Reflexiones sobre Venezuela en vísperas de la Cumbre de las Américas

Columna
Realidad y Perspectivas N*105, (mayo 2022)
Milos Alcalay, embajador (r) y ex viceministro de RREE venezolano

Uno de los temas centrales de la Cumbre de las Américas es el definir las formas para fortalecer el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana. Es por lo que la discusión sobre si es oportuno invitar a dicha Cumbre a Venezuela y a Cuba, países que no creen en la libertad y en los alcances de la Carta, nos obligan a resaltar la actual situación de Venezuela.

Han transcurrido 23 años desde la llegada al poder del Modelo Chavista. Durante ese periodo la actuación internacional del régimen ha oscilado de manera contradictoria, con una única excepción: fijar como objetivo central el mantenerse en el poder contra viento y marea, para lo cual se ha afincado en le represión, los presos políticos y la falta de libertades.

Para salir de esa pesadilla, la oposición venezolana no debe asumir una actuación ingenua porque se enfrenta a un régimen totalitario que lo único que busca es prolongar los mecanismos de dominación. Las diversas formas de cohabitación u otras formulaciones de complicidad que han surgido recientemente no conducen al cambio, sino más bien contribuyen a la permanencia del status quo y, por ende, aseguran la permanencia en el poder del régimen y de sus nuevos aliados que reciben migajas, con la condición de que sean leales a la hegemónica actuación del oficialismo.

Henry Kissinger afirmaba con acierto hace algunos años que el fuerte se hace cada vez más débil por inhibición. No podemos inhibirnos. La fortaleza de los principios y valores nos hará débiles si no hay coordinación, liderazgo acordado, objetivos políticos claros, transparencia, participación de todos los ciudadanos. Y la Cumbre de las Américas es una oportunidad para reafirmar esos valores.

Durante el mes de mayo, debido al aislamiento interno e internacional, el oficialismo chavista trata de presentarse ante el mundo, con una falsa visión de crecimiento económico y de apego a la legalidad. La propaganda del régimen ha tratado de camuflar la dramática situación que vive el país argumentando que los únicos responsables del desastre producido por el propio gobierno han sido ocasionados por las sanciones internacionales. Pero alega, al mismo tiempo, que a pesar de estas sanciones, Venezuela ha logrado un extraordinario crecimiento económico por las facilidades dadas a la proliferación de bodegones con productos importados (pero asequibles a minorías privilegiadas). También señalan que se han aprobado reformas democráticas, asegurando el diálogo con las oposiciones (como le gusta definir el monologo oficialista). Todo ello es muy distante de la realidad de un país empobrecido, manipulado con falsas negociaciones y con más de 6 millones de emigrantes y refugiados fuera del territorio nacional.

Esa creciente emigración venezolana, en la búsqueda de una mejor calidad de vida, constituye una triste realidad nunca vivida anteriormente en el hemisferio. No hay explicación para justificar que uno de los países más ricos de América Latina se haya convertido en uno de los más empobrecidos no sólo por la cruel indiferencia oficial, sino por extender sus ataques contra aquellos países que de manera generosa acogen a nuestros refugiados. Esa diáspora constituye una inmensa fuerza de cambio si logramos incorporarla en una acción internacional coherente.

Los que permanecen en el país expresan su indignación pronunciándose diariamente en manifestaciones puntuales (por falta de agua, por falta de electricidad, por falta de medicina, por falta de gasolina, por sueldos de hambre, por el colapso de los servicios públicos, por la represión, por la delincuencia, etc.). Es sumamente importante no dejarlos solos en su actuación puntual, sino incorporar sus justas reivindicaciones en las denuncias internacionales.

La gran esperanza para los demócratas del hemisferio es que en la Cumbre de las Américas se adopte una nueva estrategia internacional, basada en un diagnóstico común compartido, que acelere la salida de las actuales dictaduras a través de un trabajo de unidad con todos los sectores que creen en la libertad, la justicia, el desarrollo y la alternativa de cambio.

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