Las graves consecuencias del mesianismo

Columna
Infobae, 11.09.2020 
Felipe Frydman, economista (UBA-University of Boston), embajador (r) y miembro Consultor (CARI)
Kaing Guek Eav, uno de los símbolos de la época más oscura de Camboya, murió a los 77 años mientras cumplía sentencia por sus crímenes contra la humanidad

El 2 de septiembre murió Kaing Guek Eav, conocido también como Camarada Duch, quien fuera el director de la Prisión Tuol Sleng en Phnom Penh, Camboya, durante el régimen del Khmer Rouge (1975/79). La prisión, ubicada en la capital, fue el centro de tortura y asesinatos de opositores, sospechosos y dubitativos. Fue el primer condenado por las Cortes Extraordinarias auspiciadas por las Naciones Unidas para juzgar los crímenes cometidos contra la población camboyana.

Guek Eav se graduó en matemáticas en el Instituto de Pedagogía en 1966 e ingresó al Partido Comunista al año siguiente. En 1970 se unió a la guerrilla Khmer Rouge y participó en la organización de los centros de detención, donde cumplió con eficacia las órdenes de obtener información de inteligencia que luego continuaría en Tuol Sleng. Todos los prisioneros en esta prisión fueron asesinados cuando el Khmer Rouge abandonó la capital ante la invasión de las tropas vietnamitas.

La ocupación de Camboya por Vietnam provocó el realineamiento de las alianzas en el Sudeste asiático. La China de Deng Xiaoping inauguró su colaboración con los Estados Unidos con la guerra contra Vietnam en 1979, cortó los suministros a los movimientos de liberación en Malasia y Tailandia y comenzó a apoyar al Khmer Rouge para desestabilizar a Camboya mediante una guerra de desgaste. Ambos compartían el objetivo de contener a la Unión Soviética. La región pudo estabilizarse luego de su desaparición con la firma de los Acuerdos de París en 1991.

La tragedia del pueblo camboyano está reflejada en libros y películas. La última forma parte de Netflix con el título Primero mataron a mi padre, dirigida por Angelina Jolly. El film narra el vaciamiento de Phnom Penh para reeducar a la población burguesa en la usanza campesinas identificada con el pasado glorioso que alguna fue el Imperio Khmer. La fantasía de proyectar el pasado glorioso en un futuro formó parte del misticismo de los líderes del Khmer Rouge para impulsar una revolución que terminara con los infortunios del presente.

La ideología jugó un papel en la formación de los líderes pero también las circunstancias internacionales. Pol Pot estudió en Francia, al igual que lo hiciera Ho Chi Minh, y pronto ingresó al Partido Comunista, donde memorizó la importancia de la lucha de clases para la transformación de las relaciones de producción y la inevitabilidad de la sociedad comunista. La descolonización, la prolongada guerra de Vietnam, la lucha de Mao Tse Tung contra el revisionismo plasmado en la Revolución Cultural Proletaria para combatir los acordes edulcorante de la burguesía y la fantasía cubana del hombre nuevo fueron el marco para el condicionamiento de la conciencia. Estas ondas expansivas también encontraron en América Latina los intérpretes de ese proceso radical.

La crisis económica de 1972 completó el impacto en la imaginación. La famosa publicación Pekin informa transmitía el inminente colapso del capitalismo acompañado por ataques contra el “comunismo gulash”. Esa revista hablaba en estos términos “muchas personalidades han observado que el keynesianismo, paja salvadora de la burguesía monopolista durante largo tiempo, ha perdido su eficiencia”. (N° 6/76). Toda esa pesadilla se derrumbó con el golpe de Estado en octubre 76 que terminó con la era de Mao Tse Tung.

La inminente muerte del capitalismo ha sido una constante de las corrientes que pretenden eludir la evolución para transformarla en revolución. Hasta el COVID-19, factor exógeno al sistema económico, ha sido invocado para demostrar el estado terminal dando lugar a infinitos papers pronosticando el ahora sí después de las predicciones incumplidas. El fallecimiento del Camarada Duch, si bien lejano en la geografía, brinda una oportunidad para recordar los daños y las pérdidas de vidas causadas por la aventura mesiánica. No queda nada de Duch y no queda nada tampoco de aquellos que lo imitaron.

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