Guerrilla o paz en Colombia

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La Tercera, 05.10.2016
Samuel Fernández Illanes, abogado (PUC), embajador (r) y profesor (U. Central)

El apremiante dilema planteado en el plebiscito sobre el acuerdo de paz, no se apreció de igual manera por la ciudadanía colombiana. Más de sesenta por ciento de abstención, no alcanzar el margen electoral requerido, y el triunfo de la opción “no”, aunque por escasos cincuenta mil votos, lo demuestran, contradiciendo todas las encuestas. Según los partidarios del acuerdo Gobierno-FARC, éste apuntaba correctamente a un sentimiento lógico de búsqueda de la paz, luego de más de medio siglo de confrontaciones, si bien requería de múltiples concesiones. Para sus opositores, lo era sobre bases frágiles y para muchos, inaceptables. Exceso de impunidad a los cabecillas de crímenes de lesa humanidad; garantías de puestos parlamentarios sin apoyo electoral; aplicación de un sistema institucional y jurisdiccional particular, distinto al vigente; más gastos fiscales extraordinarios, entre varias condicionantes.

Pero hubo otras dudas adicionales que planteadas, incidieron decisivamente en el rechazo al proceso y al acuerdo alcanzado. La posible reinserción de muchos guerrilleros, que pudieren optar por seguir la lucha armada o desviarse a la delincuencia y el narcotráfico. O constatar que las FARC restantes no superaban los seis mil efectivos, sin opción real de lograr el poder por las armas, y la amenaza de volver a las hostilidades como sola alternativa si el acuerdo era rechazado, considerado como desproporcionado y amenazante. La significativa ceremonia de firma del acuerdo en Cartagena, con tanto Jefe de Estado, Cancilleres y personalidades, fue presentada por los detractores, más que un respaldo, como una imposición e intervención foránea en asuntos colombianos, inspirada en intereses ajenos, y no practicada en sus respectivos países.

La ciudadanía desconfió de las advertencias catastróficas anunciadas si se imponía el rechazo, y apreció que el arreglo no era equitativo, pues aseguraba una ventaja política a las FARC, a cambio de no condenar los autores de crímenes calificados de graves, interna e internacionalmente, sin modificar sus objetivos ideológicos, y sólo la metodología. La campaña negativa lo enfatizó luego de que el líder guerrillero lo dejara en evidencia en la ceremonia de firma. El Presidente Santos apostó todo al acuerdo, y perdió.

Sin embargo, las reacciones posteriores permiten tener mayor optimismo frente al dilema de guerrilla o paz, dada la disposición demostrada hasta ahora por las partes, de proseguir los intentos negociadores. Ambas lo requieren  en sus respectivas proyecciones políticas. Un enorme desafío para el Gobierno que continúa, frente a una oposición que se recupera y competirá fuertemente en dos años más por la Presidencia. La paz ojalá prevalezca definitivamente, sobre bases más sólidas y no a cualquier costo para la unidad de los colombianos.

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