La crisis de la diplomacia chilena

Columna
El Mostrador, 31.01.2023
Jorge G. Guzmán, abogado magallánico, exdiplomático y académico (U. Central)

La reciente persistencia en los errores por parte de algunos conspicuos representantes de nuestra diplomacia de carrera parece indicar que nuestro ethos diplomático ya no existe. Considerados los efectos del actual estilo y práctica, no es arriesgado señalar que a estas alturas el pueblo chileno agradecería cambios estructurales en la composición y la eficacia de su diplomacia profesional.

Una de las máximas del psiquiatra y pensador Carl Jung indica que quien insiste, persiste.

Desde esa óptica –atendidos los errores acumulados por nuestra Cancillería en apenas un año–, la opinión pública comienza a preguntarse: ¿cuál es, para el conjunto del país, la utilidad de un servicio público (muy bien pagado), cuya especialidad –vulgaridad de por medio– parece ser la persistencia en los errores y el progresivo desprestigio de la imagen y credibilidad internacional de Chile?

Desde el siglo XIX el Servicio Exterior chileno fue estructurado como un servicio de élite, compuesto por expertos encargados de sostener la primera línea de defensa del –trascendente– interés permanente del país.

Esto último significaba que, con un estilo y una práctica diplomática propios (que motivó que a los diplomáticos chilenos se les llamara los empolvados), nuestro Servicio Exterior generara un ethos propio que fue reconocido y apreciado internacionalmente. Ello, por ejemplo, hizo posible que, en medio del aislamiento político al que la Junta Militar fue sometida durante la segunda parte de la década de los 70, Chile desempeñara un rol efectivamente importante en la negociación de varias Partes de la Convención sobre el Derecho Internacional del Mar (CONVEMAR).

No obstante, la reciente persistencia en los errores por parte de algunos conspicuos representantes de nuestra diplomacia de carrera parece indicar que nuestro ethos diplomático ya no existe. Considerados los efectos del actual estilo y práctica, no es arriesgado señalar que a estas alturas el pueblo chileno agradecería cambios estructurales en la composición y la eficacia de su diplomacia profesional.

Cirugía mayor.
Si el Servicio Exterior pretende ser apreciado y distinguido como un servicio público de élite, entonces debe someterse a cirugía mayor. Las amenazas y desafíos derivados del actual complejo y peligroso escenario internacional indican que los problemas internacionales (especialmente los vecinales) no admiten más errores.

Los problemas del escenario mundial que enfrenta Chile deben, primero, comprenderse y, luego, prospectarse, para asegurar al país que sus intereses de largo plazo –más de cuatro años de gobierno– estarán convenientemente resguardados.

Hoy por hoy, el Servicio Exterior está lejos de asegurar al país que esto es efectivamente así.

El fin del Pacta sunt servanda y el caso del buque inglés (británico).
Por su impacto estructural, del audio filtrado la semana pasada lo más perjudicial para el interés permanente de Chile es el comentario de una de las asistentes respecto a que los acuerdos, así como se suscriben, se pueden dejar caer.

¿Significa esto que el principio del Pacta sunt servanda (lo pactado obliga), históricamente el elemento rector de la diplomacia de carrera chilena ya no es, por default, el eje de nuestra manera de relacionarnos, de buena fe, con el mundo?

Toda vez que en el audio esa expresión se emplea para referirse a cierto buque inglés al cual, se entiende, en fecha reciente la Cancillería prohibió recalar en Punta Arenas, ¿significa esto que existe un acuerdo secreto con Argentina para prohibir el uso de los puertos del estrecho de Magallanes para la navegación británica?

Si esto es así, ¿recuerda la actual cúpula de nuestra diplomacia profesional que, tan temprano como 1876, Chile, unilateralmente, internacionalizó el estrecho, y que esa medida resultó esencial para que, en 1881, Argentina reconociera que dicho pasaje interoceánico es, en toda su integridad, ¿chileno?

¿Recordará nuestra diplomacia profesional que ese mismo concepto fue reiterado en el Tratado de Paz y Amistad de 1984, en consonancia, primero, con el espíritu de lo establecido en 1881 (que no apuntaba al simple paso inocente, sino que pretendía incentivar la recalada en Punta Arenas) y, segundo, con el espíritu de la Convención sobre el Derecho del Mar?

