La larga sombra de la guerra: Por qué Ucrania es importante para América Latina

Columna
El Mercurio, 02.10.2022
Carlos Solar, doctor en Ciencia Política e investigador (Royal United Services Institute)

Los efectos secundarios de la guerra en Ucrania ya son tangibles en todo el mundo. Para las naciones latinoamericanas, aunque separadas geográfica e ideológicamente del epicentro de la lucha, la guerra ha causado una interrupción directa en el suministro de bienes, exaltando el gran peso económico del conflicto, dado el aumento en los precios de la energía, alteraciones comerciales y escasez de alimentos.

Lo que apremia es entender el hecho de que los gobiernos latinoamericanos condenen o toleren la invasión de Rusia a su vecino.

Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua se abstienen oficialmente de acusar a Moscú de las reiteradas violaciones de derechos humanos y posibles crímenes de guerra. Venezuela, un aliado incondicional de Vladimir Putin, no votó en la moción de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 3 de marzo de 2022 para exigir el fin inmediato de la invasión porque sus derechos fueron suspendidos. Sin embargo, Caracas ha expresado reiteradamente su apoyo a Putin.

La reacción en parte desigual de la región a la belicosidad rusa no es nueva. En la resolución de la ONU que en 2014 condenó la anexión de Crimea por parte de Moscú, solo once países en todo el mundo votaron en contra, cuatro de los cuales eran de América Latina (Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela). Un subconjunto de otras democracias liberales se abstuvo (Argentina, Brasil, Ecuador y Uruguay). Chile recientemente condenó los “crímenes de guerra” rusos y llamó a respetar la soberanía territorial de Ucrania. El historial de América Latina en el apoyo al derecho internacional humanitario es irregular y presenta una serie de interrogantes. ¿La guerra en Ucrania impulsará aún más el realineamiento geopolítico de los países antiliberales de América Latina más cerca de las naciones autoritarias con fobia occidental? ¿Los países latinoamericanos que apoyan a Rusia se alejarán más de los acuerdos comunes para el derecho internacional y el diálogo y la acción multilaterales?

Aunque la región tiene un historial positivo de apoyo al artículo 2 de la Carta de la ONU, que abstiene a los estados miembros en sus “relaciones internacionales de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier estado”, hay noticias desalentadoras cuando se trata de reafirmar los principios que condenan la guerra. En la votación del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) el 25 de marzo de 2022, Bolivia, Brasil, El Salvador, Honduras y San Vicente y las Granadinas se abstuvieron de repudiar la invasión rusa. En el lado positivo, 28 países votaron a favor.

En un mundo aparentemente dividido entre los valores de la democracia occidental y las naciones orientales con tendencia a la autocracia, hay lecciones inmediatas que aprender.

En primer lugar, la guerra de Ucrania ha demostrado que, en tiempos de incertidumbre mundial, no hay un camino claro a menos que se ponga en marcha una acción multilateral sobre cómo responsabilizar a los infractores de la ley, en este caso, Rusia. Al igual que el éxodo forzado a gran escala en Ucrania, las repetidas violaciones de los derechos humanos en Venezuela han causado la migración más grande de la historia reciente en las Américas. Desafortunadamente, en ambos episodios, el multilateralismo no ha logrado detener los continuos ataques contra las poblaciones civiles. En segundo lugar, el comportamiento de Putin hacia su vecino más pequeño envía un mensaje negativo en el que las disputas sobre puntos conflictivos, como reclamos fronterizos contenciosos, pueden resolverse por la fuerza bruta. “(La guerra) amenaza a todos los países de este hemisferio (occidental) que tienen una disputa fronteriza no resuelta con uno de sus vecinos”, dijo recientemente un diplomático estadounidense. Solo en América del Sur quedan al menos media docena de disputas territoriales entre Venezuela y Guyana, Brasil y Uruguay, Reino Unido y Argentina, Guyana y Surinam, Bolivia y Brasil, y Bolivia y Chile.

Los países latinoamericanos no esperan ir a la guerra por tales disputas territoriales. Sin embargo, la amenaza de una retórica populista puede ser alimentada por la clara señal de desdén a los tratados de paz y soberanía. La nueva lógica de guerra impuesta por Rusia, y sin querer por China, que sostiene la espalda del Kremlin, sacude los cimientos del derecho internacional que sostienen la paz latinoamericana tal como la conocemos hoy.

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