Muro del fracaso

Opinión
El Líbero, 11.11.2015
Julio Isamit, coordinador Republicanos

¿Cuándo entra en vigor la medida? Günter Schabowski, el recién fallecido periodista portavoz del gobierno de Alemania Oriental titubea y responde: “A mi entender, con efecto inmediato… ahora mismo” en la conferencia de prensa del 9 de noviembre de 1989 en la que el Comité Central del gobernante Partido Socialista Unificado Alemán informaba la apertura de fronteras. Pocas horas después, miles de berlineses se reúnen en los puestos fronterizos donde los guardias sin mayores órdenes levantan las barreras. Caía así en los hechos, el Muro de Berlín, al que la República Democrática Alemana llamaba Muro de Protección Antifascista y al que con tanta razón se le ha llamado el “Muro de la Vergüenza”.

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Recordar la caída del Muro tiene una doble importancia. Por un lado porque constituye un hecho trascendental de la historia política mundial, que representó de manera gráfica el inicio del derrumbe del socialismo real en gran parte de Europa, cuyos regímenes tras la Cortina de Hierro mostraban signos contundentes de fatiga en el campo económico, político y social. Por otro lado, en momentos en que la Presidenta de la República ha insistido en más de una oportunidad en su admiración hacia la dictadura germana oriental, conviene conocer en mayor profundidad su historia y realidad, especialmente en momentos de tantos cambios y reformas en nuestro propio país.

Sobre el Muro y su caída se ha escrito bastante en los últimos años, especialmente con motivo de su aniversario 25 que celebramos el año pasado. En ese sentido, destaco la publicación de la historia del Muro (su construcción, significado y las consecuencias de su caída) en un interesante trabajo de investigación del español Dionisio Garzón en el libro El Muro de Berlín: Final de una época histórica (Instituto Res Publica, 2014) o bien las experiencias personales del escritor y ex ministro Roberto Ampuero, en su libro Detrás del Muro (Sudamericana, 2014).

En este nuevo aniversario de la caída del Muro quiero destacar tres cosas:

La primera, es recordar que el Muro se construye precisamente para ocultar el fracaso del socialismo. Cientos de miles de alemanes orientales emigraban a Alemania Occidental en busca de mejores oportunidades en momentos en que ésta prosperaba económicamente  y la Alemania del Este sufría severos problemas. Por eso, en la noche del 12 de agosto de 1961 las autoridades comunistas cerraron 69 de los 81 puntos de control y comenzaron la construcción del muro. Al otro día, ya existía una alambrada de 155 kilómetros y el asesinato de Günter Litfin cuando intentaba volver a la Alemania Occidental donde trabajaba y vivía, constituyó una clara señal para quien se atreviera a desafiarlo.

La segunda es que, como sabemos, las ideas importan y tienen consecuencias. En su importante trabajo ¿Por qué fracasan los países? los profesores Acemoglu y Robinson destacan que naciones similares en territorio, población y cultura pueden experimentar procesos de crecimientos distintos, con consecuencias económicas y sociales de importancia, cuando en ellas se aplican ideas e instituciones distintas. Un ejemplo clásico de esto es precisamente el caso alemán, por un lado la Alemania democrática con una economía libre y por otro la Alemania del totalitarismo y el estatismo. Tan brutales terminaron siendo las diferencias que la RDA tuvo que recurrir al absurdo recurso de construir un muro para evitar que sus ciudadanos escaparan. El mismo Roberto Ampuero reconoce en sus memorias berlinesas que una de las cosas que hizo fracturar su “fe comunista” fue el cruce de Berlín Occidental a Berlín Oriental, momento en que descubrió que su utopía política requería de una franja, campos minados, alambradas, torres o vigías para mantenerse en el poder.

Por último, destacar que el Muro de Berlín no cayó solo, sino que, por el contrario, fue derrumbado. Derrumbado por el empuje de miles de ciudadanos que pese a la opresión comunista mantuvieron sus espíritus libres, por la participación de miles de personas y agrupaciones sociales, gracias al potente liderazgo mundial del Presidente Ronald Reagan, la Primera Ministra Margaret Thatcher y del Papa Juan Pablo II, de especial relevancia en países de la órbita comunista como Polonia. Así se destaca en el libro Héroes del historiador británico Paul Johnson o en el libro El presidente, el papa y la primera ministro de John O´Sullivan, sin dejar de destacar el importante rol de líderes como Lech Walesa y Vaclav Havel, entre muchos otros.

Felizmente, el muró cayó y cada 9 de noviembre se recuerda como el “Día de la Libertad”, aunque unos pocos olviden lo que significó la dictadura en la Alemania Oriental.

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