¿Recordará la actual aristocracia del Servicio Exterior que, en 2021, la Política Nacional de Defensa argentina postuló que los territorios al sur del estrecho de Magallanes deben considerase espacios de administración compartida?

¿Es que el episodio del buque inglés ilustra que la diplomacia de carrera del Gobierno de Gabriel Boric ha aceptado, finalmente, esa premisa de la geopolítica argentina?

En estas materias, el Gobierno, con su canciller a la cabeza, le deben una explicación clara y precisa al país.

Otros productos del audio.
Es probable que este nuevo episodio del buque inglés reactive un intríngulis con el Gobierno británico. No se debe descartar que el Gobierno de Londres pida a su par chileno una explicación por escrito acerca de cómo se aplica el Derecho Internacional del Mar en el estrecho de Magallanes.

Si el estrecho es internacional, ¿por qué no se puede recalar en Punta Arenas?

¿Qué opinan sobre esto las empresas (y los trabajadores) de los servicios marítimos de Magallanes? El propio presidente de la República conoce que el funcionamiento del puerto de Punta Arenas es importante para la economía de magallánica.

Adicionalmente, la Cancillería y toda la opinión pública deberían considerar que las embajadas residentes y concurrentes en Santiago ya han informado a sus gobiernos acerca del episodio del audio, y que sus respectivos jefes de misión han tomado nota de que sus conversaciones en el edificio de la Cancillería no solo podrían ser grabadas, sino que filtradas por error a la prensa.

Este detalle importa un serio traspié para el componente de confidencialidad que, per se, exigen las relaciones diplomáticas. Sumarios administrativos más, sumarios menos, es evidente que el audio ha generado un elemento de desconfianza con la diplomacia chilena, que será difícil de superar y que, en el largo plazo, deberá ser absorbido por el conjunto del país.

Otro producto del audio tiene que ver con la confianza rota entre la diplomacia de carrera y el mundo político (especialmente los miembros del Congreso Nacional). Las expresiones definitivamente soeces con las que una funcionaria de carrera se refiere al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado revelan que, en la intimidad la Cancillería, miembros del servicio diplomático profesional parecen suponer que gozan de cierto blindaje.

Esa creencia, sin embargo, omite un detalle esencial: el cargo que esos funcionarios detentan está asociado a su respectiva militancia política, no necesariamente a los méritos profesionales. Para muchos en el Congreso esto último ya es un hecho de la causa.

Diplomacia atomizada en trenzas de amigos.
Con todo, la opinión pública también está al tanto que, en parte esencial, los problemas estructurales de la diplomacia chilena se deben a la intervención de los partidos políticos en el orden de prioridad del Escalafón de Mérito del Servicio Exterior. Esto ha terminado incentivando la formación de trenzas de amigos con simpatías políticas cercanas y, coyunturalmente, con capacidades para alterar el escalafón de mérito.

Practicando el método de la no agresión, esas trenzas de funcionarios –cuyo principal trofeo son los gabinetes de las autoridades de la Cancillería– se aseguran de que, en lo principal (puestos en Santiago, destinaciones y sueldos en el exterior), los cambios políticos del país no les afectarán, pues, en cuatro años más, el sello del nuevo Gobierno podría ser distinto. En este aspecto particular los diplomáticos sí piensan a largo plazo.

En contexto, sin embargo, y toda vez que los comentarios que contiene el audio sobre un senador pueden considerarse diagnósticos del aprecio (y del respeto) que los diplomáticos de carrera tienen por parlamentarios y otros políticos, uno puede observar que los primeros han alterado el modus vivendi con la política chilena. El audio revela que en esa relación no existe equidad en el trato, ni reciprocidad en los favores. Las confianzas se han resquebrajado.

Mal timing.

Para el interés de las trenzas de amigos de todo y cualquier signo, el episodio del audio no podía ocurrir en un momento peor.

El deterioro de su imagen pública y el resquebrajamiento de sus confianzas con el mundo político suceden ad-portas de un proceso constitucional que, más que seguro, incluirá un debate sobre política exterior y sobre la estructura de la Cancillería (en la era de las reuniones Zoom). Por extensión incluirá un debate sobre el rol y los estándares exigibles a los diplomáticos de carrera.

Por lo pronto, ya es sabido que políticos y expertos que participarán de la discusión constitucional –incluidos algunos con detallado conocimiento de la Cancillería– coinciden en que el rol y los estándares exigibles a los diplomáticos de carrera deberán ser de la esencia de la discusión.

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