Columna El Líbero, 03.05.2025 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
Hace algunas décadas, en los mentideros políticos se hablaba de que Chile y España marchaban históricamente con el paso cambiado. Mientras en Madrid gobernaba Franco, Chile hacía gala internacionalmente de vivir en democracia. Imperfecta, pero democracia al fin. Luego, con la llegada de la transición española (e incluso un poco antes) se invirtieron las tornas hasta la llegada de don Patricio Aylwin a La Moneda. Desde entonces, supuestamente, viviríamos la explosión del reencuentro en una sincronía casi total.
Personalmente, nunca he creído demasiado en la teoría de los pasos cambiados porque las sociedades, las economías, el flujo de ideas, los entornos culturales se rigen por lógicas distintas e influyen en cualquier época, quiérase o no, sobre la conducta social y la política. Sin embargo, después de haber vivido el apagón chileno del 25 de febrero y, ahora, el del 28 de abril en España, he estado a un tris de cambiar mis convicciones. Era demasiada coincidencia.
No obstante, al final me resistí a la analogía. Cuando leo la columna de José Ignacio Wert en El Español del 30 de abril, titulada: Se fue la luz, pero ¿y lo bien que lo pasamos?, apareció el profundo sentido de humor que nos diferencia. Las terrazas madrileñas se llenaron de clientes y, con muchas “chelas” en el cuerpo, el regreso de la luz los encontró chispeantes, alegres, gritones. Nuestro apagón fue más grave. No estuvo exento de bromas y “memes” jocosos, de comentarios divertidos en las redes, pero enfatizamos más las incomodidades del apagón que reírnos de éste y de nuestra desgracia. En esos días, en Chile no leí nada parecido a lo que escribió Jaime Rubio en El País anteayer: “Por lo que vi ya de noche y a la mañana siguiente en Twitter y Bluesky hubo un más que comprensible cachondeo con eso de que las terrazas estuvieran llenas. Lo típico de que llega el apocalipsis y lo primero que hace el español es buscar un sitio donde sirvan cerveza”. Con indudable sentido de humor, agregaba Cristián Campos, columnista de El Español: “Esta columna será breve, por si se vuelve a ir la luz y me deja a medias”.
España se ríe de sí misma y por eso es brutalmente sarcástica. Tiene ingenio a chorros, como nosotros solidaridad en abundancia en tierra que tiembla. En la desgracia de un AVE (tren de alta velocidad) detenido, un grupo de jóvenes fue capaz de montar una coreografía con los demás pasajeros, esperando ser rescatados. Sin entender demasiado lo que pasaba, un angloparlante escribía en X: “If that happened to me, the last thing I would do is start dancing like a retard. Spanish people is lost, they have no soul or courage. God bless them” (Si eso me pasara, lo último que haría sería ponerme a bailar como un retrasado. Los españoles están perdidos, no tienen alma ni coraje. Que Dios los bendiga). Lo que no sabe ese señor es que la coreografía en el AVE actúa como termómetro social: el día que deja de existir, cuando los españoles dejan de reírse de sí mismos son capaces de estallar en un millón de muertos.
Aparte de las diferencias sobre cómo nos tomamos la vida, el apagón ha tenido secuelas coincidentes en ambos países. La primera, que hemos tomado conciencia, finalmente, que vivimos en un mundo cada vez más frágil y que nuestras vidas no están preparadas para el rigor. La segunda, que esto no es gratis. Según algunos cálculos, nosotros perdimos unos US$ 20 millones (debe ser más) y los españoles nada menos que mil seiscientos millones de euros, o un 0,1% del PIB.
Luego, que la crisis puso al descubierto en ambos países que a nuestros gobiernos le sobran consignas, huidas hacia adelante, terceros a los que culpar y les falta autocrítica.
Pedro Sánchez culpó a los “operadores privados” en circunstancias que Red Eléctrica, la compañía que gestiona el fluido del sistema (y eventual responsable del apagón) es propiedad del Estado en un 20% y la preside una exministra socialista. Ahora, se prepara para sacar provecho del blackout y ampliar el concepto de “defensa” en la OTAN para eludir el mayor gasto que le exigen sus socios en la Organización. Gabriel Boric, fue más allá en su ataque a los privados al decir “que por culpa de una o varias empresas se afecta la vida cotidiana de millones de chilenos y chilenas”, y miembros del Partido Comunista chileno se pronunciaron por la creación de una compañía eléctrica estatal (que supuestamente acabaría con los apagones, como en Cuba).
En ambos países, los gobiernos han trastocado la verdad por razones políticas. En España, para defender un modelo basado en energías renovables que ha limitado las fuentes nucleares. Según los entendidos, debe haber un mix energético. Las renovables son vitales, pero ello sólo es posible sin renunciar ni debilitar las fuentes que le otorgan estabilidad al sistema. Desde el apagón, silenciosamente se han desactivado ciertas plantas renovables y activado algunas nucleares y a gas. En Chile, se oculta la falta de inversión en transmisión, almacenamiento y resiliencia de las redes eléctricas. Como apuntaba El Mercurio en esos días, en los tres primeros años de la segunda administración del presidente Piñera se presentaron 478 proyectos, que correspondían a unos US$ 20 mil millones. En el mismo período, durante la actual administración, se han presentado 233 proyectos equivalentes a US$ 15.200 millones de inversión. Resulta clave asumir el fortalecimiento de nuestra red de seguridad eléctrica y acabar con la “permisología” que nos deja a oscuras.
Ni en Chile ni en España se asumió la necesidad de una mayor conectividad eléctrica con países vecinos. La línea InterAndes con Argentina es insuficiente. Ese déficit es contradictorio con el fervor del discurso integracionista mostrado durante la visita de Estado a Brasil, en la que no mencionamos las inversiones chilenas en ese país que, quiérase o no, son integración. A España le pasa algo similar con Francia. Solamente están integrados en un 3% al sistema eléctrico del sur galo, cuando la Comisión Europea le había fijado un mínimo de un 10% para el 2020, y de un 15% al 2030.
A los afectados nos hace falta una cuota de inclusión para investigar lo sucedido. Portugal, gobernado por Alianza Democrática de centro derecha, se quedó igualmente sin luz mientras enfrenta una elección general el 18 de mayo. Sin embargo, el gobierno y la oposición socialista y de la derecha de Chega, crearon una comisión independiente para investigar lo ocurrido el lunes. Está conformada por expertos en energía, protección civil, sistemas de comunicaciones, salud y tres especialistas nombrados por el Legislativo. En Chile y España creamos también nuestras comisiones de investigación, serias e independientes, pero no estaría de más un control parlamentario, porque este no es un tema técnico sino político y de largo aliento.
Mientras las comisiones hacen su trabajo y nos proponen medidas definitivas que deben incluir un posible ciberataque, del que quizás no hemos sido víctimas ahora, pero sentimos cada vez más próximo, sugiero seguir las recomendaciones de la Comisión Europea y tener preparada la radio a pilas, el calentador a gas, el celular lleno, linternas y velas, fósforos a mano, agua embotellada y unas cuantas palanganas. Tampoco nos haría mal saber cómo se plantan y cuidan los tomates, las lechugas y ubicar un rincón para las gallinas ponedoras.
Dejo hasta aquí estas reflexiones. No se me vaya a cortar la luz.