Los errores de los embajadores Viera-Gallo y Valdés

Columna
El Líbero, 06.12.2023
Richard Kouyoumdjian, vicepresidente de AthenaLab y exvicealmirante

Mucho se ha dicho en oportunidades anteriores en este medio respecto de los embajadores que tienen a cargo las representaciones de Chile en los países con los cuales tenemos relaciones diplomáticas a nivel de embajadores. Se ha hablado tanto de los que vienen del escalafón del servicio exterior, como también de los llamados políticos que reciben esa denominación por no ser de carrera. La posición de embajador, independiente de su origen, es de exclusiva confianza del presidente de la República, a quien la Constitución asigna la conducción de las relaciones exteriores, y que producto de ello, es quien se supone tiene más claro que nadie lo que es el interés nacional y, por ende, se le asigna la facultad para elegir y designar a los que nos representen en otros países.

En líneas gruesas, un 20% de los embajadores son políticos y por lo general tienden a ocupar varias de las representaciones más importantes como son las que tenemos en Washington, Buenos Aires, Londres, Madrid, y Brasilia entre otras capitales. Varios de los designados bajo este gobierno han llamado la atención de la opinión pública, siendo quizás los más vistosos, Javier Velasco en Madrid quien tuvo que aprender rápidamente las formas y protocolos de la posición, incluyendo como relacionarse con el rey Felipe, o la representante que tuvimos en Londres quien producto de su inexperiencia, desconocía ciertas actividades que les eran prohibidas a las personas que lideran las misiones diplomáticas, como es gestionar aportes de las fundaciones de Carlos III a ideas que necesitan financiamiento en el sur de Chile.

De seguro que no debe ser tan difícil tener un curso para embajadores políticos primerizos que les permitan no cometer errores de principiante o bien manejarse en el complejo mundo de la diplomacia. De esa forma podríamos seguir aprovechando la experiencia de personas de la confianza del presidente, ya que, aunque parezca extraño, los necesitamos porque no todos los diplomáticos de carrera están disponibles para ser embajadores y abandonar la beneficiosa posición de ministro consejero, y tomar el riesgo que significa ser llevados al rango de embajador.

Dicho todo lo anterior, los hay algunos que no siendo de carrera, vienen con experiencia en la materia y se supone que no debieran cometer errores del tipo de los que por primera vez ocupan una embajada, pero que sin embargo lo hacen, son imprudentes o bien se dan gustitos personales que escapan a sus atribuciones o la prudencia que se espera por parte de un embajador.

Dos casos emblemáticos recientes nos ayudan a entender que la polémica tampoco escapa a los de origen político más experimentados. Por un lado, está el error de Viera-Gallo, que por estos días asume en la Argentina de Milei, quien en una de sus primeras entrevistas indico que las plataformas continentales eran aspiraciones y no derechos, y que la diferencia que tenemos con Argentina sobre esta materia se vería en las Naciones Unidas y no bajo el mecanismo que provee el TPA de 1984 para estos fines. Nuestra relación con Argentina está llena de errores de este tipo, sean cometidos por embajadores, cancilleres o presidentes, y que después son usados en nuestra contra por los negociadores transandinos. Con la Argentina no hay espacio para errores, y menos cuando se trata de espacios soberanos chilenos.

El otro caso, es el gustito que se dio Juan Gabriel Valdés, nuestro embajador en Washington, cuando califica al recientemente fallecido Henry Kissinger, de tener una profunda miseria moral. Kissinger fue consejero de seguridad nacional y secretario de Estado de Estados Unidos bajo los gobiernos de Nixon y Ford, no se mandó solo, fue parte de las administraciones en las que le tocó trabajar, y ocupó posiciones que requieren de la aprobación del Senado de ese país. Al calificar de esa forma a quien fue uno de los más importantes ministros del gobierno norteamericano de buena parte de los 70, está también calificando a esas administraciones y quienes las presidieron de ser profundamente miserables.

Los Estados Unidos de Norte América son la primera potencia global y un país con el que tenemos importantes relaciones económicas, políticas y militares, y no creo que esté en el interés nacional de Chile, el que su embajador se dé un gustito de este tipo. Respeto lo que Valdés pueda pensar, sólo que al ocupar la posición de embajador se debe guardar sus opiniones, practicar la prudencia y cuidar el interés nacional. Con ello además evitamos tener que colocar al gobierno en la difícil posición de ir a su rescate, y justificar lo injustificable.

Cualquiera diría que los años de experiencia eran un antídoto para evitar errores no forzados y que la prudencia sería una virtud particularmente desarrollada por ambos, más aún, considerando que había muchos que estábamos felices por la designación del que va allende de los Andes, o lo tranquilos que andábamos con quien lideraba nuestra representación en el país del norte.

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