Malvinas: un rompehielos británico, su bandera y los límites de la neutralidad científica

Columna
Clarín, 15.12.2021
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

El registro náutico en las islas es una ficción normativa y plantea inconsistencias de derecho internacional

El Reino Unido se encuentra ampliando la capacidad científica en el Atlántico Sudoccidental Austral aspirando a hegemonizar la investigación oceanográfica, meteorológica y pesquera con el apoyo de un abanico renovado de bases duales, científicas y de aplicaciones militares. El Libro Blanco sobre los Territorios Británicos de Ultramar lo pone en evidencia.

Por un lado, al destacar la importancia geoestratégica del Atlántico Sur como al enfatizar la intención de continuar reafirmando el control colonial de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur, zonas marítimas adyacentes y los territorios británicos antárticos, que se superponen con la Antártida Argentina.

Por otro lado, por utilizar la neutralidad científica y la agenda medio ambiental como herramienta de propósitos geopolíticos.

El rompehielos RRS Sir David Attenborough de investigación multipropósito de última generación es parte central de esa estrategia para la próxima década.

Las características técnicas, instrumentales y de suplemento colateral militar del rompehielos altera sustancialmente el balance de medios navales involucrados en la investigación científica del Atlántico Sur e incluso en la Antártida. Cuenta además con el apoyo logístico directo de la base militar de Malvinas, el nuevo puerto de abastecimiento en Georgias del Sur o alternativamente Punta Arenas para el suministro de combustible.

El buque pertenece al Natural Environment Research Council (NERC) y es operado por el British Antartic Survey (BAS). Sin embargo, está registrado y abanderado en las Islas Malvinas y parecería repetir el desafortunado antecedente de los buques RRS Ernest Shackleton y RRS James Clark Ross, que operaban tanto con la bandera ilegítima de las islas como con la del Reino Unido.

En distintas oportunidades en el puerto de Montevideo estuvieron forzados a cambiar de pabellón para lograr la autorización de ingreso a puerto.

Al ser el registro náutico malvinense una ficción normativa, sus efectos y consecuencias son ilegales. Es el caso al nombrar a Stanley como ciudad de asiento del RRS Sir David Attenborough como por el uso de la bandera ilegítima. También plantea inconsistencias de derecho internacional al poner en jaque el artículo 92 de la Convención de Derecho del Mar de 1982.

Al mismo tiempo, el buque se encuentra sujeto a las prohibiciones acordadas por el Mercosur y países asociados que impide el ingreso a puertos a los buques con bandera de Malvinas, por considerarla ilegal.

La decisión del gobierno británico de haber registrado al rompehielos en Malvinas no es un acto inocente ni un descuido administrativo. La decisión se adoptó estando el buque en el astillero en Liverpool.

Es lamentable que, a 40 años de la guerra de 1982, Londres siga adrede sumando incomodidades diplomáticas en un tema sensible como es el abanderamiento y que, por tratarse de un buque de investigación, contradice el espíritu de cooperación científica que consagra el Tratado Antártico.

Es decepcionante que el Reino Unido se encuentre reeditando una versión de la Operación Tabarin de 1943, que reafirmó la presencia británica en la Antártida.

En una réplica del Foreign Office a Winston Churchill, admite que la Operación no fue lanzada a causa de que Estados Unidos no hubiera reconocido las reclamaciones territoriales británicas en la Antártida, sino para desmerecer las de Argentina y Chile.

Parecería que los propósitos geopolíticos del código naval Tabarin se repiten en el siglo XXI con la presencia desequilibrante del rompehielos RRS Sir David Attenborough.

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