Siete razones por las que la izquierda de América Latina está en retroceso

Columna
PanAm Post, 29.01.2016
Pedro García Otero, periodista venezolano y editor
  • Más allá de que se haya cumplido, evidentemente, un ciclo histórico, las mayorías están hartas de un discurso patriotero, divisor y sin resultados
(www.indianexpress.com)

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En los últimos meses, la izquierda de América Latina ha recibido tres duros golpes. El primero fue el de las presidenciales argentinas, con la derrota del kirchnerismo; el segundo fue la derrota vivida por los progresistas después de 12 años en el poder en la Alcaldía de Bogotá, en Colombia; el tercero (y quizás el más duro, a efectos de propaganda) fue el vivido por el “chavismo” en las elecciones parlamentarias venezolanas. Si quieren un cuarto, en Guatemala Jimmy Morales derrotó a Sandra Torres y, más importante, a Manuel Baldizón.

Si a estos ejemplos se suma la crisis en la que está inmerso el Gobierno del PT en Brasil, las aparentes divisiones internas en el Frente Amplio de Uruguay, y la posibilidad de que Evo Morales pierda el referendo para reelegirse casi indefinidamente en Bolivia, el panorama es el de la recuperación de las fuerzas democráticas del continente.

Pero la izquierda ha obrado con habilidad para aprovecharse de los mecanismos que da el poder y hacerse con el control casi ilimitado del Estado. ¿Qué ha hecho que, sin embargo, comience a experimentar duras derrotas? A continuación siete razones de por qué esto puede ser así.

  1. No brinda soluciones reales a los problemas de la población.

Si bien en sus primeros años, los Gobiernos de izquierda realizaron programas sociales que beneficiaron a los segmentos más pobres, en la práctica esos planes se mostraron insostenibles, y la gente termina queriendo algo más que un subsidio cuando supera la línea de la pobreza crítica.

  1. Las materias primas están en su ciclo depresivo.

Señala Warren Buffett que cuando la marea está alta, no se sabe quiénes de los que están en la playa se encuentran desnudos; cuando la marea baja, la realidad es otra. Los Gobiernos latinoamericanos de izquierda, en líneas generales (y unos más que otros) no aprovecharon los años de bonanza de materias primas para poner en orden sus finanzas. Ahora, sin dinero para gastar, han perdido apoyo popular, pues lo basaron, justamente, en las transferencias de recursos. En este sentido, el caso de Brasil y Ecuador es crítico, y el de Venezuela, sencillamente dramático.

  1. El discurso anticorrupción se disolvió, y la corrupción campea

Se habla de ella incluso en Uruguay, el país más transparente en América Latina, según las ONG; pero en Brasil y en Argentina, las acusaciones de corrupción son escandalosas. Venezuela, sin duda, es el peor caso: Es la última nación latinoamericana en los rankings de Transparencia Internacional, y son frecuentes las acusaciones por narcotráfico contra sus principales figuras políticas. Al ser el primer país en abrazar el “socialismo del siglo XXI” (y en muchos casos financiar a otros grupos políticos del continente), el Gobierno venezolano se convierte, adicionalmente, en el ejemplo que previene de votar contra movimientos políticos afines al suyo.

  1. Finalmente sus opositores lograron coaliciones.

En Argentina y Venezuela, la unidad opositora fue indispensable para obtener resultados electorales. No es fácil unirse contra este tipo de Gobiernos, que juegan activamente al “divide y vencerás”. Un lamentable ejemplo es el de Bolivia, donde la oposición, fragmentada, no tiene ninguna posibilidad de competir contra un Movimiento Al Socialismo que usufructúa (en muchos casos fraudulentamente) todos los resortes del poder. Pero las alianzas que se están conformando contra los Gobiernos del Socialismo del Siglo XXI, como en el caso de Ecuador, van muchas veces más allá de lo político y terminan amalgamando a amplios sectores sociales.

  1. No tienen ideas; sólo consignas

Los políticos de izquierda latinoamericanos han terminado olvidando la máxima de Deng Xiao Ping: “no importa que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones”, es decir, la gente quiere soluciones. Detrás de frases pomposas, de constantes alusiones a la Patria, al pasado glorioso y a los Libertadores, la gente ha descubierto un monumental engaño. Y quiere soluciones hoy. También saben los latinoamericanos, y muy bien, que el discurso confrontador de clases no es viable en el mundo actual. Es una táctica copiada de los Castro, pero a estos les ha servido porque la han combinado con un puño de hierro.

  1. Se autoarrogaron ser una mayoría eterna

En nombre del “pueblo”, califican a todos los que estén contra ellos de “oligarcas”, “ricos” o “de derecha”. Pero resulta que en la medida en que la sociedad se ha empobrecido, esos ricos, oligarcas o de derecha han pasado a ser mayorías incontestables, algo que es un absoluto oxímoron.

Además, han cometido excesos verbales y políticos, y recurren constantemente a una manipulación ideológica que en muchos casos, termina siendo, incluso, ridícula. Y han terminado perjudicando a aquellos que dicen proteger, lo que, en última instancia, es el drama de los Gobiernos socialistas en todas partes del mundo.

  1. Se ha cumplido un ciclo histórico

A los latinoamericanos, que tanto les ha costado elegir a sus gobernantes, les parece chocante, ahora, que quienes están en el poder no deseen, para nada, desprenderse de él. Siguiendo el ejemplo de Hugo Chávez, líderes políticos inescrupulosos han manipulado las instituciones para perpetuarse, o intentar perpetuarse, en el poder; los últimos son Rafael Correa y Evo Morales.

Sin embargo, la política tiene ciclos, y así como este fue generado, en gran parte, como reacción a los movimientos de libre mercado de los 90, este está siendo generado como reacción a la intolerancia, pero sobre todo a la ineptitud, de los gobernantes del socialismo. Todos los países gobernados por este modelo se encuentran hoy en peor estado que aquellos que optaron por regímenes políticos y económicos más libres y moderados.

Queda por ver si este cambio por fin produce los tan ansiados equilibrios institucionales que esperan los ciudadanos de la región, en resumidas cuentas, y se copian los modelos que han sido exitosos en las últimas dos décadas, mientras buena parte de Latinoamérica se sumergía en la borrachera populista, cuya resaca padecemos hoy.

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