Columna El Líbero, 27.01.2024 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
Mientras Michelle Bachelet no despeje las dudas sobre su propio futuro muchas hipótesis van a seguir planeando en política interna y la incertidumbre contamina muchas decisiones en política exterior.
Que la expresidenta Michelle Bachelet pueda ser elegida secretaria general de la ONU sería, sin lugar a duda, un acontecimiento importante para Chile, para nuestro prestigio internacional y para ella misma, independientemente de las diferentes apreciaciones que los chilenos tenemos respecto de sus dos gestiones presidenciales, de su papel en la coyuntura política actual y de sus posiciones ideológicas.
La expresidenta reúne determinadas condiciones que la podrían convertir en candidata a ese cargo. En primer lugar, es mujer. Esto es importante, porque hasta el momento todos quienes han ocupado el más alto cargo en la ONU han sido hombres, y el tema del género se ha instalado con fuerza en las relaciones internacionales.
En segundo lugar, es latinoamericana. También es un elemento para tomar en cuenta, porque salvo el distinguido diplomático peruano Javier Pérez de Cuéllar, que fue secretario general de la ONU entre 1982 y 1991, nadie de nuestra región ha ocupado ese cargo, aunque mostramos el mismo compromiso con los objetivos de la organización. La Secretaría General ha sido ocupada hasta ahora por cuatro europeos, dos africanos, dos asiáticos y sólo un latinoamericano. Es decir, si tomamos en cuenta el principio de rotatividad, nuestra región tendría un “mejor derecho”.
En tercer lugar, la expresidenta ha ocupado altos cargos en el sistema de Naciones Unidas. Entre el 2010 y el 2013 fue directora ejecutiva de ONU Mujeres, y entre el 2018 y el 2022 fue Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Un cuarto elemento, relacionado con el anterior, es que tanto como presidenta de Chile y directora de la ONU en los puestos antes mencionados ha tejido redes en el mundo y cultivado un nombre y un prestigio internacionales que le servirían a este propósito, aunque la evaluación que muchos tenemos sobre su gestión presidencial -principalmente de su segunda presidencial- sea crítica.
Por último, algo que no se menciona con frecuencia, es que adscribe a ideas compatibles con las tendencias mayoritarias en el universo de los organismos internacionales.
No obstante, los elementos que la favorecen, una posible candidatura de Michelle Bachelet a la Secretaría General de la ONU no es sencilla ni simple, como la Representante Permanente ante Naciones Unidas, Paula Narváez, lo quiso sugerir al decir públicamente que, informalmente, en forma privada, “representantes de distintos países la señalan como la próxima secretaria general”. Esta afirmación la hizo suya el Canciller, agregando que haría una campaña con gran entusiasmo en caso de que ella así lo decida. Sin embargo, ¿qué tanto voluntarismo hay en estas afirmaciones? Estas declaraciones, ¿son, o no, producto de una conversación previa con la expresidenta?
Convendría aclarar luego estas interrogantes, partiendo por la voluntad de la exmandataria. Una eventual campaña a la Secretaría General compromete, en primer lugar, su agenda interna. Es decir, su posible candidatura a la Presidencia de la República para el periodo 2026-2030, que deberá desarrollarse el año próximo. También deberá definir su reemplazo en ese papel informal de apoyo a esta Presidencia y a su coalición. La campaña para el organismo mundial debería comenzar este 2024. ¿Por cuál de las alternativas se pronunciará Michelle Bachelet? ¿O por ninguna?
Si se decantara por la ONU, la Cancillería debe idealmente lograr el endoso de toda la región a la candidatura, incluyendo a la Venezuela de Maduro (o de Machado), o la Argentina de Milei. Tiene la responsabilidad de organizarla como un gran esfuerzo nacional, no partisano. Hay que diseñar una visión estratégica creíble a nivel mundial. Necesita negociar los papeles de otros Estados afines como parte de la campaña y definir una táctica bien pensada y afiatada. No disponemos de mucho tiempo para todo esto. Tendremos, también, que dejar otras candidaturas chilenas en barbecho, para concentrar en ésta la mayor parte de los esfuerzos, asignar personal y una partida presupuestaria compatible con esta aspiración.
Así y todo, luego habrá que sortear obstáculos políticos a nivel internacional. El candidato (a) a la Secretaría General es nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad. Desde el 2015 el proceso es más transparente y público, lo que significa que los candidatos presentan una visión estratégica de futuro, dialogan con todos los Estados miembros y grupos regionales y, eventualmente, también con la sociedad civil.
Sin embargo, no podemos olvidar que es el Consejo de Seguridad el que recomienda a la Asamblea una candidatura, decisión que se adopta en sesión cerrada. ¿Querrán los Estados Unidos, eventualmente presididos por Donald Trump, endosar sin más la candidatura de nuestra ex Presidenta? ¿Lo querrá la R.P. China después de que Bachelet, en su calidad de Alta Comisionada para los Derechos Humanos, denunciara que el régimen ha cometido graves violaciones contra los uigures y otras comunidades predominantemente musulmanas? Y los rusos, después de ser advertidos por Bachelet de poner fin al ataque armado contra Ucrania, ¿la querrán ahora?
Las gestiones de la expresidenta a cargo de dos altos organismos del sistema de Naciones Unidas, ¿fueron bien evaluadas a nivel internacional, objetivamente hablando? Desde acá hay una lógica solidaridad nacional hacia su gestión, pero la evaluación corresponde a la totalidad de los Estados miembros y no tengo claro que haya entre los países la misma simpatía hacia su desempeño que la que existe entre nosotros. En este contexto, sería bueno saber cuál es la visión de Bachelet sobre su futuro en la ONU, cuales serían los elementos que marcarían una diferencia con respecto a la gestión de su antecesor en la Secretaría General.
Con todas las dificultades anteriores mencionadas, las declaraciones de Paula Narváez ¿no serán un globo sonda para un posicionamiento político de ella misma en política interna? ¿O declaraciones para relevar la figura de la expresidenta, de cara a las próximas presidenciales chilenas, adornándola con un aura global? Mientras Michelle Bachelet no despeje las dudas sobre su propio futuro estas hipótesis y otras varias van a seguir planeando en política interna y la incertidumbre contamina muchas decisiones en política exterior.
Sería sano para Chile que la expresidenta se pronunciara lo más pronto posible. A la vuelta de las vacaciones, a más tardar.