Nuestra democracia de papel

Columna
El Montonero, 17.06.2021 
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano

Socavada por las instituciones que deberían defenderla

En octubre de 2017 escribí el artículo “Durmiendo con el enemigo”, que no tuvo más de 50 lectores. Sorprendentemente, ahora tiene mil. El “enemigo” es el Islam político que Irán sembró en el Perú por intermedio del peculiar revolucionario Edward Quiroga. Gracias a los periodistas Beto Ortiz y Fernando Lucena, el multifacético Quiroga se ha convertido en el personaje de siniestros audios en los que se ufana de cortar cabezas con “machete” y otras proezas. Es posible que por este motivo algún memorioso haya rescatado el texto que escribí hace cuatro años.

El tema es de perentoria actualidad porque la presencia política de Perú Libre y Pedro Castillo anuncia que el comunismo está tocando el timbre de la democracia para instalarse entre nosotros, merced a la prestidigitación de sus personeros en las mesas de votación y la indolencia del sistema electoral criollo.

Revisando información abierta en Internet cualquiera puede descubrir que la penetración musulmana (Inkarri Islam) se mezcla con el etnocacerismo; con la idea de replicar el Estado Plurinacional de Bolivia en el Perú; con el propósito de fusionar a los dos países en una suerte de confederación peru-boliviana de nacionalidades originarias; con la multiplicación de los movimientos sociales y la violencia de los  anti mineros; con el objetivo de empujarnos al ALBA, al Foro de Sao Paulo y a la asociación con el chavismo, Cuba y Evo Morales; con la aspiración de resucitar el Tawantinsuyo y convertir en realidad el mitológico Inkarri; amén de un largo etcétera de insensateces cercanas al discurso auténtico de Pedro Castillo y al evangelio estalinista de Vladimir Cerrón, que serían los demiurgos de este peligroso engendro político y geopolítico.

Por la profunda desconexión de Lima con la sierra profunda y el mundo rural andino estas corrientes se han nutrido entre sí, especialmente desde que Humala llegó al poder con una “hoja de ruta” que le permitió encubrirlas o ignorarlas. Cronológicamente, es a partir de su gobierno que nuestra indefensa democracia y las deficiencias de nuestros servicios de inteligencia han sido el mejor caldo de cultivo para el crecimiento de estos fenómenos, como se puede observar en una fuente de información abierta, como es el acervo documental del blog de Quiroga, que incluye una sugestiva fototeca de la (siniestra) política nacional y regional.

Cuando se pregunta a Quiroga por la amplitud de su movimiento responde con naturalidad que tiene 800 dirigentes a nivel nacional (¡!).  Dice que no necesita para nada venir a Lima porque su centro de operaciones no está aquí sino en Apurímac, y porque tiene un eficiente contacto con quienes le interesan, incluyendo al candidato Castillo y a Vladimir Cerrón. También ha confiado a Fernando Lucena que realizaría acciones violentas si el JNE falla contra el Profesor; y ha dicho que si proclamara ganadora a Keiko Fujimori “rápidamente me muevo, estoy esperando y la gente está lista allí. Va a ser muy violento”, según hemos escuchado en el programa “Beto a Saber”.

Hechos y procesos políticos como los mencionados tienen que haber sido detectados y cuidadosamente analizados por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, no solo por amenazar la paz y el orden público sino también porque podrían corroer la soberanía e independencia nacionales, que están en la obligación de garantizar (artículo 165 de la Constitución). Esto implica el deber de informar al Presidente de la República y a los sectores gubernamentales relacionados con la seguridad y la defensa nacional.

Asumiendo que así ocurre, llama la atención que los hechos y procesos en referencia no hayan sido controlados para evitar su agudización y las consecuencias nefastas que pueden tener para la seguridad y el desarrollo de la Nación.

Si este conjunto de negligencias se ha dado en los cuatro últimos quinquenios gubernamentales, deberíamos preguntarnos –y respondernos– lo que ocurriría con la democracia y las libertades ciudadanas que la Constitución consagra si el candidato procomunista Pedro Castillo fuera proclamado como Jefe de Estado por nuestro distraído y burocrático Jurado Nacional de Elecciones.

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