La reconciliación Washington-La Habana y su impacto en la región

Juan Salazar Sparks[1]

Más de cinco décadas demoró la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los EEUU.- Los dos factores claves para poner fin al clima de guerra fría imperante entre ellos fueron, por una parte, los ingentes problemas económicos del régimen castrista y, por el otro, el importante giro dado por la Administración Obama a la política bilateral.

Durante muchos años, la economía socialista cubana estuvo dando tumbos, principalmente en razón de la falta de recursos naturales, de los errores de la planificación centralizada, y del bloqueo comercial estadounidense. Los históricos patrocinadores de la isla, ya sea desaparecieron como la URSS, o bien, se han debilitado ostensiblemente como Venezuela. En virtud de ello, La Habana ha tenido que buscar una apertura económica unilateral para incrementar el comercio, el turismo y, sobre todo, la inversión extranjera en Cuba. Con ese fin, el castrismo (Raúl?) estaría ahora dispuesto a evolucionar hacia un "modelo a la china"; es decir, reconociendo una mayor liberalización económica pero manteniendo el férreo control político del PC cubano.

En cuanto al presidente Barack Obama, éste ha querido cambiar el paradigma de la política exterior norteamericana, pasando de un agresivo internacionalismo (hegemonismo?) a una política conciliadora y de negociación con sus principales adversarios. Esto se ha traducido en un mayor compromiso de Washington para con Cuba en orden a facilitar el comercio, las remesas y el intercambio de visitas. Con todo, el proceso de plena normalización entre Washington y La Habana será gradual y solo podrá verificarse una vez que EE.UU. levante el embargo económico (que es una potestad del Congreso), a la vez que Cuba implemente algunas reformas internas que lleven al cambio democrático (elecciones libres y protección de los disidentes políticos).

La reacción en el mundo ha sido -en general- favorable a la reconciliación norteamericano-cubana, porque elimina una de las cuestiones que hoy friccionan las relaciones internacionales. No cabe duda que el referido entendimiento puede ejercer también un impacto positivo sobre las perspectivas de la situación regional. A saber:

Decadencia del populismo "bolivariano"

La disputa entre Estados Unidos y Cuba, tras medio siglo de enemistad ideológica (disidentes cubanos, embargo norteamericano, expropiaciones cubanas, Guantánamo, terrorismo, etc.), fue clave en el creciente fraccionamiento de América Latina (ALBA, OEA, Unasur) y en el congelamiento del proceso de integración regional. Resulta evidente, por ejemplo, que en la medida en que esas diferencias bilaterales vayan despareciendo, la fuerza del populismo "bolivariano" imperante en el continente (basado en el eje La Habana-Caracas) deberá amainar. De ser así, la influencia norteamericana volverá a sentirse en la región y, posiblemente, la integración latinoamericana podrá tener una nueva oportunidad.

EE.UU.-Cuba y las FARC colombianas

Un asunto anacrónico, que se arrastra desde hace tiempo como el último resabio de los movimientos de liberación en el hemisferio, es la guerra de guerrillas levada a cabo por las FARC en Colombia. El presidente Juan Manuel Santos y los líderes del grupo extremista se han comprometido a sostener negociaciones de paz en La Habana, con la mediación cubano-noruega y la veeduría chileno-venezolana. El éxito de esas negociaciones va a depender de la desmovilización real de la guerrilla y del enjuiciamiento posterior de sus cabecillas principales (tribunales ad hoc). Una de las condiciones planteadas por las FARC a cambio sería que no sean extraditados a los EE.UU., donde han sido acusados de narcotráfico.

Muchos de los actuales comandantes de la guerrilla fueron entrenados y recibieron apoyo de La Habana, por lo que existe una gran afinidad ideológica entre ellos y el castrismo. A su vez, el gobierno de Santos ha sido un buen aliado de Washington (un diplomático norteamericano estaría asistiendo a las conversaciones en La Habana). De allí que, un cambio favorable en los vínculos norteamericano-cubanos debiera repercutir en el avance de las aludidas conversaciones y en el fin de las FARC (al menos en su frente militar).

EE.UU.-Cuba y la Venezuela de Maduro

Otra cuestión no menor es el desenlace que pueda tener la profunda crisis económica y política que hoy aqueja a Venezuela. La economía de dicho país está afectada por el desabastecimiento y la hiperinflación, una escasez de divisas y pocas reservas internacionales (bajos precios del petróleo), y una elevada deuda externa (peligro de default). No cabe duda que la ayuda internacional aparecerá en la medida en que se hagan importantes cambios económicos internos y que el presidente Nicolás Maduro procure bajar las presiones de la situación política, como sería la liberación de los presos políticos.

Al final, la influencia conjunta cubano-norteamericana es imprescindible para que el proceso político venezolano pueda ser encausado democráticamente y que no desemboque en un conflicto social mayor. Cuba  y Venezuela son aliados estrechos, pues una La Habana embargada depende del petróleo venezolano (entre 80 mil y 90 mil barriles diarios), en tanto que la seguridad del gobierno de Maduro se encuentra prácticamente en manos de agentes cubanos. La amenaza de sanciones adicionales norteamericanas por cuestiones del narcotráfico en el oficialismo chavista podría servir de presión para que Maduro haga algunas concesiones, ya sea a los EE.UU. o a la oposición venezolana (nombramiento de embajadores y levantamiento de sanciones versus la liberación de presos políticos y elecciones libres a fin de año).

Conclusión

La futura relación cubano-norteamericana -y sus ramificaciones en Colombia, la integración latinoamericana y Venezuela- plantea un camino lleno de obstáculos: La negativa del Congreso (en manos republicanas) a levantar el embargo contra Cuba o las políticas de represión en Cuba y Venezuela, son algunas de las amenazas pendientes. Pero, cualquiera sean los tropiezos, el entendimiento bilateral estará basado en un quid pro quo fundamental entre desarrollo económico, por una parte, y democratización, por la otra. No cabe duda que la intermediación del Papa Francisco estará presente entre bambalinas para asegurar el éxito del proceso.

[1] Cientista político, embajador (r) y editor de OpinionGlobal.-

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