Columna Infobae, 13.07.2023 Felipe Frydman, economista argentino, exembajador y consultor del CARI
En la Cumbre del MERCOSUR el presidente Alberto Fernández confirmó que siempre tuvo una actitud crítica del acuerdo con la Unión Europea firmado el 28 de junio de 2019 después de 20 año de negociaciones. El presidente Fernández se refirió a la política proteccionista de la Unión Europea en materia agrícola y a las exigencias ambientales que no contemplaban los aspectos económicos y sociales. El Canciller Santiago Cafiero, en su exposición el día anterior, indicó que la Argentina había presentado nuevas propuestas en materia de financiamiento para los sectores afectados y un documento para definir la localización de las futuras inversiones.
La exposición del presidente Fernández avanzó sobre la necesidad de evitar la primarización, desalentar la exportación de recursos naturales y promover la reindustrialización en el nuevo contexto internacional de relocalización de las cadenas de valor. El presidente Lula da Silva coincidió con las aspiraciones de reabrir el acuerdo en el capítulo de compras gubernamentales y rechazó las exigencias ambientales unilaterales de la Unión Europea. El Foro de San Pablo organizado por el PT y el PC respaldó la posición de Lula en el punto 25 de su declaración del 2 de julio.
Las afirmaciones de ambos mandatarios sugieren que la reducción de los aranceles en el sector industrial provocaría un considerable aumento de las importaciones que afectaría la producción doméstica sin la suficiente compensación para las exportaciones agrícolas. Este dilema no es nuevo; la protección agrícola en la Unión Europea y la competitividad del sector industrial en la Argentina y Brasil fue tema central en el inicio de las negociaciones a pesar de lo cual todos los gobiernos decidieron continuar con las reuniones.
La explicación de que la reducción de los aranceles provoca la desindustrialización pareciera ingenua después de la experiencia global de los últimos 30 años. La Argentina y Brasil sin acuerdos de libre comercio sufrieron un proceso de primarización mientras que los países que se acoplaron al proceso de globalización se convirtieron en exportadores de manufacturas aumentando el empleo y disminuyendo la pobreza. Las reciente modificaciones de los regímenes de origen, automotriz, motocicletas, maquinaria agrícola, Tierra del Fuego (electrodomésticos) o la construcción del reciente inaugurado gasoducto confirman la tendencia al ensamblado como resultado de los cambios tecnológicos y relocalización de empresas. En 1990, el valor agregado del PBI industrial en la Argentina era 36% y en Brasil 33,3%; 32 años más tarde es del 23,4 y 20,7% respectivamente.
Las importaciones del MERCOSUR desde la UE representaban en el total el 22% en el 2001 y en el 2022 disminuyeron al 15%. En cambio, las importaciones desde China, con el cual todavía no existe un acuerdo de preferencias arancelarias, pasaron en el mismo período del 3,1% al 22% reflejando la creciente participación de ese país en el comercio mundial como proveedor de bienes mano de obra y capital intensivos. Estos cambios fueron el resultado del incremento del comercio internacional en un escenario de apertura de las economías. América Latina, con la excepción de México, persistió en las mismas políticas defensivas que tuvieron como consecuencia una retracción de su participación en el comercio mundial.
Las exigencias de la Unión Europea sobre desarrollo sustentable, presentadas cuatro años después de firmado el acuerdo para satisfacer a los activistas, constituyen un despropósito, pero no difieren de la posición que mantiene Marina Silva en Brasil e incluso el mismo presidente da Silva cuando acusaba al Jair Bolsonaro de favorecer los agronegocios, el extractivismo, la deforestación y el genocidio de pueblos indígenas en sus viajes por Europa para abrazarse con Macron y Sánchez.
Las negociaciones entre el MERCOSUR y la Unión Europea comenzaron con un escenario favorable a la relocalización de las industrias desde Estados Unidos y Europa hacia Asia y en especial China. El contexto actual, donde las inversiones parecieran priorizar el “nearshoring” o “friend shoring” por razones de seguridad, como lo describiera el presidente Fernández, interroga si el MERCOSUR no está frente a una nueva oportunidad para ampliar su estructura productiva más allá de las inversiones en energía y minería. La reducción de la protección no es sinónimo de primarización; también en un marco de estabilidad económica favorece el aumento de la inversión y la productividad.
La implementación del acuerdo beneficiaría las importaciones europeas para competir con las importaciones desde China. En cambio, la postergación consolidará su posición como primer exportador a la región a pesar de que ejecuta políticas de subsidios y protección a la producción agrícola similares a la Unión Europea con el agravante de que sus empresas no se localizan en el exterior para exportar a su país o terceros mercados.
La reunión en Bruselas puede constituir una oportunidad para mantener una discusión franca sobre las posibilidades de iniciar una nueva etapa entre el MERCOSUR y la Unión Europea. Hará falta mucho pragmatismo y menos ideología para definir el futuro de la relación entre dos regiones que comparten los mismos valores de democracia y derechos humanos.