativa para revertir el proyecto”.

A nadie debería escapársele que en la “encuestodemocracia” que padecemos, los sondeos no reflejan lo que los entusiastas de izquierda llaman “la calle”. Las mini multitudes de aquí no son las que vemos en Venezuela o Hong Kong, donde los ciudadanos luchan y arriesgan sus vidas por la libertad. No es nuestro caso. Pero al paso que vamos, podría serlo.

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