Columna Realidad & Perspectivas, N*128 (agosto 2024) Milos Alcalay, embajador (r) y exviceministro de RREE venezolano
La Mentira de Estado se ha convertido en práctica permanente en la Venezuela de Nicolás Maduro. Basta con releer las obras de Soljenitzyn para reconocer similitudes con la etapa del tirano Josep Stalin y sus verdugos de la casta dominante bolchevique, que parecía haber llegado a su fin con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS en 1989. No fue así. Los viudos del marxismo colapsado encontraron en el teniente coronel Hugo Chávez, una plataforma para oxigenarse y soñar con la exportación de la “revolución bolivariana”, orquestando un retorno en América Latina del totalitarismo financiado con los recursos enormes obtenidos por los altos precios alcanzados por el petróleo a inicios del Siglo XXI.
La Mentira de Estado y la Violencia acabaron pronto con la “revolución en democracia” para asegurar la permanencia en el poder. De esa manera, el “gran hermano” que describió George Orwell en su obra 1984 como ficción política, se materializó como una realidad en la cuna del Libertador Simón Bolívar, agravándose aún más después del 28 de julio de 2024 con el mega fraude electoral, seguido de un auto golpe que lleva adelante el régimen con la decisión del CNE blindada con la ilegítima sentencia del Tribunal Supremo Electoral del 22 de agosto, desafiando a todos los juristas y observadores, dentro y fuera del país.
En el neolenguaje “revolucionario”, la élite corrupta censura la libertad de expresión al controlar la prensa, y mantiene bloqueadas emisoras noticiosas como CNN, DW, NTN24 llegando al ridículo reciente de prohibir el uso del WhatsApp, Twitter, TikTok, y censurando el uso canales de películas como HBO y Disney Chanel. Los espacios se usan más bien para transmitir cadenas interminables del “presidente obrero” (como le gusta definirse), hablando de “amor” pero actuando con odio al conducir políticas de empobrecimiento y dominación que ocasionaron la emigración de ocho millones de venezolanos que escapan de su patria en ruinas.
El régimen afirma su apego a la “paz”, pero los gorilas militar-policiales actúan como en una Guerra Civil (sin contraparte armada) golpeando a niños, jóvenes y adultos mayores indefensos por el simple hecho de haber demostrado a través del voto, la valentía moral de un pueblo que decidió ser artífice de su propio destino. Argumentan los totalitarios que la pobreza existente es la consecuencia del embargo y las sanciones de países democráticos, pero esconden su incompetencia y la verdadera razón de las sanciones que se aplican por la reiterada violación de acuerdos internacionales al cometer crímenes de lesa humanidad, escandalosas muestras de corrupciones gigantescas, complicidad con fuerzas terroristas como el ELN, Hamas, Hezbolá y otros grupos extremistas. Y, como si fuera poco, convirtiendo al territorio en trampolín de irradiación del narcotráfico hacia Estados Unidos y Europa. El embargo y las sanciones terminarían de inmediato en el momento en que Maduro y sus colaboradores cumplan con los acuerdos internacionales.
La “esperanza” que ofrecían en el inicio al proclamar una vida mejor para los venezolanos rápidamente se convirtió en una pesadilla ya que el colapso económico, político y social resultó ser evidente. La violencia de Estado y la represión de los militares y policías que operan sin límites son cada vez más frecuentes, mientras se acentúa el desequilibrio ocasionado por el terror rojo al anunciar la construcción de nuevas cárceles para ubicar especialmente a presos sin juicio provenientes de los sectores más pobres junto a dirigentes conocidos. Los nuevos presos serán los sobrevivientes de las matanzas, de las purgas y de las detenciones arbitrarias por el delito de celebrar el triunfo de la oposición y rechazar la aparición de un Gulag Tropical.
La líder María Corina Machado y el presidente electo Edmundo González Urrutia son insultados diariamente por Maduro y sus cómplices y se les amenaza con prisión por la falsa acusación de ser “terroristas y asesinos”. Aun así, ambos siguen luchando por los derechos violados y reiteran haber ganado las elecciones. En su declaración conjunta del 21 de agosto exigen la transparencia al CNE, y denuncian al poder electoral por incumplir el mandato constitucional y legal de publicar las actas del escrutinio. Reiteran al mismo tiempo que la sala electoral del Tribunal Supremo de Justicia no está facultada por la Constitución para cumplir las obligaciones que corresponden exclusivamente al Poder Electoral.
Muchas preguntas surgen en este momento. ¿Se puede lograr una salida negociada con esas amenazas de prisión contra los triunfadores unida con la negativa del oficialismo de sentarse con los verdaderos triunfadores electorales? Transcurrido un mes del mayor fraude electoral ocurrido en toda la historia de Venezuela, ¿qué hacer ante la negativa del CNE de no entregar las actas verdaderas? ¿Qué hacer con un tribunal que dicta una sentencia confirmando la elección de Maduro incumpliendo el mandato constitucional? ¿Qué hacer para lograr la libertad de los presos políticos civiles y militares injustamente detenidos? ¿Qué hacer para exigir que les den salvoconductos a los seis dirigentes encerrados en la embajada de Argentina, cuyos diplomáticos fueron expulsados al igual que los de otros siete países democráticos simplemente por defender la verdad? ¿Cómo dar respuesta a la angustia de una población pacífica que quiere un cambio pacífico y electoral y recibe como respuesta represión?
La comunidad internacional no ha podido ser más contundente al reconocer a los verdaderos ganadores de las elecciones. El régimen ha sido condenado internacionalmente tanto por el consenso de 27 Estados en la OEA, por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por el panel de observadores electorales de la ONU, por los observadores electorales del Centro Carter, por el G7, por la Unión Europea, por la Corte Penal Internacional, por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, por el secretario general de la OEA y por el de la ONU, por las internacionales políticas de izquierda, de centro y de derecha, y en fin, por jefes de Estado y de Gobierno del mundo entero a los que el domingo 17 de agosto se sumaron masivas manifestaciones de venezolanos de la diáspora en 350 ciudades de todo el mundo, y en toda Venezuela para pedir libertad.
La troika facilitadora integrada por Brasil, Colombia y México no parece ponerse de acuerdo para llevar una solución compartida, mientras que el régimen se aísla del hemisferio para afirmar su plan autoritario, procurando un equilibrio geopolítico equivocado al identificarse con aliados extracontinentales como Rusia, China, Irán, Corea del Norte. En el hemisferio le quedarían solo Cuba y Nicaragua que más que una solución constituye un problema y marcan un aislamiento cada vez mayor. Nada de eso le parece afectar, ya que actúa negándose a entregar el poder, y aplastar a una población indefensa, y desarmada, marcando su actuación con la mentira, la violencia y el desequilibrio.
Hemos llegado a la hora de la verdad y en esta nueva etapa, a pesar de la valentía pacífica y desarmada de la población, es difícil alcanzar la libertad solos, sin una acción y una ayuda real desde el exterior. Necesitamos que la acción internacional se ejerza en base a los postulados y principios contenidos en la Carta de las Naciones Unidas, en la Carta Democrática Interamericana, en las cláusulas democráticas y en los acuerdos internacionales que garantizan la paz, la vida y el desarrollo de los pueblos.