Taiwán: una democracia bajo acoso

Columna
El Mercurio, 06.08.2022
Juan Pablo Toro V., director ejecutivo (AthenaLab) y profesor (PUC)

Hay que tener mucha templanza para resistir las amenazas de un enemigo con una capacidad militar infinitamente superior, que está a solo 150 km de distancia y seguir adelante. Sin duda, hubiera sido más fácil para la mandataria de Taiwán, Tsai Ing-wen, no recibir a la presidenta de la Cámara Baja de Estados Unidos, Nancy Pelosi. Hoy China continental no estaría lanzando represalias y el mundo, más inquieto aún.

Con esa misma calma que le permitió enfrentar de forma exitosa la batalla contra el covid-19, Tsai explicó que están tranquilos y que no iban a responder con prisa. “Somos racionales y no actuaremos para provocar. Pero absolutamente no daremos marcha atrás”.

Tras la partida de Pelosi, la isla de 23 millones que gobierna desde 2016, en su condición de primera mujer elegida para el puesto, fue bloqueada por mar y aire debido a los ejercicios militares del ejército chino, en una forma de coerción cada vez más común de las potencias autoritarias, que por lo visto aborrecen la libertad de navegación, además de todas las otras.

Si bien no se sabe en qué terminará esta crisis, puede que algunos en Beijing quieran adelantar el reloj de la reunificación de la “provincia rebelde” con tal de impedir nuevos desafíos, mientras otros pueden estar revisando el ejemplo aleccionador de los rusos en Ucrania, lo cierto es que el mismo bloqueo mostraría una disposición a no ir a la confrontación directa, por ahora.

Aparte de que una operación anfibia es bastante más compleja que una terrestre, las lecciones de Ucrania son un buen desincentivo. Ellos probaron que los estados pequeños pueden enfrentarse a los más grandes si están bien defendidos y convencidos (la tesis del puercoespín). Además, que las armas rusas tampoco han demostrado un buen desempeño y las fuerzas chinas tienen cantidades. Por último, el apoyo decidido de Estados Unidos y aliados sí hace la diferencia.

Tsai ratificó que es partidaria de mantener el statu quo de la isla (no independizarse), cuyo futuro es vital para todo el Indo-Pacífico, una región donde hay muchas disputas abiertas, pero en la cual ha primado la contención para el empleo de la fuerza. Un ataque directo contra su territorio no solo sería devastador, sino que pondría a Washington ante el dilema de entrar en una guerra o caer en el descrédito frente a sus socios regionales. Misiles chinos ya cayeron, por primera vez, en la zona económica exclusiva de Japón.

Para alejar ese escenario, es necesario hacerles entender a las potencias autoritarias que las democracias no están solas y se apoyan entre ellas no únicamente en el plano diplomático, sino también en el económico y militar. Al menos, los países del G7 ya dieron el primer paso al rechazar las maniobras en torno a la isla. Las acciones (o reacciones) disruptivas deben tener costos asociados para que no conviertan en norma.

El caso de Taiwán es sumamente complejo, pero nadie puede negar que es una democracia respetuosa de los derechos humanos, gobernada por una decidida líder y ubicada en el Indo-Pacífico, nuestro espacio geográfico prioritario y que está perdiendo estabilidad demasiado rápido.

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