Columna El Diario de Madrid, 01.01.2025 Andrés Montero Jaramillo, ingeniero comercial
Hoy en Chile hay 2 millones de inmigrantes, lo que representa el 10% de la población total. Aunque las cifras oficiales del gobierno de Boric, estiman que 500 mil son ilegales, la verdad no es conocida pues nadie sabe realmente cuántos inmigrantes ilegales hay en Chile.
La crisis migratoria se gatilló por culpa de Michelle Bachelet, quien siendo presidenta de Chile, abrió la puerta a miles de miles de haitianos que entraron ilegalmente a Chile, pero autorizados por el gobierno. Parece un contrasentido, pero así fue. Tras el ingreso de unos 300 mil haitianos, continuó el drama, con la inmigración ilegal venezolana. Para hacerse una idea, en 2014 en Chile había menos de 500 mil inmigrantes y 10 años después hay 2 millones.
Esta realidad ha colapsado los servicios de salud, la educación, las cárceles, la vivienda y los servicios públicos en general. Lo más grave de todo, es que Chile pasó de ser un país seguro, a un país muy peligroso. Todos los días los noticieros de la televisión ocupan más de la mitad del tiempo en dar a conocer crímenes, nunca antes vistos en Chile. Están operando peligrosos carteles manejados desde las cárceles y con vínculos en Colombia, Perú y Venezuela. No es recomendable en Chile salir a la calle de noche y esto no es un problema solo de la capital Santiago, sino de todas las ciudades a lo largo del país. Las cárceles del norte de Chile, ya tiene un 50% de presos extranjeros. Quienes han sido cómplices de todo este terrible proceso, son los organismos vinculados a la ONU y también algunas ONG’s y otras entidades como el SJM (Servicio Jesuita a Migrantes) y el INDH (Instituto Nacional de Derechos Humanos). Lo que viene en Chile no es auspicioso, pues no hay interés real de las autoridades por expulsar inmigrantes ilegales. Incluso hay centenares provenientes de Venezuela que tienen prontuario delictual, pero la dictadura criminal de Maduro no facilita la repatriación. Las patronales chilenas fueron débiles inicialmente y no se opusieron decididamente a la inmigración ilegal. Fueron más bien observantes, con la excusa de que en Chile faltaba “mano de obra”.
Hoy la sociedad chilena enfrenta un tremendo problema. La frontera chilena con Perú y Bolivia supera los 1000 kilómetros y es de muy difícil control, dada la geografía local. Adicionalmente, Chile desminó la frontera con Perú, tras los conflictos limítrofes históricos y acuerdos internacionales que Chile suscribió. El gobierno chileno actual y también el anterior, han sido muy restrictivos en relación al uso legítimo de la fuerza por parte de las Fuerzas Armadas. Concretamente, hoy es fácil ingresar a Chile y los costos de hacerlo ilegalmente son muy bajos. Los chilenos están siendo víctimas de la inmigración ilegal y el gobierno pretende “regularizar” a los ilegales, lo que indudablemente inducirá a muchos a ingresar a Chile en busca “de mejores horizontes”.
Bolivia y Perú no han colaborado de manera eficiente para impedir el flujo de ilegales provenientes de Venezuela. Otro aspecto para considerar es que los ilegales que están en Chile triplican los índices de natalidad de los chilenos. Los hijos de ilegales pasan a ser chilenos “ipso facto”. Esta situación cambiará aceleradamente la idiosincrasia chilena, las costumbres y las prioridades de la población. A quienes se “hacen” chilenos, no se les exige mayores conocimientos de Chile, como se les exige a quienes quieran nacionalizarse en otros países. La inmigración ilegal, vinculada a la inseguridad y el narcotráfico, es por lejos el principal problema de Chile hoy. No ha faltado el académico iluso de famosas universidades, que aún sostiene que Chile tenía un problema de falta de inmigrantes. Los hechos han demostrado que la inmigración ilegal está destruyendo a Chile.