La industria del hidrógeno verde no necesita del centralismo

Columna
El Líbero, 17.03.2021
Dr. Jorge G. Guzmán, Mag., MPhil & PhD Polar cantabrigiensis, y ex diplomático

En Magallanes, un tópico compartido entre los candidatos a gobernador regional y constituyentes es la voluntad de transferir a las regiones extremas atribuciones en materias relativas al uso y al cuidado de su propios territorios y recursos naturales.

El Gobierno y su Cancillería están empeñados en una campaña de relaciones públicas para promover a la región del Estrecho de Magallanes como “El Dorado” de la producción del hidrógeno verde. Como es costumbre, el gran ausente en esta iniciativa es la comunidad magallánica.

Hoy es el hidrógeno, ayer los millones de kilómetros cuadrados de nuestra plataforma continental y el Campo de Hielo Patagónico Sur; antes, nuestros fiordos, el parque privado Karukinka y el Parque Marino Diego Ramírez–Paso Drake. En todas esas ocasiones la miopía interesada centralista ha subastado esos patrimonios a cambio del aplauso fácil o un puñado de monedas o, en la mejor de las suertes, la promesa de un Directorio o un cargo internacional para alguno de los “iluminados”. Un guion que se repite entre funcionarios de todo signo político, y que en este caso parece estar ligado a la “fecha de vencimiento“ del actual gobierno (marzo 2022).

En Magallanes, un tópico compartido entre los candidatos a gobernador regional y constituyentes es la voluntad de transferir a las regiones extremas atribuciones en materias relativas al uso y al cuidado de su propios territorios y recursos naturales. Así, es fácil imaginar que pronto se producirá un giro constitucional que otorgará a la Regiones (en este caso a la comunidad y a las autoridades elegidas de Magallanes) potestades suficientes para el manejo de los recursos de un espacio geográfico que, en superficie, es equivalente a Grecia. De este modo, la comunidad adquirirá voz y voto en un asunto para ella esencial, pero que hoy es gestionada a control remoto desde la Cancillería y otros ministerios de Santiago.

A pesar del empeño de quienes representarán a Chile en la COP 26 (Glasgow, noviembre 2021), lo hasta ahora declarado por los candidatos a la elección del 11 de abril próximo permite asegurar que nada cambiará la voluntad de Magallanes respecto de que los beneficios de la nueva industria del hidrógeno verde deberán reflejar el interés regional o, a contrario sensu, que esos beneficios nunca serán un efecto colateral de una determinación con mando a distancia de algunos funcionarios en oficinas con vista a La Moneda, a miles de kilómetros de nuestra realidad.

La incipiente industria del hidrógeno verde está conteste respecto que interesar y empatizar con la sociedad local es el primer paso para el éxito de proyectos que, bien ejecutados, convertirán a la región del Estrecho (hoy una simple postal para el Estado central) en un actor de importancia planetaria. Esta industria es consciente además de que ninguna promesa santiaguina, ni discurso en una cumbre del clima, o brochure o stand en una feria internacional, aseguran la viabilidad de sus inversiones. De cara al proceso constitucional, sin el apoyo del conjunto de la sociedad magallánica, todo proyecto de envergadura corre el riesgo de convertirse en otro “puntarenaso”.

A diferencia de los funcionarios de Santiago, la incipiente industria del hidrógeno verde magallánico parece haber aprendido de la experiencia de la industria salmonera que, si bien es un importante proveedor de empleo, no ha logrado empatizar con la sociedad y, por lo mismo, sigue expuesta al reclamo y a la victimización de la industria del “ecologismo salvaje”. Nadie defendió a esta industria cuando unos pocos desadaptados sometieron al agravio a los Reyes de Noruega, quienes, invitados por una empresa salmonera en 2019, visitaron Punta Arenas y Puerto Williams.

Es bueno que los Ministerios y Subsecretarías vinculadas al desarrollo de la industria del hidrógeno verde despierten de su siesta tecnocrática, y comprendan que la comunidad magallánica rechaza este nuevo ejercicio de centralismo. En el contexto de una coyuntura nacional de inseguridad, conflicto y confusión, y con el antecedente de la histórica subasta de nuestros territorios y riquezas, nuestra confianza en el futuro está definitivamente puesto en la “Patria Chica”, en lo que coloquialmente llamamos Magallanes, un espacio que se extiende entre el Campo de Hielo Sur y el Polo Antártico.

Ignorar este “hecho de la causa” puede constituir un “error tipo 1”, un “falso positivo”. En cualquier ecuación o libreto para la industria del hidrógeno verde, un asiento principal de la mesa debe ser para la comunidad de Magallanes.

En los hechos, los inversores saben que no necesitan ser parte de un ejercicio de relaciones públicas concebido desde Santiago para levantar el perfil de una diplomacia tenue en contenido, sin objetivos trascendentes, ocupada de asuntos administrativos internos, y ajena a las preocupaciones de la sociedad austral. La industria sabe que las condiciones ambientales objetivas son inmejorables, y que para aprovecharlas ya existe un marco jurídico. Para transformar estas condiciones en un proyecto ventajoso, lo inteligente es “hacerse magallánico”.

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