¿Quién frenará al Estado Islámico?

Opinión
La Vanguardia, 17.08.2015
Félix Flores
El acuerdo entre Estados Unidos y Turquía no promete avances en Siria | El EI ha perdido un 9,4% de territorio en medio año gracias a las milicias kurdas de Siria e Iraq

A falta de una estrategia global y de gran alcance para destruir o por lo menos minar al Estado Islámico, las armas siguen teniendo la iniciativa y el futuro queda condicionado al campo de batalla, el campo sirio en particular. Ahora, por primera vez, la colaboración de la vecina Turquía con la coalición antiyihadista encabezada por Estados Unidos abre una oportunidad. Pero Washington ha de demostrar aún que tiene planes concretos, Turquía debe manifestar cuáles son los suyos, y el resultado no deja de ser impredecible.

Incluso es posible que esta entente, que tiene como escenario la provincia de Alepo, en el norte de Siria, no tenga gran impacto. Mientras, el régimen sirio -la némesis del Estado Islámico en Siria, para algunos- no es molestado por los actores internacionales y se dedica a sus bombardeos de terror sobre la población civil, como el de ayer en Duma.

La buena noticia es que en la primera mitad del 2015 el Estado Islámico (EI) perdió el 9,4% del territorio que controlaba, según una reciente evaluación del observatorio IHS Jane's. Lo perdió sobre todo a manos de las milicias kurdas del norte de Siria. Los kurdos -que también avanzaron en Iraq frente al EI, aunque menos- ganaron en total un 9,8% de territorio; con la ayuda, desde luego, de los bombardeos aéreos de la coalición internacional. Las diversas milicias sirias ganaron un 11,1% de terreno y el régimen de Damasco perdió un 16%.

El Estado Islámico está siendo empujado, tanto desde el norte como desde el sur, por las milicias sirias, varias de ellas agrupadas en un centro de operaciones llamado Ejército de la Victoria y que EE.UU. prefiere caracterizar como "relativamente moderadas", cuando en realidad se trata en su mayoría de islamistas radicales y yihadistas. Pero el EI es flexible y oportunista, y ha sabido recolocar sus fuerzas en dirección a objetivos estratégicos en los que puede tener más éxito.

En Iraq, el ejército y las milicias chiíes apoyadas por Irán (incluido el Hizbulah libanés, que también combate en Siria al lado de Bashar el Asad) apenas han recuperado un 4,5% de territorio.

La semana pasada, el ministro de Defensa, Jalid Obaidi, anunció la segunda fase de la reconquista de Ramadi, ciudad de la que se retiró vergonzosamente en junio, e insistía en que el EI "ha perdido el formidable poder militar que tenía". Sin embargo, el ejército iraquí no ha logrado retomar la ciudad de Baiyi y su refinería, la mayor del país, y no se notan progresos frente a la guerra híbrida que practican los yihadistas, capaces de cometer atentados cada vez más mortíferos en Bagdad.

Tal como decían analistas consultados por La Vanguardia (7/VI/2015), para frenar al Estado Islámico es imprescindible sellar la frontera entre Turquía y Siria, su gran fuente de suministros. Este trabajo no lo ha estado haciendo el Gobierno turco sino los milicianos kurdos.

Durante cuatro años Turquía, país miembro de la OTAN, ha mantenido enojosamente porosas las fronteras de Siria a combatientes, armas y material diverso. En la otra dirección, el EI ha sacado petróleo de contrabando para financiarse. A Turquía esta vista gorda -siempre desmentida- le servía supuestamente para el doble objetivo de tratar de derrocar a Bashar el Asad y contener a la insurgencia kurda, pero en este último caso no ha sido así.

Turquía se ha sumado a la lucha antiyihadista tan solo cuando ha visto que los kurdos podían completar su control de la frontera siria. Ha cedido a EE.UU. bases aéreas desde las que lanzar bombardeos, prometiendo además efectuar los suyos propios, a cambio de establecer una zona tampón en el lado sirio de la frontera en el que se aún encuentra el EI.

El problema es que el acuerdo Ankara-Washington parece lleno de agujeros. Más que atacar al EI, los turcos han bombardeado a los kurdos. EE.UU. denunció, por ejemplo, que fue atacada una columna kurda cuando se dirigía al paso fronterizo de Yarablus, el único legal que le queda al EI, y que Turquía prefiere quedarse en su pretendida zona liberada. Washington y Ankara se han llevado la contraria durante días: los estadounidenses diciendo que los kurdos -sus mejores aliados en la región- no deben ser atacados. Los turcos, arguyendo que los kurdos fueron avisados de que no debían moverse de donde están y atreverse a cruzar el Éufrates.

Pero todo el mundo sabe que las milicias kurdas -en Siria y en Iraq- han sido la única fuerza capaz de luchar con eficiencia contra el Estado Islámico. En los últimos tres meses, las milicias kurdas de Siria han sumado de 4.000 a 5.000 nuevos combatientes.

Sin embargo, a finales de junio, un mes antes del acuerdo con Washington, el Consejo de Seguridad turco evaluó la posibilidad de atacar al EI dentro de territorio sirio. ¿Significaría eso ocupar esa zona tampón? El ministro de Exteriores, Mevlüt Cavusoglu, ha dicho que no hay planes inmediatos "pero en el futuro habrá que hacer lo que sea necesario".

¿Quién se quedará, si no, ese espacio, las milicias "relativamente moderadas"? Un portavoz del Departamento de Estado dijo hace una semana que "hemos puesto buen cuidado en no decir cómo será este área, salvo que nuestro objetivo es expulsar al EI de la región".

El 9 de agosto, el Frente Al Nusra, una de las milicias más fuertes, emitía un comunicado en respuesta a la zona tampón, diciendo que la rama oficial de Al Qaeda en Siria no se puede permitir participar en un plan en el que Turquía colabora con EE.UU. (que ha bombardeado algunas de sus posiciones y a sus líderes). Así que Al Nusra anunció que se retiraba del norte de la provincia de Alepo, donde combatía al Estado Islámico, su gran rival. Una veintena de efectivos de la llamada División 30, entrenada por EE.UU., fueron abducidos por Al Nusra el mes pasado en cuanto cruzaron la frontera, y otros combatientes supuestamente "moderados" se han pasado al EI, cuyos portavoces se jactan abiertamente de ello. El 3 de agosto, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, exhibía su mejor retranca después de mantener varias reuniones en Qatar: "Les hemos dicho a nuestros colegas estadounidenses que hasta hoy todos los ejemplos del adiestramiento de rebeldes de la llamada oposición moderada por instructores estadounidenses en países vecinos han acabado en que la mayoría de tales rebeldes se pasaban a los extremistas". El Estado Islámico, como es sabido, paga más y mejor a su gente.

La organización del califa Abu Bakr el Bagdadi ha ido creciendo con sus éxitos militares y su capacidad de conquistar y gobernar un territorio. En enero se calculaba -según datos cruzados de la ONU, el observatorio The Soufan Group y el Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización, del King's College de Londres- que el EI había atraído a Siria e Iraq a unas 20.000 personas, no solo combatientes sino también mujeres y niños. Seis meses antes, en junio del 2014, los reclutados eran unos 12.000. Algunos analistas creen que en la pasada primavera volvió a engrosar sus filas. Hay para rato.

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