¿Qué hacer con Nicaragua?

Columna
El Líbero, 20.01.2024
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

La persecución en contra de la Iglesia Católica por parte de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo registró el año pasado 275 agresiones, según reporta el diario El País, a partir del informe “Nicaragua, una iglesia perseguida”. Se les prohibió el ingreso a Nicaragua o fueron expulsados 176 religiosos. El pasado 20 de diciembre arrestaron al obispo Isidro Mora cuando iba a confirmar a 230 feligreses en una parroquia y el 15 de este mes lo expulsaron del país junto al encarcelado obispo Rolando Álvarez y 17 sacerdotes.

A estas violaciones contra los derechos de la Iglesia se suman la expulsión del Comité Internacional de la Cruz Roja, la cancelación de la personalidad jurídica de numerosas ONG, la incautación de la Universidad Centroamericana, la intervención en colegios, la expulsión de las Misioneras de la Caridad, etc. La CIDH ha emitido recientemente medidas cautelares a favor de opositores encarcelados, que presumiblemente no serán tomadas en cuenta por el régimen.

El propio Papa Francisco, en su discurso al Cuerpo Diplomático pronunciado hace pocos días, señaló que la situación del país centroamericano “es una crisis que se prolonga desde hace tiempo con dolorosas consecuencias para toda la sociedad nicaragüense, en particular para la Iglesia Católica” y se pronuncia por “un diálogo diplomático respetuoso del bien de los católicos y de toda la población”. Frases suaves para la persecución real. Suena a que el Pontífice quiere mantener un canal de comunicación a pesar de lo que se vive.

¿Cómo llegamos hasta aquí? En julio de 1979, cuando cayó el dictador nicaragüense Anastasio Somoza, el obispo de Managua, Miguel Obando y Bravo, asumió un papel destacado del lado de la triunfante Revolución Popular Sandinista. Para los entonces guerrilleros Daniel Ortega y Rosario Murillo el Prelado era el “Comandante Miguel” y la Iglesia su aliada. Sin embargo, las desavenencias comenzaron a surgir pronto ante reiteradas violaciones de derechos humanos, colapso de la situación económica y depuraciones crecientes por parte de un régimen cada vez más autoritario. La lealtad incondicional era la consigna.

Tras el fin de la guerra civil que protagonizó Resistencia Nicaragüense (o la “Contra”), y como consecuencia del Diálogo Nacional de 1989, se celebraron elecciones libres al año siguiente que dieron el triunfo a la Unión Nacional Opositora (UNO) encabezada por Violeta Barrios de Chamorro, figura emblemática de la libertad. El influyente Obispo, ya Cardenal de la Iglesia, asumió con entusiasmo la causa de la UNO. Así, la ruptura con Ortega y sus seguidores fue total.

Sin embargo, el cardenal se reconcilió con Ortega en 2004 cuando estaba aún en la oposición. Al año siguiente, la Santa Sede aceptó la renuncia de Obando por edad, pero siguió siendo una figura política de peso. Se convirtió en consejero espiritual del sandinista Ortega y su franco aliado en las elecciones presidenciales del 2006. Como cardenal emérito bendijo el matrimonio de Ortega y Murillo; fue fichado por el régimen para integrar la Comisión de Paz y Reconciliación y en 2016 nombrado “Prócer Nacional”.

La connivencia de la Iglesia con el régimen era casi total. Aparecieron, incluso, casos controvertidos de supuesto enriquecimiento y corrupción que beneficiarían al cardenal o personas próximas a éste. El entonces nuncio en Managua señalaba a la prensa en 2017, al abandonar Nicaragua hacia su próximo destino, que “la mayor parte de lo que he hecho no lo habría podido realizar si no hubiera contado con el apoyo de los obispos y el apoyo del gobierno. Donde quiera que haya estado he tenido siempre la plena cooperación del gobierno central…”. Al año siguiente, murió el cardenal emérito y, casi en paralelo, muchos sectores de la Iglesia respaldaron las protestas masivas que se desataron en 2018 y que pedían la renuncia de la pareja en el poder. A partir de allí, vinieron el forzado destierro del obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez; la expulsión del nuevo nuncio apostólico; la suspensión de relaciones con el Vaticano, etc.

En otras palabras, la insana convivencia de un sector de la Iglesia con el poder explica hoy, de algún modo, el ensañamiento del régimen hacia ella. Para una dictadura como la de Ortega y Murillo la traición es un pecado capital. Sólo aceptan la adulación o a los cooptados.

Nada justifica las violaciones a los derechos humanos que produce el odioso resentimiento de los Ortega, que se ha expandido mucho más allá de la Iglesia Católica. Chile se ha comportado dignamente enfrentándose a la dictadura en varias ocasiones, u ofreciendo la nacionalidad a nicaragüenses que arbitrariamente se han visto privados de ella. El presidente Boric ha contado con el respaldo generalizado (salvo excepciones) de la comunidad política nacional que puede estar dividida en otras cuestiones, pero no en este punto.

De no remediarse esta situación en Nicaragua, pronto, no veo razón para mantener relaciones diplomáticas, aún a nivel de encargados de negocios. Basta una representación consular para atender a la comunidad chilena que vive allí. Hoy día, no tenemos la capacidad para acercarnos positivamente a la oposición, sin riesgo de sus vidas. No tenemos posibilidad alguna de influir sobre el régimen dictatorial para que dé un giro; ni siquiera en conjunto con países influyentes en Managua. Nuestro comercio alcanzó apenas US$ 33 millones en 2022, principalmente de avena y alimentos preparados en cuanto a las exportaciones, e importamos casi únicamente azúcar de caña. No hay turismo, ni venta de servicios, ni inversiones, ni cooperación. A no ser que exista una utilidad estratégica oculta con Nicaragua, esta relación supone únicamente costos para nosotros. Una reunión reciente entre nuestra directora de Protocolo y la Encargada de Negocios nicaragüense en Santiago produjo escollos en la Cámara.

Para el Vaticano es distinto. La Santa Sede debe velar en primer lugar por los católicos nicaragüenses, por cultivar entre ellos un rayo de esperanza en tiempos de persecución, por la difusión del Mensaje. Deben mantener la puerta abierta contra viento y marea. Nosotros no. El espíritu de solidaridad regional o el hecho de que hayamos acogido al gran Rubén Darío en nuestro suelo a fines del XIX no puede servir para amparar una nueva dictadura “somocista” sin merma de nuestra propia imagen. Venezuela y México rompieron relaciones con un Chile dictatorial.

Otra dimensión me preocupa también respecto de Nicaragua. Esta vez, se trata de la Asociación Estratégica que este país centroamericano tiene con la R.P. China. Según el autor Eduardo Oviedo en el artículo “China: Visión y Práctica de sus llamadas relaciones estratégicas”, “las asociaciones estratégicas concentran la atención en los intereses económicos de las partes que conforman dicha sociedad, presentando a China como eje de una entente comercial y financiera…”. Esto se confirma en las palabras del embajador chino en Managua, Chen Xi, que quiere generar la entrada masiva de empresas chinas en el país y participar en la construcción de la infraestructura local.

¿Querrá decir esto, por ejemplo, que podría resucitar el famoso proyecto interoceánico a través de Nicaragua como complemento (o sustitución) del Canal de Panamá, esta vez con el patrocinio chino? ¿Qué consecuencias tendría esto para Chile, el cuarto mayor usuario del Canal? Por ahora, el río San Juan en la frontera con Costa Rica, pieza clave de este proyecto, sufre de la misma sequía extrema que el Canal…. pero nada impide que haya otras soluciones.

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