Más salvajadas de Putin

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Republica, 26.07.2022
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español
El columnista británico del Guardian Simon Tisdall tachó hace un par de meses a Putin de “macho canalla y destrozón”. Esto días vemos por enésima vez que los calificativos le vienen como anillo al dedo.

El pasado fin de semana, y con mediación de las Naciones Unidas, Rusia y Ucrania llegaron a un acuerdo para que barcos ucranianos con cereales pudieran salir de puertos de Odessa camino del Tercer Mundo, donde acecha la hambruna por falta de esos productos esenciales.

No habían transcurrido 24 horas cuando los misiles rusos empezaron a caer sobre el puerto de Odesa de donde debían partir un número importante de los buques. Algunos analistas consideran que Putin muestra una vez más su lado despótico y cínico. Otros, basándose en la opinión de los normalmente bien informados servicios de inteligencia británicos, añaden que el ejército ruso se está quedando sin fuelle.

Las Fuerzas armadas rusas han dado en la contienda amplias pruebas de que no son ni los eficaces ni bien preparadas que se pensaba, buen ejemplo de ello es que han pasado 150 días desde que iniciaron la guerra y han sido incapaces de domeñar a Ucrania. Es, asimismo, significativo que no puedan montar una operación anfibia para conquistar Odesa.

Lo que ocurre, como señala otro artículo del periódico progresista citado, es que Putin cuando no puede doblegar en el campo de batalla a un adversario con procedimientos convencionales no vacila en acudir a otros, las armas químicas -gas sarín- reiteradamente en Siria, el bombardeo de edificios civiles o culturales en Ucrania... Ahora emplea los alimentos como proyectil. Sabe que los países en vías de desarrollo pueden culpar a los europeos y Estados Unidos por el estrangulamiento de la llegada de los alimentos- Occidente ha perdido la batalla de la opinión pública en bastantes países africanos y asiáticos- y, por otra parte, el aumento del coste de la vida en los desarrollados les puede hacer flaquear y dividir.

La Unión Europea nos enseña que el chantaje de Putin funciona al menos a medias. Los alemanes, reacios en un primer momento, comentan con convicción -ayer el ministro de economía- que si no somos solidarios apretándonos el cinturón Putin saldrá ganando. Sin embargo, la Unión aprobó el martes reducir la dependencia del gas ruso, pero no en el porcentaje que se pretendía por la oposición de algunos países señaladamente Hungría. Pero no ha estado sola, nosotros también protestábamos. La razón es que la genialidad del presidente Sánchez en el Sahara y la previsible reacción de Argelia apretándonos en lo del gas ha propiciado que nosotros, España, hayamos aumentado las compras de esa energía a Rusia. Con lo que estamos financiando la guerra de Putin de forma mayor que hace tres meses. Increíble pero cierto.

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