Columna El Montonero, 06.01.2022 J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
Y muy destructiva…
Creía que era un refrán de abuelas inteligentes, hasta descubrir que la frase pertenece a un gran educador y político argentino, el presidente Domingo Faustino Sarmiento. Al buscar su origen encontré otra de las muchas que tiene: “Cuando los hombres honrados se van a su casa, los pillos entran en la de Gobierno”.
A pesar de que su formación y clarividencia fueron fundamentales para hacer de la Argentina el gran país que forjó con su presidencia (1868-1874), las malvadas idas y vueltas de la Historia me llevan a fantasear que esas sentencias fueron proféticamente inspiradas por lo que veríamos en el Perú siglo y medio después.
Escribir sobre este país que tanto nos duele es un ejercicio amargo y comprobadamente inútil, si observamos la convulsa y lamentable evolución que ha ido marcando el sello histórico nacional hasta la situación que sufrimos y vemos deteriorarse día a día.
La vida y la trágica muerte de Alan García es el capítulo más reciente de la fatídica tendencia de un país que parece condenado a vivir entre los extremos de lo bueno y lo malo hasta llegar, casi por indescifrables sortilegios, al siguiente episodio exagerado. A coyunturas tan absurdas e inéditas como la que hoy vivimos tan asombrados como angustiados.
Los peruanos que votaron por el García de 35 años y su catastrófico primer gobierno volvieron a elegirlo 21 años después con resultados que, por excepción, favorecieron al impredecible elector peruano (que acude a las urnas por obligación legal y temor a la multa).
En el extenso muestrario de candidatos en las últimas elecciones destacaba Hernando de Soto, quien por sus pergaminos y logros sobresalía sobre ciudadanos tan ignotos como el inesperado triunfador que nos mal gobierna. Pero, así como la suerte premió al elector que el 2006 arriesgó su voto por Alan García, los dados de la fortuna hicieron lo contrario cuando apostó por Pedro Castillo el 2021. La temeraria irresponsabilidad con que ejerció su derecho al sufragio ha sido castigada con la gestión presidencial que nos arruina.
La ignorancia y la frivolidad ciudadanas han traído la desolación institucional y la ausencia de liderazgos políticos, al extremo fatal de haber acabado o desarticulado los últimos partidos históricos, víctimas de la confrontación entre poderes públicos, de decisiones idiotas como prohibir la reelección parlamentaria y de la apatía ciudadana frente a la desastrosa política nacional.
