Los kurdos en la estacada

Columna
El Confidencial, 10.10.2019
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España
La operación militar de Turquía plantea muchos problemas. El primero es que, sin duda, va a prolongar un conflicto sangriento que dura ya ocho años y que ahora, además, se reaviva

La noticia bélica de la semana ha sido la invasión turca del noreste de Siria, lo único que ya le faltaba a este desgraciado país. Según Turquía la razón es combatir a las fuerzas kurdas (FDS), cuyo principal componente son las milicias YPG, es que están vinculadas con el grupo terrorista PKK. Ankara plantea así su operación en términos de lucha antiterrorista.

La invasión terrestre fue precedida de fuertes bombardeos en los que Washington probablemente proporcionó inteligencia militar a los turcos sobre los objetivos a atacar, y tiene el propósito de crear una zona tapón de unos 30 kilómetros de ancho a lo largo de los 450 kilómetros que forman la frontera turco-siria, un viejo sueño de Erdogan que pretende así evitar contactos entre los kurdos que están a ambos lados y que no ocultan su deseo de tener un día un estado independiente.

Ese deseo se frustró cuando desperdiciaron la oportunidad que les dio la Sociedad de Naciones en 1923 al desmembrar el imperio otomano y repartir Oriente Medio entre Francia y el Reino Unido (Tratado Sykes- Picot) disfrazando el expolio con estados presuntamente independientes. Uno hubiera podido ser el kurdo, pero los montañeses mataron a los diplomáticos y agrimensores encargados de trazar sus fronteras y el mundo se olvidó de ellos y sus territorios fueron repartidos sin mayores contemplaciones entre Irán, Turquía, Siria e Iraq.

La actual operación militar de Turquía plantea muchos problemas. El primero es que sin duda va a prolongar un conflicto sangriento que ya dura ocho años y que ahora se reaviva, y el segundo es que va a despertar nuevas tensiones de Turquía con Rusia y con Irán, los tres países que conforman el foro de Astana donde se discute el futuro de Siria porque los kurdos buscarán el apoyo de Iraníes y rusos frente a los turcos.

El tercer problema es que dejará el campo libre a Bashar al- Assad, dictador sirio, para extender su influencia sobre el sur del país y eso le acercará peligrosamente a Israel que también debe mirar con aprensión lo que está ocurriendo.

También graves son otras consecuencias que tienen que ver con la credibilidad de los Estados Unidos como aliados y como garantes de la paz en la región de Oriente Medio, una imagen que ya había sufrido inicialmente tras su falta de reacción ante los ataques con armas químicas de Bashar, y que volvió a sufrir hace unas semanas tras el ataque con drones a la refinería saudí de Abqaiq que sacó de un golpe del mercado mundial 6,5 millones de barriles de petróleo diario sin que Washington pasara de acusaciones y condenas verbales.

Los kurdos han sido los grandes (y únicos) aliados de los EEUU en la lucha de los últimos años contra el Estado Islámico que llegó a dominar grandes porciones de Siria y de Irak. Y ahora que los islamistas han sido derrotados a Washington le interesa más la relación con Turquía que la relación con los kurdos y los deja caer en una actitud muy poco digna. Y cuando la confianza se resquebraja es muy difícil recomponerla.

Erdogan recibió luz verde de Trump en una conversación que ambos mantuvieron por teléfono el pasado domingo y en la que el inquilino de la Casa Blanca parece haber actuado con el desconocimiento e improvisación a las que ya nos tiene acostumbrados. Luego, ya iniciada la invasión y ante la reacción de indignación que recorrió los pasillos del Departamento de Defensa y del Congreso, echó marcha atrás y dijo blandamente que no le parecía “una buena idea”. Pero ya era tarde y además Trump ha anunciado que espera la visita de Erdogan en la Casa Blanca durante el próximo mes de noviembre.

El jefe militar de las fuerzas kurdas (FDS) Mazlum Kobani ha dicho lacónicamente que llevan luchando siete años y que pueden luchar otros siete y ha llamado a una movilización masiva. Pero ahora será muy diferente porque lo harán sin apoyo logístico norteamericano y tendrán que retirar fuerzas del sur para llevarlas al noreste, lo que dejará terreno libre no solo a Bashar sino al Estado Islámico que ya está regresando a localidades como Raqqa en su perenne intento de reavivar las glorias de los califatos Abasida y Omeya. El senador norteamericano Lindsey Graham ya lo ha denunciado en Washington, igual que han hecho otros legisladores de ambos partidos.

Sería irónico que la invasión turca ayudara al renacimiento de los islamistas en Siria cuando ya hay en Turquía hasta cuatro millones de refugiados sirios que ahora comenzaban a poder pensar en regresar a casa. Kobani también ha advertido de una posible catástrofe humanitaria en las zonas habitadas por los kurdos.

Y aunque de eso no ha hablado, se plantea también el futuro de los miles de combatientes del Estado Islámico y sus familiares que están detenidos en prisiones y campos de internamiento vigilados por las fuerzas kurdas, que rinden así un gran servicio a muchos países que no saben qué hacer con sus propios nacionales que lucharon con los islamistas. ¿Seguirán haciéndolo o se desentenderán del problema y quedarán en libertad? Según Trump la tarea recaerá a partir de ahora en los turcos, pero no está claro que vaya a ser así.

Esta invasión turca reverbera también en toda la región porque enfrenta a Ankara con Irán y con Arabia Saudita. El enfrentamiento con Irán viene de atrás y tiene que ver con las pretensiones de ambos países de convertirse en la potencia regional hegemónica tras la retirada norteamericana, no en vano ambos Imperios ya dominaron Oriente Medio en el pasado. Y en Siria se enfrentan ambos pues mientras Ankara desea el derrocamiento de Bashar al-Assad, Teherán le apoya.

El ataque turco sobre tierras árabes es también visto con disgusto por Riad, que ya se había alejado de Turquía tras la crisis de Catar y el asesinato del periodista Khashoggi en la embajada saudí de Ankara. Todo ello debilita la alianza sunnita contra el Irán chiíta.

Otro problema tiene que ver con la cohesión occidental y de la OTAN en particular. Turquía es un miembro díscolo de la Alianza que ha comprado a Rusia el sistema antimisiles SS400, al parecer el más moderno del mundo pero incompatible con los que usa la Organización. Y ahora varios países de la misma como Francia, Reino Unido y Alemania han criticado sin reservas la operación militar en Siria de su aliado turco, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU se reúne para analizar la situación. Trump, que ya metió la pata con una conversación telefónica con la presidente de Taiwan al comienzo de su mandato, debería haber aprendido y consultar con sus asesores antes de dar luz verde a nada. Porque las consecuencias de su ignorancia y de su precipitación son muy grandes. Y las pagamos todos.

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